El estado está fusionado con dos grandes partidos, casi idénticos, que responden a grupos de multimillonarios, son inmensas maquinarias financieras y publicitarias, y están integrados con la banca, los medios de prensa y otras grandes empresas.
En Cuba, con todas sus limitaciones, la participación popular en la elaboración de la línea política del estado es claramente superior a la de EEUU. Y a la de tantos otros países.
En EEUU y en otras supuestas “democracias”, es ya común que en las campañas electorales se camuflen y silencien los drásticos programas de recortes sociales que después serán aplicados. Es habitual que una ciudadanía engañada por el marketing electoral respalde a partidos que, unos meses después, aplicarán con todo rigor leyes y programas que aquella habría rechazado de haberlos conocido.
En Cuba, el programa de cambios económicos que hoy lleva a cabo el país, fue discutido y modificado en más de 160.000 asambleas, en todos los centros de trabajo y barrios del país. Y tomó parte la mayoría absoluta de la población, más de 8 millones de personas. Nadie impuso un paquetazo social sin previo aviso.
Esta discusión pública en Cuba, curiosamente, se ha desarrollado en el peor de los escenarios para el desarrollo de la democracia: el cerco político y el bloqueo a su economía por parte de una superpotencia. Es “el desafío de hacer un parlamento dentro de una trinchera”, como dijera el poeta cubano Cintio Vitier.
Por ello, es evidente qué traería a Cuba un hipotético levantamiento del bloqueo y el cese de la injerencia política por parte de EEUU: aumentarían los mecanismos de discusión pública; mejoraría el trabajo investigativo y crítico de los medios de comunicación; y, en definitiva, se profundizaría la democracia cubana.
Esa que los medios internacionales se empeñan en negar que exista.
Cubainformación TV – Basado en un texto de Héctor Meléndez – Dialogoupr
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