Samia Nakhoul.-Mientras los egipcios llenaban las calles el martes exigiendo su salida, el presidente Hosni Mubarak había cedido más terreno en una semana que en sus 30 años en el poder.
Su abdicación parece haber comenzado.
Para un hombre apodado "El faraón", este es un final de proporciones épicas. Algunos recordaron el golpe de Estado de 1952 que acabó con la dinastía real egipcia e instaron a Mubarak a decidirse a marcharse.
"El rey Faruk nunca dejó que pasara nada de esto en este país. Se fue sin dejar caos", afirmó el comerciante de El Cairo Maamoun Saleh, quien comparó a Mubarak con el monarca cuya caída ante el Ejército dio paso al sistema político actual.
"El país se está arruinando y él sigue ahí", afirmó Saleh, de 45 años. "Dejen que se vaya. La gente quiere que se vaya", agregó.
Un futuro incierto aguarda al líder de 82 años, que hace tan sólo una semana parecía confiado en una reelección sin oposición en septiembre, o bien en dejar el cargo a su hijo empresario.
Pero el martes en un discurso aseguró que no competirá por la reelección en septiembre y ofreció que el tiempo que le queda en el poder lo dispondrá para ejecutar las prometidas reformas. Opositores y manifestantes no creyeron en su palabra, algunos las calificaron como un "engaño".
Lo cierto es que una enorme incertidumbre aguarda a los 80 millones de egipcios, a sus vecinos, a las potencias occidentales y a los otros autócratas árabes.
Los manifestantes, que el martes rondaron el millón de personas, creen que debería ser procesado y compensar al país por años de represión, corrupción, mala gestión de la riqueza y brutalidad policial.
"El y sus ministros deben ir a juicio. No deben irse sin ser castigados por la riqueza que robaron", afirmó Mursi Imaeeddine, un vendedor de verduras en el barrio pobre de Imbaba. "Mató a la gente de hambre. La gente está sufriendo por sus políticas", añadió.
Mubarak, sorprendido por una revuelta sin precedentes inspirada por el derrocamiento el mes pasado del veterano presidente de Túnez, acudió a su nuevo vicepresidente, Omar Suleiman.
Le pidió que inicie un diálogo con todos los partidos políticos, en el mismo tipo de apertura que pasó tres décadas sofocando. Sus oponentes afirman que es demasiado poco, demasiado tarde para salvarle.
"Nuestra primera demanda es que Mubarak se vaya. Sólo después de eso puede empezar el diálogo con los mandos militares sobre los detalles de una transición pacífica del poder", dijo Mohamed el-Beltagi, líder del movimiento integrista Hermanos Musulmanes.
El líder liberal Mohamed ElBaradei, diplomático retirado de Naciones Unidas, señaló: "Espero ver a Egipto en paz y eso va a requerir como primer paso la marcha del presidente Mubarak".
¿DESPUES DE MUBARAK?
Pero los siguientes pasos no están claros.
La forma en la que ellos procedan responderá algunas preguntas cruciales: ¿Pueden los egipcios trabajar juntos por el cambio, o podría el Estado más poblado del mundo árabe caer en la anarquía o la guerra civil?
¿Darán la vuelta los islamistas, que han sido desde hace tiempo la voz de los oprimidos, a las antiguas alianzas con occidente y con Israel?
En tres décadas, Mubarak no logró crear un marco institucional para la transición democrática, complicando un traspaso ordenado del poder. Sus adversarios sienten que ha llegado su hora.
La oposición, que abarca desde jóvenes disidentes laicos hasta los Hermanos Musulmanes, no quiere que se vaya sólo él, sino también su élite gobernante.
Quieren que se disuelva el Parlamento y que se levanten las prohibiciones sobre los partidos de la oposición, así como unas elecciones rápidas y libres.
Pero cuando Mubarak se vaya -si es que se va-, las alternativas dejan mucho de que preocuparse. La represión sistemática ha debilitado a todos los partidos mayoritarios salvo al gobernante Partido Nacional Democrático (PND).
Para compensar la fragilidad institucional y evitar un vacío de poder, el amplio movimiento nacional por el cambio dirigido por ElBaradei está pidiendo un Gobierno de transición.
En discusión está una posible "junta de administración" que reuniría al vicepresidente Suleiman; al jefe de las Fuerzas Armadas, Sami Anan; a ElBaradei, ex jefe de la agencia nuclear de la ONU; y a Ahmed Zeweil, ganador del premio Nobel de Química.
Durante tres meses, este grupo cambiaría la Constitución para asegurar unas elecciones libres. El Gobierno elegido entonces tendría un mandato interino de dos años, según la organización de ElBaradei.
Sin embargo, ese plan parece provisional. Aunque es difícil conocer la opinión de la mayoría silenciosa de los egipcios, las dos fuerzas mejor posicionadas para llenar cualquier vacío son los militares y los Hermanos Musulmanes.
Cualquiera de las dos opciones alarmaría a los gobiernos de los países vecinos, así como a Estados Unidos, que le da al Ejército egipcio unos 1.000 millones de dólares al año, y considera a Egipto como un dique de estabilidad e influencia occidental en la región.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se enfrenta a las comparaciones con su predecesor Jimmy Carter, que abandonó al Shah ante una revolución islámica cuando los iraníes se rebelaron en 1979 contra años de opresión de un Gobierno financiado por Washington.
Los reveses en política exterior perjudicaron a Carter, que dejó el cargo tras perder los comicios de 1980. Obama se enfrenta a la reelección el año que viene. (Reuters)
(Reporte de Samia Nakhoul; Traducido por Cristina Fuentes-Cantillana en la Redacción de Madrid)
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