H. Clinton a la derecha de Obama en política exterior, según estudio |
El momento político actual es similar a los existentes en los períodos de 1978-1982 y 1998-2001, cuando el gasto se disparó luego de descensos considerables, concluye el estudio Algo en el aire: el “aislacionismo”, el gasto en defensa y el estado de ánimo del público de Estados Unidos, publicado esta semana por el Centro para la Política Internacional, una organización independiente de este país.
Como sucede en la actualidad, los problemas internos debilitaron políticamente a los presidentes de entonces, Jimmy Carter y Bill Clinton, respectivamente, el debate sobre la política exterior estaba dominado por la percepción de que Washington no manejaba eficazmente los problemas en el extranjero, y los legisladores del gobernante Partido Demócrata asumían posturas más beligerantes, para impulsar su reelección.
“La principal contendiente demócrata a la presidencia se ubica a la derecha de la administración” del presidente Barack “Obama… en política exterior”, escribió el autor del estudio, Carl Conetta, en una referencia a Hillary Clinton, la secretaria de Estado de 2009 a 2013.
“Esto llevará al discurso de los medios de comunicación y los expertos por una dirección más beligerante”, agregó.
Estos factores, así como las advertencias de los comandantes militares y sus partidarios en el Congreso legislativo sobre el “vaciamiento” de las Fuerzas Armadas, son coherentes con los antecedentes históricos, pero el público podría resistirse al incremento del presupuesto militar debido a la lentitud de la recuperación económica del país, sostuvo Conetta, un conocido analista en materia de defensa.
Pero aunque el presupuesto de defensa aumente en los próximos años, eso no deberá considerarse como una autorización popular a la actividad militar, particularmente en el caso de los compromisos militares prolongados con gran número de tropas en tierra, dada la desilusión pública con las guerras en Iraq y Afganistán, precisó.
El experto señaló que entre el final de la guerra de Vietnam (1955-1975) y el respaldo del público a una operación militar de gran envergadura, la primera Guerra del Golfo en 1991, transcurrieron 15 años.
El estudio, que incluye un profundo análisis de encuestas realizadas en las últimas décadas y de las tendencias en el gasto de defensa, aparece unas semanas antes de las elecciones legislativas parciales previstas para el 4 de noviembre.
Los analistas prevén que el opositor Partido Republicano gane el control del Senado y mantenga la mayoría en la cámara baja. Los legisladores republicanos ahora están más beligerantes que en 2013, cuando muchos de ellos se opusieron a que Estados Unidos recurriera a la represalia militar contra el uso de armas químicas por Siria.
Mientras, el gobierno de Obama se enfrenta a varias complicaciones en política exterior, como el conflicto entre Rusia y Ucrania y el avance alarmante del grupo extremista Estado Islámico (EI) en Iraq y Siria y su brutalidad contra las minorías y secuestrados occidentales.
El presidente, aunque reacio, reaccionó contra el EI con bombardeos aéreos y el envío de cientos de asesores estadounidenses a la zona.
También está la creciente preocupación por la pandemia de ébola en África occidental y su posible expansión a Estados Unidos, lo cual contribuyó con la aparente disminución de la confianza pública en el liderazgo de Obama.
Estos acontecimientos envalentonaron a los neoconservadores y otros defensores de la línea dura, en su mayoría republicanos, que critican el “liderazgo desde atrás” de Obama, su debilidad y “pacificación” en el trato con los presuntos adversarios, e incluso su “aislacionismo”, en vistas a las elecciones de noviembre.
Quienes en el pasado fueron militares de alto rango, y especialmente aquellos que ahora trabajan para empresas de defensa que le venden al Estado, también reclamaron que se reviertan los últimos recortes al presupuesto militar.
El gasto en defensa bajó 21,5 por ciento en términos reales desde su cifra máxima en 2008, cuando alcanzó casi 800.000 millones de dólares, pero todavía representa 40 por ciento del gasto militar mundial y cuatro por ciento del producto interno bruto de Estados Unidos, casi el doble del promedio nacional del resto de los países del mundo.
Las encuestas indican desde hace décadas que el público tiene opiniones encontradas sobre el papel que desempeña Washington en el escenario mundial.
Aunque persiste la mayoría a favor de que Estados Unidos sea la principal potencia militar del planeta, también hay una fuerte mayoría que rechaza con firmeza que este país ocupe el lugar del “policía mundial” y prefiere en cambio una estrategia cooperativa y multilateral en materia de política exterior en la que el poder militar y la acción unilateral se utilicen solo como “último recurso”.
Según Conetta, estos puntos de vista no son contradictorios y son relativamente constantes en el tiempo. El “público ve a la superioridad militar como un elemento de disuasión y una póliza de seguro, no como un cheque en blanco para la actividad militar”, manifestó.
Encuestas realizadas desde hace muchos años por el Centro Pew de Investigación, el Consejo de Chicago sobre Asuntos Mundiales y Gallup, entre otros, revelan que el público estadounidense apoya las respuestas contundentes a los ataques violentos contra ciudadanos o intereses vitales de este país y, al menos en teoría, en los casos de masacres o genocidios.
Pero también revelan que el público en general se opone a la intervención en la mayoría de los conflictos o guerras civiles en otros países. A pesar del entusiasmo inicial, pero menguante, con el “cambio de régimen” en Afganistán e Iraq, la población ahora se opone a este tipo de “construcción armada de naciones”, sobre todo si se realiza de manera unilateral, observó Conetta.
“El apoyo actual al bombardeo de las posiciones” del EI “en Iraq y Siria es coherente con esos límites”, agrega el estudio. Es casi seguro que ese respaldo caiga “si la misión crece o no muestra un progreso real”, añade.
En contraste con las opiniones del público, las élites de la política exterior manifiestan un apoyo constante al dominio militar y a una mayor actividad militar de Estados Unidos, destacó Conetta.
Esto abrió una brecha entre la población y sus dirigentes que, en la era posterior a la Guerra Fría, solo se redujo en los años inmediatamente posteriores a la primera guerra del Golfo y los atentados terroristas del 9 de septiembre de 2001, pero que desde entonces creció más que nunca en la última década, a pesar del fuerte apoyo a los ataques estadounidenses contra el EI.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga
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