Sin embargo, la realidad nos sigue aplastando y diciéndonos que todavía hemos visto poco en técnicas de imparcialidad, la búsqueda del equilibrio, sensatez y profesionalismo, palabras de las que siempre hacen gala y con las cuales atacan a nuestros medios «parciales».
El más reciente episodio en Venezuela, el 12 de febrero, es de esos ejemplos que no dejan de asombrar, aunque el libreto se haya repetido por enésima vez.
Fue más que sobredimensionada la cobertura que los consorcios mediáticos dedicaron a las declaraciones de los llamados líderes de la oposición antes de la supuesta marcha estudiantil del miércoles. Esos capitanes-araña, entre los que sobresalió el reaccionario Leopoldo López, no se cansaron de decir ante cámaras y grabadoras que la movilización formaba parte de la «salida», como nombran al golpe de Estado que intentan ejecutar.
Pero acaso lo peor sobrevino ese fatídico día, cuando se celebraba el bicentenario de la histórica batalla de La Victoria: los canales radioelectrónicos y periódicos se consagraron a «borrar» la multitudinaria concentración de los jóvenes bolivarianos y magnificar la opositora. En términos numéricos fue una paliza de cobertura: como un 10-1 en un asalto de boxeo, a favor de la derecha.
Y cuando ya empezaban a conocerse los destrozos en las inmediaciones del Parque Carabobo y los hechos vandálicos contra el Ministerio Público, varios medios reseñaban, en el colmo de la manipulación, las palabras de Leopoldo López: «Nos retiramos en paz».
A las 4:00 de la tarde, aproximadamente, Venezolana de Televisión, el canal estatal, mostraba imágenes de encapuchados y no encapuchados rompiendo todo lo que encontraban a su paso y lanzando bombas caseras, piedras, objetos contundentes, etc. En el resto de los canales... nada... la programación habitual o noticias vinculadas a la «gigantesca marcha» que partió desde Plaza Venezuela. No vimos una condena al vandalismo, a la locura, al fascismo, al golpe en desarrollo.
Y ni hablar de algunos medios internacionales. Jamás mencionaron a la marcha chavista, concluida con la alerta del presidente Nicolás Maduro sobre posibles acciones desestabilizadoras. Se montaron en la cuerda de que «las protestas contra el Gobierno de Maduro dejan muertos y decenas de heridos» o repitieron, como loros, sin mínima investigación, que la violencia se generó cuando motorizados afectos al chavismo abrieron fuego contra la multitud. Es decir, la culpa siempre estuvo en el lado de la Revolución.
Al día siguiente, esos propios informadores ignoraban al líder popular abatido en los disturbios, glorificaban el nombre del estudiante opositor (un inocente auxiliar de carpintería) baleado en la cabeza y volvían con el cuento de los voceros recalcitrantes de que habría nuevas protestas «populares».
Ayer, para no desentonar con ese buen estilo, el diario venezolano Universal, por ejemplo, en vez de publicar las denuncias y pruebas presentadas por el Jefe de Estado (el jueves para evidenciar la premeditación de los cabecillas de la ultraderecha), se dedicaba a resaltar que el canal de televisión colombiano NTN 24 fue sacado del aire por «decisión gubernamental». No explicaba a qué se dedicaba ese medio o cuál era su postura mientras el golpe caminaba.
Otros se referían a las palabras de López retando al Presidente y pidiéndole demostración de agallas para llevarlo a la cárcel, a las advertencias del derechista Henrique Capriles contra el ejecutivo, a las posibles protestas en el futuro, a cacerolazos nocturnos. Y muchos acuñaban la etiqueta «tensa calma en Venezuela».
En fin, que un país entero (el mundo incluso) puede ser visto con un solo ojo y poco importan, en ese vistazo, las distorsiones de la realidad.
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