El amor le dio a Puerto Rico una Laura flor de Udumbara. Por amor, decía, tuvo que renunciar a sus necesidades más elementales, a sus deseos, a sus inquietudes, pero a lo único que no renunció fue a su alegría porque estaba al lado del hombre que amaba, Pedro Albizu Campos, "cuya grandeza ponía en evidencia la superfluidad de todas las cosas".
Laura era pequeña de estatura. Manos finas de pianista y gesto volador. Y, era de pisada breve como para no hacerse notar. Su voz tenía la gracia del castellano aclimatado al quechua y al aymara, y de la suave corriente del río Chili cuando manso atraviesa Arequipa, la ciudad natal, mezcla de lo español y lo incaico, con el retraimiento de las espesas nieves del volcán Misti.
En la facultad de Filosofía de Harvard, en una conferencia del poeta hindú Rabindranath Tagore, cruzaron miradas ella y Pedro. Dada su piel oscura, pensó que él era de la India. Pero no, caribeño, de Puerto Rico y con un destino que ella sabría aquilatar. Invitaciones a almorzar y extensas caminatas sellaron el romance.
Cuentan que llegó a Puerto Rico sola para casarse, pero perdía su nacionalidad peruana a favor de la de él, por tecnicismo legal en su país. Se vio apátrida por compartir el ideal de su esposo de ser puertorriqueño, en una colonia que solo les ofrecía la del vasallaje.
La vida matrimonial de Pedro y Laura comenzó en el 1922. De 43 años que estuvieron casados sólo 13 estuvieron físicamente juntos. Crió y educó a sus tres hijos: Pedro, Rosa Emilia y Laura Esperanza. Peregrinó por la libertad de su amado y la causa de la independencia de Puerto Rico, que hizo suya. Para muchos se convirtió en la voz de la Revolución.
En datos de su biografía aparece que en 1938, como resultado del encarcelamiento de su esposo en el 1936 acusado de conspirar para derrocar por la fuerza el gobierno de los Estados Unidos en Puerto Rico, Laura viajó a Nueva York a hacerse cargo de la campaña por la excarcelación de los patriotas presos en la cárcel de Atlanta.
En 1939 estuvo en Cuba como presidenta de honor del Comité Cubano Pro Libertad de Patriotas Puertorriqueños, el cual ayudó a fundar y que presidió el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, Historiador de La Habana.
Desde allí, Laura desarrolló un intenso trabajo por la independencia de Puerto Rico y la excarcelación de los presos políticos puertorriqueños a nivel continental. En 1941 Laura viajó al Perú a casa de sus padres con sus hijos. A finales de 1947 regresó su esposo de la cárcel y del exilio a Puerto Rico. A pesar de sus gestiones, Laura solo logró entrar a Puerto Rico en febrero de 1948.
En mayo de 1950, Laura, fue nombrada Delegada en el Exterior del Partido Nacionalista de Puerto Rico, viajó a La Habana otra vez para constituir desde esta capital un centro de prensa, y poner en conocimiento de la comunidad internacional lo que estaba sucediendo en Puerto Rico, al haberse cerrado a los nacionalistas boricuas el acceso a la prensa.
Su amado Pedro fue nuevamente encarcelado como resultado de los hechos de la Revolución de octubre de 1950 en Puerto Rico, y el ataque a la Casa Blair en Washington, que se dieran bajo sus órdenes en ese año. Tampoco se le permitió entonces a Laura entrar en Puerto Rico.
Serenamente desplegaba un febril activismo por la liberación de Pedro y sus compañeros presos en Estados Unidos. Fue descrita en La Habana con una “palidez dramática”, vestida de negro, trabajando de sol a sol. “Ella es una denuncia aunque no hable ni escriba para el público persiguiendo con ello opacar sus méritos…”
Perseguida por Batista en Cuba luego del golpe de estado de 1952 y luego de la represión desatada en represalia a los hechos del asalto al Cuartel Moncada, Laura se vio obligada a viajar a México en abril de 1954.
Entonces, su suerte se unió a la de los cubanos. Los amigos refieren que fue redactora y revisora de muchos documentos importantes de los revolucionarios del Movimiento 26 de julio, buscó sitios para el entrenamiento de los futuros expedicionarios del Granma, y sus buenos oficios sirvieron a la liberación de Fidel Castro en México, poco antes de la partida hacia Cuba.
Los amigos dicen que su apartamento en la calle Regina del Distrito Federal, se convirtió en el centro de reunión de los revolucionarios latinoamericanos. Ya conocía de La Habana a Fidel Castro y entabló amistad con el Doctor Ernesto Guevara, que así le llamaba, y no Che como los cubanos. Él le dedicó el libro La Guerra de Guerrillas: “… como testimonio permanente de un afecto que nos une en lo más hondo de nuestro común origen americano y nuestro común destino de libertad.”
En el año 1957, escribe desde México a su hija Laura Esperanza, y le habla del padre preso, torturado y enfermo: "El caso de tu padre es un caso extraordinario: un hombre joven, lleno de vida, dotado de las facultades y virtudes que pueden hacerlo feliz y elevarlo muy por lo alto de la mediocridad, y que al ver la explotación y el crimen de que es víctima su pueblo, se rebela contra la injusticia, sacrifica su bienestar, su genio, frustra sus perspectivas que no sean el bien de los suyos, sacrifica su libertad y por último permite que lo asesinen por dejarle a su pueblo un arma para que se defienda, ese es tu padre".
La causa cubana también fue la suya. De regreso a La Habana, forma parte de varias delegaciones que viajaron al exterior en representación del Gobierno Revolucionario de Cuba. El 18 de enero de 1961, Fidel Castro Ruz hizo un pedido al Consejo de Ministros que fue aceptado por unanimidad: otorgar la ciudadanía cubana a Laura Meneses de Albizu Campos y a Juan Juarbe Juarbe compañero de la lucha independentista puertorriqueña.
El 19 de enero de ese mismo año, Laura y Juarbe fueron nombrados para la Misión Permanente de Cuba en las Naciones Unidas, hasta 1967, cuando regresan a la Habana.
En Nueva York, a Laura le tocó vivir la agonía y fallecimiento de su esposo, el 21 de abril de 1965. No le veía desde mayo de 1950. El imperio le permitió entrar a Puerto Rico apenas 8 días antes de su muerte, como diplomática cubana. Entonces denunció el asesinato de Pedro Albizu Campos por el imperialismo estadounidense.
El 21 de abril, ante el féretro de su esposo, vestida de negro y en actitud enhiesta y combativa, como multiplicada en su pequeña estatura dijo:
“Albizu Campos vivió para su pueblo y por el murió en el sacrificio impuesto por el enemigo de la libertad y la independencia de su patria. Las vidas consagradas a una causa como la que él sirvió trascienden la muerte. Su ejemplo ilumina el porvenir y su recuerdo crece hasta culminar en estatura insuperable. Puerto Rico llegará a la meta por él señalada y el reconocimiento de su pueblo será el pedestal de su gloria.”
Quizás, como último sacrificio, Laura sobrevivió a Pedro, porque él decía que todo podría soportarlo, menos la pérdida de ella. Cuando Laura falleció en La Habana el 15 de abril de 1973 se plantaba una semilla de espíritu superior como preludio ineludible, tan valiosa para Puerto Rico como la flor de Udumbara para los budistas.
Laura, junto a su piano en Perú |
Laura Meneses y su esposo Pedro Albizu Campos. |
Laura, a la Izq. con hijas, nieto y su esposo. |
Laura en el centro. Juan Juarbe, Fidel Castro, Juan Manuel Marques y periodista en México. |
Juarbe, Laura y Juan Marinello. |
Laura con diplomáticos cubanos. |
Laura y Juarbe entrevistados para Verde Olivo, Cuba, por Eduardo Yasells. |
-Entrevista de la la Lic. Rosa Meneses Albizu-Campos, nieta de Laura y Pedro, con la autora, en Santa Clara, abril de 2019.
-Laura Meneses, The Woman Behind the Myth, http://www.ingmaralbizu.com/laura-meneses-the-woman-behind-the-myth/
-Laura Meneses del Carpio: ciudadana de la revolución latinoamericana, https://todolospueblos.ning.com/profiles/blogs/laura-meneses-del-carpio-ciudadana-de-la-revoluci-n
Publicado también en TeleCubanacán.Tv
1 comentario:
Excelente artículo sobre doña Laura.
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