Rodrigo Benedith*.─ Más de 10 años han pasado cuando los señores de la guerra se dieron cuenta de un nuevo teatro de operaciones militares, uno ubicuo y, hasta entonces, en expansión: internet.
Ya en 2010 Anders Fogh Rasmussen, entonces Secretario General de la OTAN, declaró que “no es una exageración decir que los ciberataques se han vuelto una nueva forma de guerra permanente y de baja intensidad”. Ese mismo año, el general Keith Alexander, jefe del Ciber Comando de los Estados Unidos, declaró a un panel del congreso que lo que más le preocupaba eran los ataques destructivos que venían; particularmente los ataques a infraestructura crítica sobre los sectores bancarios y eléctricos de su país.
Cuando Alexander hablaba de ataques destructivos, se refería al uso de ciberataques ya no únicamente para robo de información o denegación de servicio de algunos sitios web, sino la destrucción real de la infraestructura vital de un país.
Ese mismo año, se realizó el mayor y más sofisticado ciberataque conocido hasta entonces; el gobierno israelí con un supuesto apoyo de los Estados Unidos, a través de un gusano informático llamado Stuxnet infiltró sistemas de control industrial en instalaciones del gobierno iraní, destruyendo sus centrífugas nucleares.
Para 2012, un ciberataque a Aramco, la compañía petrolera propiedad del gobierno de Arabia Saudita, borró el 75 por ciento su información afectando 30 mil computadoras y 2 mil servidores que inhabilitaron la compañía durante un mes.
Mientras una persona común utiliza buscadores como Google o Bing para encontrar información, hackers pueden usar Shodan, un buscador que localiza dispositivos conectados a internet: desde cámaras de computadora, bocinas, refrigeradores hasta plantas generadoras de energía, sistemas de control industrial y bases de datos. Con Shodan, podemos localizar, por lo menos, 288 dispositivos conectados en Venezuela que incluyen redes del Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia, hospitales del Ministerio de Defensa y del Banco del Tesoro de la República Bolivariana. Todos estos dispositivos vulnerables a un ciberataque coordinado desde un gobierno hostil o grupos de hackers organizados. En 2013, la cadena de noticias estadounidense CNN, descubrió que sistemas de control industrial de plantas hidroeléctricas francesas pudieron ser fácilmente encontrados, junto con todas sus vulnerabilidades, utilizando Shodan.
Para 2015, los Estados Unidos y sus aliados ya habían incorporado de lleno la ciberguerra a su doctrina militar. En julio de ese año, oficiales de alto rango de los Estados Unidos y el Reino Unido realizaron un simulacro de tres semanas en Suffolk, Virginia. No era la primera vez que se hacía, sin embargo, para ese simulacro se contó con la presencia de nuevos actores: representantes de las industrias bancarias y de energía eléctrica. Ahí se practicaron ejercicios de ataque a sistemas de control industrial de plantas de tratamiento de aguas, interrupción de tuberías de petróleo y gas, congelamiento de retiro de dinero en efectivo y desconexión de redes de energía eléctrica.
El almirante de la marina estadounidense, Kevin E. Lunday, participante de aquellos simulacros delcaró: “no es cuestión de si ese escenario ocurrirá, sino de cuándo ocurriría”.
Recientemente, el Ciber Comando de los Estados Unidos asignó un contrato por 460 millones de dólares para soporte a misiones de ciberguerra, y elaboración de una cantidad ingente de “municiones digitales”, además del reclutamiento de 6200 cibersoldados.
Con todo lo anterior, nos debe quedar claro que la ciberguerra es una estrategia de sabotaje sobre infraestructura clave de países considerados enemigos por los Estados Unidos para preparar el terreno hacia una guerra convencional o, en su caso, el impulso de una guerra civil. Bill Leighter, otro almirante estadounidense sugiere que en caso de que un comando aéreo quisiera lanzar un ataque, este podría ser precedido por un ciberataque para, por ejemplo, apagar la red eléctrica de las instalaciones a bombardear y, así, degradar la habilidad defensiva del enemigo.
Después del sabotaje al sistema de control de la hidroeléctrica Simón Bolívar en estos últimos días, ¿seguimos creyendo que todo es una teoría de la conspiración, o ya nos hace sentido el tipo de guerra de baja intensidad a la que Venezuela está resistiendo?
*Rodrigo Benedith (México, 1983) es economista especializado en desarrollo y derechos humanos, y en el uso de tecnología en política y gobierno. Fue Gerente del Programa de Derechos Humanos de la Ciudad de México (2007–2009) y Secretario de Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México (2015–2018).
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