Con el corazón encogido pero la mano firme, el incansable calígrafo autodidacta Carlos Parra rotula cuidadosamente dedicatorias en las coronas que acompañan las urnas de los fallecidos en el desastre aéreo que el viernes pasado enlutó la provincia cubana de Holguín, que perdió 67 hijos en el siniestro.
En una pequeña habitación de la azotea de la funeraria "Los Álamos", donde los holguineros lloran a familiares y amigos fallecidos, Parra se sienta en la misma mesa de cemento donde se fabrican los adornos florales y escribe cuidadosamente la dedicatoria "Del Pueblo de Cuba" en las cintas.
Entre girasoles, claveles, margaritas y rosas, casi todas rojas, este exprofesor de Física prepara dos rotuladores negros y escribe con soltura los "encargos que no hubiera querido hacer nunca".
La letra cursiva destaca, pero sin adornos innecesarios, solo lo justo para que se note lo especial de la ofrenda.
"Cuando era profesor siempre me pedían que personalizara los diplomas de graduación de los alumnos; por eso cada vez que hay una corona a un mártir por una celebración histórica, me piden que lo escriba en las cintas, pero esta es la primera vez que estoy involucrado en una historia como esta", explica a Efe.
Parra, quien trabajó muchos años en la escuela preparatoria de ciencias exactas de Holguín -una de las prestigiosas "vocacionales" cubanas-, señala que la afición por la caligrafía le viene por "herencia de familia": de su tío, pintor autodidacta, y su madre, también aficionada al arte.
El accidente del vuelo DMJ-972 de Cubana de Aviación, que cubría la ruta nacional Habana-Holguín, y en el que murieron 111 de las 113 personas a bordo -100 de ellos cubanos-, tomó "por sorpresa a todos aquí en Holguín, que nunca ha vivido una tragedia como esta", aseguró.
"Nunca había ocurrido un accidente de tal magnitud en la que tantas personas estuvieron involucradas y por supuesto ha sido impactante", agregó.
Desde el domingo pasado, cuando comenzaron a llegar los restos identificados desde La Habana a la capital oriental (a unos 700 kilómetros al este), Parra ha interrumpido su actual trabajo como técnico de informática en la empresa local de Servicios Comunales para escribir dedicatorias, una tras otra.
Cuando se notifica la llegada de los restos de alguna de las víctimas desde la capital, en la funeraria se organizan para tener listas las coronas, entre ellas la que porta la cinta escrita por Parra, la cual es "una ofrenda floral gratuita que se le pone en nombre del Pueblo de Cuba a esas personas que lamentablemente fallecieron en el accidente", aclara.
"Hasta ahora he escrito 25 dedicatorias", cuenta Parra, mientras sacude la cabeza enumerando casos dolorosos como el de la niña Alexa, una de los cinco menores que murieron en el siniestro; o el del matrimonio evangélico de María Salomé y Eduardo David, entre las diez parejas pastorales fallecidas tras el accidente.
En el reducido y austero espacio donde trabaja Parra, se han fabricado ya más de 300 sencillas coronas de flores en cuatro días, un trabajo paciente y metódico a cargo de tres mujeres, que enlazan flores frescas a un ritmo casi frenético.
A su lado, otra joven se encarga de completar las frases de las coronas familiares con cuños de letras y tinta, estampando uno a uno los caracteres que forman cada palabra.
Esta labor artesanal es una muestra del respeto y el dolor de una ciudad que todavía no se sacude la sorpresa y el luto, y que ha acudido en masa a los continuos velatorios que acoge la funeraria.
"Lo hago con la mayor delicadeza, con el mayor cuidado, porque es la manera que tengo también de homenajear también a todos esos fallecidos", insistió.
Es "un honor y al mismo tiempo una tristeza" porque le dedica la ofrenda "a una persona que hasta el viernes estuvo viva y que ya no está entre nosotros", concluye el calígrafo aficionado. /EFE
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