La pobre acaba de contar: “Yo sólo soy la advenediza, la intrusa, sin pedigrí, sin un digno árbol genealógico que mostrar.”, como si no se supiera que sus amigos de la SINA la promueven hasta con el presidente Obama.
Como si no se supiera que sus amiguísimos le pagan miles de seguidores falsos en Twitter.
O, como si no se supiera que por falta de “pedigrí” era el personaje perfecto para tejerle una fábula de “nueva disidente bloguera”, uno de los storytelling tan caros al posicionamiento en el marketing político.
Desde hace algún tiempo la Yoa anda en una cruzada contra Mariela Castro Espín. La corroe un incalificable sentimiento y como no conoce Mariela dice que “le teme al abrazo”.
Otra cosa me han contado sus amigos callejeros de Santa Clara que cruzan por El Mejunje, tan hijos de vecino como ella cuyos padres “no pelearon en la Sierra”.
En su más reciente trabajo Yoani se compara y como las comparaciones son atroces, ella saca la peor parte de “dos hijas muy diferentes de la misma tierra” porque su lucha ha sido por premios que le dan dinero.
Y, no es que yo quiera agredir a la bloguera de Estados Unidos, sino que la Señora cuadra en una definición que he encontrado en un blog muy inteligente.
Se trata de La Columna de Golber, que habla de grandes personajes. Uno de ellos describe el patrón del “homo cotorrus”.
Son personas sin un mínimo de opinión propia, que solo repiten opiniones ajenas, incapaces de diferenciar cuáles son sus sentimientos propios y cuales los que les han impuesto.
Personas que se conducen homogéneamente… y que al fin, dejaron de ser sujetos para ser predicados, como mismitico hace Yoani Sánchez.
Y, si alguien tiene dudas que busque a ver si separa sus opiniones por el ancho de un pelo en su nuevo blog de El País de España, voz del franquismo reformado, carnal de la CIA.
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