Álvaro Cuadra.- Los medios de comunicación constituyen hoy lo que podríamos llamar una “hiperindustria cultural”, herramienta privilegiada de inmensos poderes económicos y políticos de alcance planetario. Son estos medios, precisamente, los que construyen a diario el imaginario histórico y social de nuestro tiempo. Son ellos los que convierten a gobiernos y países en parias o, al contrario, celebran presuntos logros.
Latinoamérica no está exenta de esta cartografía de buenos y malos, así, cualquier gobierno con tintes progresistas es, muy pronto, catalogado como parte de un “eje del mal”.
Un caso paradigmático es el actual gobierno ecuatoriano, en torno al cual se intenta construir una narrativa mediática adversa. Basta su amistad hacia la Venezuela Bolivariana o las buenas relaciones con Cuba para que, de inmediato, los medios comiencen a cuestionar al gobierno democrático de Rafael Correa. Una medida judicial contra los excesos de la prensa local, el diario “El Universo”, es convertida por turbios poderes fácticos en una demanda de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
De este modo, el ejercicio de facultades legales y democráticas por parte del gobierno ecuatoriano es puesto en cuestión, desconociendo de paso la institucionalidad de un país soberano. Más grave todavía, se pretende convertir una sentencia judicial emanada de un poder del estado en una amenaza a la libertad de expresión.
Al observar la televisión local, se advierte una pluralidad de opiniones donde tienen cabida gobiernista y opositores, a veces excediendo los límites. Como en gran parte de Latinoamérica, los grandes medios ecuatorianos están asociados a grandes fortunas con claros intereses políticos.
Ecuador está viviendo uno de los procesos más interesantes de América Latina, encabezado por un líder democrático y progresista, dispuesto a enfrentar los problemas de pobreza y marginación que han sido históricos en este pequeño país al centro del mundo.
Como en todo gobierno, hay errores y excesos, sin embargo, los árboles no nos deben impedir ver el bosque. El desarrollo basado en el petróleo y la minería, las políticas económicas y culturales favorecen a la inmensa mayoría de los ecuatorianos que han ratificado en la urnas su voluntad de seguir el camino de la modernización.
La “Revolución Democrática” del presidente Correa marcará, sin duda, el presente siglo en este país, pues ha sido capaz de entregarle a su pueblo un horizonte de sentido y dignidad, y eso no es poco.
A diferencia de otros países latinoamericanos que han confundido su destino histórico con las veleidades y promesas de un mercado globalizado, el gobierno ecuatoriano ha sido capaz de conjugar el desarrollo económico con la justicia social. Esto es algo que los grandes conglomerados mediáticos silencian, proponiéndonos, en cambio, una imagen distorsionada de un país que reclama su lugar en el mundo.
Una mirada desapasionada del Ecuador actual nos muestra un país lleno de riqueza y diversidad cultural empeñado en una amplia política democrática y modernizadora, muy distante de la imagen que se pretende instalar en la comunidad internacional.
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