Norelys Morales Aguilera.─ Después de la debacle del mal llamado Movimiento San Isidro, que pretendía ser "la chispa" de un estallido social, como escribió la bloguera de la CIA Yoani Sánchez, solo quedan las matrices de opinión y las fake news, en todas sus variantes, especialmente contra el ordenamiento monetario y financiero en la Isla.
La contrarrevolución fuera de Cuba quedó en cartelitos para Internet, chapucerías en las redes y los medios pagados o coincidentes con la línea ideológica del neoliberalismo, pero el negocio de la contrarrevolución desde Estados Unidos es tan rentable, que insisten. La CIA insiste. El Departamento de Estado insiste. La mafia anticubana insiste.
Las cifras que vemos de programas y dineros indican un fuerte componente tecnológico en las operaciones. Cómo no suponerlo, si el gobierno de Estados Unidos cuenta con una Fuerza de Tarea para Internet de Cuba, cuyos actores públicos o anónimos emplean sofisticadas herramientas como la Big Data, que es aquella capacidad de procesar datos que solo tienen las máquinas, o como la Inteligencia Artificial que permiten a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones.
Se puede avanzar la hipótesis de que este es el escenario de la guerra sicológica y mediática contra Cuba hoy.
La evidencia indica que manejar mensajes de opinión personalizados, emocionales, argumentos retorcidos para que sean difíciles de desentrañas, así como los ataques a dirigentes de la Revolución y a todo el que emplee un accionar revolucionario, además de las agresiones a intelectuales y artistas, no está gerenciado por amateurs.
Los volúmenes de mensajes agresivos desde un entramado de medios supuestamente independientes y miles de cuentas falsas en redes sociales indican que estamos en un escenario de guerra de nuevo tipo generalizada. Toca sortear la desigualdad y la saña.
Entre 1997 y 2018, solo el Programa Cuba de la USAID aprobó unos 900 proyectos y actividades de un amplio carácter subversivo y contrarrevolucionario. Desde EE.UU. se reportan gastos por más de 261 millones de dólares en programas de subversión contra la Isla desde 1990 hasta 2020.
Con ese presupuesto se pueden pagar las grandes estrategias y una empleomanía que organiza el negocio de la contrarrevolución fuera de Cuba y la oferta de migajas a periodistas "independientes" y troleros tropicales.
Como es habitual, a la agresión económica y pretextos falsos esgrimidos para justificar acciones ilegales se suman los generosos egresos federales para financiar la propaganda, los medios de guerra psicológica y mediática y las acciones concretas de aquellos individuos que en Cuba responden a los intereses de Estados Unidos, escribió recientemente la diplomática cubana Johana Tablada.
La agresión del gobierno norteamericano es contra el sustento de casi 12 millones de personas con la añeja fórmula de rendir al pueblo cubano por hambre y desesperación. No lo han logrado. Y, contrario a lo que esperaban sus alabarderos en la Isla están campantes, sin que pueden probar la leyenda negra de la "represión del régimen".
Todo vale contra Cuba y el arsenal tecnológico es ilimitado y es el nuevo escenario de Guerra No Convencional, donde a pesar de los pesares sobreviviremos, en paz, sin estallidos sociales, perfeccionando y venciendo.
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