Mario Muñoz Lozano*.- Científicos de Cuba, Reino Unido, Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos se reunieron recientemente en esta capital para dilucidar si realmente un grupo de diplomáticos extranjeros fue atacado, hace dos años, en la llamada Ciudad Maravilla.
En esta ocasión, bajo el atractivo título de ¿Existe el síndrome de La Habana?, prestigiosos investigadores volvieron durante dos días sobre el polémico tema, que en 2017 fue convertido en un nuevo pretexto de la Casa Blanca para apretarle las tuercas a la isla.
Los supuestos ataques contra diplomáticos de Estados Unidos y Canadá fueron utilizados con propósitos políticos para acusar a Cuba de agresora sin prueba alguna, ni de los hechos, sus circunstancias y menos aún de la participación cubana.
Al mejor estilo hollywoodense, protagonizado por armas ultrasecretas, supermodernas, casi galácticas, los dramáticos incidentes sirvieron para ensombrecer aún más las fatídicas relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Desde entonces, el Gobierno de Donald Trump ha impedido que la comunidad científica tenga acceso a información de interés, de primera mano, ni que pueda debatir sobre el tema de manera abierta, con todas las cartas sobre la mesa.
Como represalia por los supuestos incidentes, Washington sacó de La Habana a gran parte de sus diplomáticos y lanzó una campaña contra el turismo hacia Cuba, sostenida todavía hoy, bajo el supuesto peligro que implica para los estadounidenses viajar a la isla.
A mediados de 2019, la subdirectora de Estados Unidos de la Cancillería cubana, Johana Tablada, refirió que, tras dos años de mucha especulación y poca información y cooperación, 'sigue sin aparecer una sola razón' que sustente el cierre de los servicios consulares, la expulsión de los diplomáticos cubanos de Washington y otras medidas.
REVOLVIENDO EL PASADO
La reciente cita en esta capital revolvió otra vez el pasado desde la ciencia en busca de posibles explicaciones a los alegados incidentes de salud reportados por diplomáticos estadounidenses, y luego canadienses, desde 2017.
Organizado por la Academia de Ciencias de Cuba en coordinación con el Centro de Neurociencias de Cuba (Cneuro), científicos de varios países siguen buscando por donde le entra el agua al coco sobre tan peliagudo tema.
En el evento se debatió sobre las múltiples aristas de investigación en torno a los incidentes de salud que supuestamente afectaron a funcionarios norteamericanos.
Desde el principio, el director de Cneuro, el doctor Mitchell Valdés-Sosa, reconoció la importancia del evento para Cuba porque 'todavía sigue sin esclarecerse lo sucedido', aunque auguró que 'con el paso del tiempo la verdad va a salir'.
En declaraciones a la prensa, destacó que al seminario asistieron representantes de distintas opiniones, 'autores que han escrito desde sus puntos de vista sobre lo sucedido'. Valdés-Sosa defendió la posición de los científicos cubanos, quienes desde los primeros registros desestimaron la hipótesis sobre supuestos ataques contra funcionarios estadounidenses, aunque no negó que los diplomáticos pudieran padecer problemas de salud.
Reconoció además el carácter crítico y respetuoso con que se mostraron las evidencias científicas en el foro 'para llegar a las mejores conclusiones', las que desestimaron nuevamente las teorías esgrimidas por el Departamento de Estado como justificación para el retroceso en las relaciones bilaterales con Cuba.
Otra vez fue desacreditada la teoría primaria de los 'ataques sónicos' contra diplomáticos estadounidenses en la capital cubana, que la prensa internacional bautizó como el 'Síndrome de La Habana'.
Sobre el tema, el director de la prestigiosa institución cubana afirmó que no hay elementos científicos que prueben la existencia de algún ataque deliberado a diplomáticos de Estados Unidos y Canadá.
El también miembro del Comité de Expertos cubanos que investigó el suceso, reconoció que el término 'Síndrome de La Habana' corresponde más a una fabricación mediática realizada por determinados sectores que a una base científica sólida.
En declaraciones a la Agencia Cubana de Noticias, aseguró que los debates fueron fructíferos y que a pesar de no coincidir sobre las causas de los incidentes, los expertos desestimaron las teorías de Washington de ataques sónicos, primero, y microondas, después.
Una de las hipótesis analizadas fue la de una posible contribución psicógena a la salud de los funcionarios. ValdésSosa apuntó que indudablemente los factores de estrés pueden haber jugado un papel importante.
Nadie niega que los diplomáticos tuviesen síntomas de malestar como dolores de cabeza, falta de sueño, entre otros, subrayó. Otra teoría planteada por científicos canadienses vincula las afectaciones al uso excesivo de insecticidas al interior de su embajada en La Habana.
Al respecto, el director del Cneuro señaló que dicha hipótesis genera incertidumbre en la parte cubana, pues la población local no se ha visto implicada en un fenómeno parecido a pesar de recibir también dosis de insecticidas vinculadas a las campañas contra el mosquito Aedes Aegypti, portador del dengue y otros virus.
Los expertos reunidos en La Habana coincidieron en la necesidad de que el Gobierno de Estados Unidos socialice la información sobre el tema en manos del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Valdés-Sosa criticó que la colaboración con las instituciones estadounidenses no haya fluido al nivel que el problema lo requiere, respuesta que consideró muy diferente al intercambio sostenido con las contrapartes canadienses, con quienes todavía avanza la investigación.
El profesor neozelandés Robert E. Bartholomew aceptó que sobre el caso hay demasiada política implicada y no suficiente ciencia y pidió a las autoridades estadounidenses que socialicen su investigación a través de los principios de colaboración y transparencia.
Al final, por más vueltas que le dieron al asunto, una de las conclusiones del foro fue nuevamente la misma de estudios y reuniones anteriores: 'no existe la más mínima evidencia o explicación científica que justifique que en Cuba haya habido ataques contra diplomáticos de Estados Unidos o siquiera un síndrome', según público en Twitter el canciller cubano, Bruno Rodríguez.
O como escribiera sobre los resultados del encuentro científico el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en su cuenta de Twitter: 'La manipulación de Estados Unidos para dañar relaciones con Cuba fracasa ante evidencias científicas.
Quedan al desnudo las mentiras imperiales.' Queda claro que detrás de tanta falacia se esconde el Síndrome de Washington, ese que afecta a la Casa Blanca desde hace ya 60 años: tratar de derribar al Gobierno revolucionario cubano y al ejemplo de su pueblo invicto.
*Prensa Latina
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