Entre tanto, refiere Ezequiel Martínez Estrada: "El destino personal de Martí es una prolongación del destino familiar y éste lo es del destino nacional (...) toda la vida de Martí es epítome de la historia de Cuba, por lo que su biografía puede ser leída (...) como relato personal de una generación histórica", que ¿quién dudaría que esos reflujos llegan hasta hoy?
Hijo de españoles, la madre, nacida en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera y el padre, valenciano, Mariano Martí y Navarro. Tuvieron ocho hijos, el primogénito, el varón José Julián, y el resto muchachas. Ella, amorosa y capaz. Él, caracterizado por la honradez y la rectitud.
Fue un matrimonio al estilo del siglo XIX. Sin embargo, doña Leonor rompió con los códigos sociales de la época al aprender a leer y escribir de forma autodidacta, y algo aún más insólito, fue quien atendió, en ausencia del marido, cuando éste se encontraba en Hanábana, junto al hijo, como juez pedáneo, los pocos bienes de la familia.
Tenía el niño Pepe nueve años (nació el 28 de enero de 1853) y en ese campo ayudaba al padre con los papeles, y corría y andaba por los montes, montaba a caballo y jugaba, cuando al ver un negro esclavo ahorcado, juró lavar con su vida el crimen, que sería el designio de toda su existencia.
El joven Martí, era estudioso y su adolescencia fue la fragua de su independentismo. Tuvo un maestro singular, Rafael María de Mendive y Daumy, proveniente de la pléyade de patricios que buscaban la dignidad nacional de la colonia. Y también allí le crecieron amigos leales. En el alma llevaba la educación familiar, austera y ética.
Años más tarde diría que […] El rincón de la casa es lo mejor, con la majestad del pensar libre, y el tesoro moderado de la honradez astuta, y un coro de amigos junto a una taza de café”.
Por sus ideas sufre represión y cárcel. Escribe su primer periódico y aparece su poema dedicado al 10 de Octubre de 1898, fecha del grito de independencia de Carlos Manuel de Céspedes y compone el drama Abdala. Su padre logra mediante amigos sacarlo de las canteras, donde prisionero se quebranta su salud, y luego viaja a estudiar a España.
“¿Y de quién aprendí yo mi entereza y mi rebeldía, o de quién pude heredarlas, sino de mi padre y de mi madre?”
Su entereza y su rebeldía fueron acompañadas “de una moral acendrada en un grande hombre”. Pero para Cintio Vitier se trata más aún de que fue “sencillamente un hombre”, es decir, una criatura moral sin mutilaciones y por lo tanto sin deformaciones, que supo asumir armoniosamente la totalidad de la imagen humana y proyectarla como paradigma salvador. Se hablará siempre de él como un caso moral, afirmó Gabriela Mistral.
Hay algo sublime en uno de los Cuadernos de Apuntes de José Martí, que pidió quemar a su albacea literario, Gonzalo de Quesada. Corre el año 1885 y la esposa, Carmen Zayas Bazán, le ha llevado su hijo de Nueva York, a lo que añade la humillación del auxilio del Cónsul Español. Se queda solo en el hogar vacío como león enjaulado. Y, escribe: "Si he de envolver el sombrerito de paja y las pequeñas botas que usó hace un año mi hijo, miro si el papel periódico en que los envuelvo está escrito por las pasiones de los hombres, o si defienden cosas de justicia, y los envuelvo en él porque defiende cosas de justicia,─ Creo en esos contagios”.
Para Martí la moral no es una piedra de toque, un cartabón, sino una propiedad inherente a las cosas, a los sentimientos y a las ideas, No admite que pueda haber "una moral grande" y "otra moral chica", revela Martínez de Estrada.
Cuando se recorre su iconografía, se le ve vestido de negro, porque así sería mientras su patria no fuera libre, pero es pulcro, sabe de comidas y come con frugalidad. A los amigos prepara chocolate con sus propias manos y gusta de consumir agua de coco en el fruto. Más allá de su indumentaria es un cubano rellollo. Su carisma le viene de la voluntad de servir al prójimo. Lo hace con gracia y tiene sentido del humor.
Recorrió varios países de la que llamó Nuestra América en su prédica revolucionaria y para estar cerca de Cuba, pero no le fue dado. Es ilustrativo cuando en su querido México ejercía el periodismo con profusión y era reconocido en los círculos literarios.
"En 1876, con respecto a riesgos que encaró en México, había plasmado otra de las máximas cuya consecuencia germinadora recorren su obra como semillas de fuego: 'Y así, allá como aquí, donde yo vaya como donde estoy, en tanto dure mi peregrinación por la ancha tierra,—para la lisonja, siempre extranjero; para el peligro, siempre ciudadano'. Anticipaba lo de 'Patria es humanidad' que escribirá poco antes de morir", subrayó Luis Toledo Sande.
Cuenta su contemporáneo Manuel de la Cruz que su grito de guerra era: ¡A vencer! que debió repetir alborozado al pisar la tierra cubana por Playita de Cajobabo, después de remar como el primero y halar el frágil bote que conducía al pequeño grupo que comandaba Máximo Gómez, admirado de su fortaleza física, aunque era un hombre de estatura media, parecido a sus amigos tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso.
Dicen que quien no oyó a Martí en la intimidad no se da cuenta de todo el poder de fascinación que cabe en la palabra humana. Sin embargo, tal como en sus días de prédica preparatoria de la Guerra Necesaria, el Comandante Mariano Corona Ferrer cuenta el ambiente del campamento que recibiría, a orillas de un arroyo a Martí, Gómez y José Maceo. El Mayor General Antonio Maceo mandó a montar a caballo para dar la bienvenida a la comitiva y luego formar para escuchar a los líderes:
"El entusiasmo fue delirante, la excitación inmensa; si en aquel instante España, con todos sus soldados, se hubiera atrevido a presentarse en aquella fiesta de patriotismo y de honor, se hubieran vuelto rumbo a Europa los chacales de la conquista."
En la partida de Gómez y Martí, un ayudante preguntó a Maceo ¿cómo el General Gómez va hasta Camagüey con tan poca fuerza? El Titán de Bronce respondió: El General Gómez lleva consigo un gran ejército: su estrategia.
Cierto que Gómez llevaba su estrategia, pero iba acompañado de un Martí sin par, el insigne estratega de una revolución nacional anticolonialista y antimperialista, que en carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado dice:
"Mi hermano queridísimo:... ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo fuerzas con qué realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso."
Hasta estos días nos ha llegado ese paradigma salvador, su gran estrategia de profundas lejanías.
Referencias
- Martínez Estrada, Ezequiel. Martí revolucionario, t.1 La Habana, Casa de Las Américas, 1967, p.43
-http://librinsula.bnjm.cu/secciones/246/nombrar/246_nombrar_1.html (Consultado en enero de 2019)
-Martí, José. Documentos familiares [Compilación y notas de Luis García Pascual], casa Editora Abril, La Habana, 2008, p. 110, 117
-Martí, José: Obras Completas, t. 22, p. 17
-Vitier, Cintio. Vida y Obra del Apóstol José Martí. Centro de Estudios Martianos, Cuba, 2006, p. 20
- Martí, Jose. Cuaderno de Apuntes. O.C. t.22 p. 186
- De Quesada y Miranda. Así vieron a Martí. Editorial de Ciencias Sociales, 1868.
- Martí, José. Obras Completas. Tomo 28
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