Chalecos amarillos caminan por los Campos Elíseos,
durante una protesta,
8 de dic. de 2018, París. Foto: Efe
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Mucho se ha hablado de quiénes están detrás de los chalecos amarillos como una forma de desprestigiar a un movimiento que ha puesto la voz de alerta mundial contra la tercera oleada neoliberal y el peso cada vez más voraz del capitalismo sobre las espaldas de los trabajadores.
Los últimos tres gobiernos franceses han elegido como política fiscal aumentar las desigualdades. Les han quitado impuestos a los empresarios, a los millonarios, a las grandes fortunas. Como contraparte, han ahogado a los trabajadores, les han quitado derechos y pretenden que la crisis capitalista las paguen los de abajo y no lo de arriba.
El gobierno conservador y tecnócrata de Emmanuel Macron había anunciado una suba en los combustibles que se materializará en enero. En 2018 el aumento ya había alcanzado un 23%. Desde la cajita de cristal en la cual gobierna nuevamente demostró el odio que siente por el pueblo.
Para sorpresa del gobierno, los medios de comunicación y las organizaciones sociales, sindicales y políticas de Francia, un movimiento sin referencias ni liderazgos visibles ni estructura organizativa ha puesto patas para arriba las visiones maniqueas de la realidad de los generadores de opinión. La visibilidad del enojo social en tiempo de Revolución 4.0 fue la utilización de esos chalecos amarillos fosforescentes que debe usar obligatoriamente los automovilistas cuando tienen que bajar de su auto en la ruta. Esa visibilidad está hoy dando vueltas al mundo.
Las convocatorias surgieron por whatsApp, twitter y facebook y cuatro semanas después ya concitan el apoyo del 72% de los franceses y su efecto se ha contagiado hacia sus países vecinos Bélgica, Holanda y España. Y promete no detenerse.
Desde su aparición en la vida pública, el sindicalismo combativo, los estudiantes y otros movimientos se ha sumado a las protestas de los chalecos amarillos. La ultraderecha del Frente Nacional de Marine Le Pen ha tratado de cooptar este espacio para llevarlo hacia las aguas podridas del racismo. No lo ha logrado.
El reclamo social excedió el tema de los combustibles. Se exige ahora por una “asamblea de ciudadanos”, una especie de constituyente social, que debata el rumbo socio-económico del país. La pregunta es clara, ¿cómo es posible que Francia haya sido en 2017 el quinto país productor de riquezas en el mundo en tanto que el desempleo y el trabajo precario crecen?
Las demandas sociales también se hicieron visibles ante la sordera de Macron, el pedido de dimisión al presidente resonó en las manifestaciones de este sábado 8 en toda Francia.
- Aumento del salario mínimo a 1.800 euros mensuales con repercusión sobre el conjunto de los salarios, pero también de las pensiones y mínimos sociales.
- IVA del 5,5% para los productos de primera necesidad, particularmente el gas y la electricidad.
- Un sistema tributario progresivo, que tenga en cuenta los ingresos
- El restablecimiento del impuesto a la riqueza que fue quitado por Macron, pero también por sus predecesores Sarcozy y Hollande.
El pueblo logró una primera victoria, que Macron, al que llaman “presidente de los ricos”, haya tenido que quitar la medida de la suba del combustible y garantizar que tampoco habrá aumento en el 2019. La precisión de este apodo reside en el cambio al impuesto que otorgó a las grandes fortunas que le perdonó a los millonarios seis mil millones de euros.
La central obrera más grande y representativa de Francia, la CGT, sumó su estructura a las marchas y demandas de los chalecos amarillos. Denunció que el país que proponen Macron y sus poderosos aliados es “una sociedad sin perspectivas para los que producen la riqueza mediante el trabajo. Ni a la juventud ni a los jubilados ni los trabajadores tienen futuro. El gobierno juega con fuego, banalizando las reivindicaciones e ignorando a las organizaciones sindicales”.
“Los trabajadores activos, jubilados, los ciudadanos experimentan una cólera legítima para tener los medios para vivir dignamente, para más justicia social. Esta cólera incluye a la CGT. En este período de claroscuros donde los monstruos pueden emerger, la CGT llama a los ciudadanos a que su cólera no sea desviada por los que destilan ideas xenófobas, racistas y homófobas. Es que solo juntos que podremos influir en la política del presidente de los ricos”.
Quisieron demonizar un reclamo social y lo internacionalizaron. Quisieron minimizarlo y circunscribirlo a un reclamo sectorial y ahora piden justicia social, distribución de la riqueza y el fin del modelo conservador francés. El mundo acaba de descubrir que el país de la igualdad y la fraternidad hay desigualdad y bronca.
La historia rebelde de Francia no está enterrada. La Comuna de Paris, La Revolución Francesa, las revueltas obreras, el Mayo del 68 volvieron a la memoria colectiva vestida con una chaleco amarillo.
*Fito Aguirre
Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA Autónoma.
https://www.alainet.org/es/articulo/197069
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