Jesús Dávila.─ La ya retrasada operación en tres fases para derrocar el gobierno de Venezuela comenzó esta semana con la llegada de técnicos y políticos para establecer en Puerto Rico una base logística de retaguardia, lo que coloca a esta pequeña nación isleña y colonia de Estados Unidos en un papel delicado en un complejo escenario geopolítico.
Los aspectos conocidos de la operación incluyen un ataque militar, que debe incluir fuerzas internas de Venezuela, así como de otros países, el establecimiento de un régimen no electo pero consensuado entre grupos opositores y, finalmente, un acuerdo para un proceso electoral, todo lo cual -según los planes- debe poner fin a la revolución bolivariana.
Aunque cualquier participación de EEUU en una ofensiva militar tendría que involucrar al Comando Sur y la Cuarta Flota, el establecimiento de la base logística de retaguardia en Puerto Rico coloca también en el teatro grande de operaciones al Comando Norte y al Quinto Ejército, por lo menos para defender las instalaciones o el liderato de exilados. El huracán María del año pasado tuvo el efecto colateral de brindar al Quinto Ejército la oportunidad de un amplio reconocimiento del territorio de Puerto Rico, además la experiencia de operar puntos de importancia estratégica para el almacenamiento y movilización de suministros.
Brasil, con los potentes radares de la base de cohetes de Alcántara, ha sido mencionado como un puntal importante para cualquier operación de este tipo. Pero Puerto Rico, a poco menos de 900 kilómetros de distancia de Venezuela, queda en un punto de mayor acceso que Alcántara, que se encuentra a bastante más de 2.000 kilómetros de Caracas, inclusive más lejos de lo que están las bases militares estadounidenses de la Florida.
De todas formas, la cómoda ventaja de Jair Bolsonaro en las encuestas para ganar la presidencia de Brasil en la segunda vuelta del domingo próximo sobre el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, podría facilitar el uso de las unidades militares que ya están cerca de la frontera. Así mismo, el nuevo gobierno de Colombia -donde de hecho hay puestos avanzados de EEUU- se considera propicio para ordenar que sus tropas crucen la frontera.
Por supuesto, un triunfo de Haddad el domingo puede tener efecto negativo para cualquier plan de invasión. Además, el hecho de que la popularidad de Haddad haya seguido aumentando por encima del 40 por ciento en la última semana plantea el problema de si una aventura militar contra el país vecino tendría efectos sobre la estabilidad interna, de la misma manera que el hecho de que, por primera vez, las fuerzas de izquierda de Colombia hayan consolidado un poder electoral del 40 por ciento apuntaría a posibles efectos similares en esa otra nación sudamericana.
La situación centroamericana es todavía más delicada, en particular la de Honduras, donde también hay una base estratégica de EEUU cuya seguridad la tienen a su cargo reservistas de Puerto Rico. El fracaso, hasta ahora, de los intentos para derrocar el gobierno sandinista de Nicaragua, han puesto límite al avance hacia el sur de los ejércitos irregulares de las pandillas narcotraficantes conocidas como “las maras”, que siguen concentradas en el triángulo de El Salvador, Guatemala y -sobre todo- Honduras.
Fue precisamente en San Pedro de Sula, una de las ciudades más golpeadas por las maras, donde se originó la más reciente caravana de migrantes que huyen de la miseria y, en especial, de la violencia pandillera. Esa caravana, apoyada logísticamente por una organización de jornaleros de EEUU, intenta avanzar hacia la frontera suroeste de EEUU a través de México, donde en diciembre próximo debe asumir el poder el gobierno izquierdista de Andrés Manuel López Obrador.
La continuada estabilidad de Cuba, con su proceso para una nueva constitución, así como el acceso creciente que están teniendo China y Rusia en la región caribeña, complican más el panorama para el plan de tres fases contra el gobierno de Venezuela. Es un teatro grande en el que cualquier operación armada de derrocamiento puede lanzar una onda expansiva de grandes e impredecibles proporciones.
En días recientes, la alta representante de la Unión Europea para política exterior, Federica Moghenni, advirtió que “una intervención desde el exterior o cualquier uso de la fuerza (contra Venezuela) desde el exterior sería inadmisible para nosotros y agravaría todo”.
Por su parte, el entusiasta promotor de la base de Puerto Rico y del plan de las tres fases, Antonio Ledezma, insiste en que “las condiciones están dadas” para la operación, aunque consigna que “ya estamos tarde”, según le declaró esta misma semana al ABC de Madrid.
Cualquier tardanza no es atribuible al gobierno anexionista de Puerto Rico, que ha hecho gestiones desde antes de que entrara en escena pública Ledezma, que escapó de Venezuela luego de estar encarcelado por presunto apoyo a la intentona golpista conocida como “Golpe Azul” o “Plan Jericó”. Ya en marzo pasado, el gobierno isleño había pedido formalmente al diputado opositor venezolano Luis Florido que organizara una reunión en Puerto Rico entre los grupos de oposición de Venezuela y el presidente Donald Trump, cosa que no se materializó entonces.
Sin contar con el beneficio agregado que pudiera ser la fuente de suministro cercano de petróleo y gas para la maltrecha economía de Puerto Rico si se implanta en Venezuela un gobierno aceptable para EEUU, Puerto Rico tiene otros asuntos pendientes en toda la operación. Por ejemplo, en junio pasado, el gobernador Ricardo Rosselló le planteó a Trump la utilidad para las relaciones hemisféricas que se podría obtener convirtiendo esta colonia en estado de la Unión.
Hasta ahora, tales consideraciones no han ablandado el corazón de Trump, que no pierde oportunidad de decir públicamente que Puerto Rico, regido por una junta impuesta por Washington, tiene el gobierno más corrupto bajo la bandera de EEUU. Pero la guerra y la paz tienen cada una sus propias lógicas y Rosselló busca lograr un papel estratégico regional.
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/196147
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