Norelys Morales Aguilera.─ Carente de evidencias o pruebas, y como si se dirigiese a un público iletrado, el presidente Donald Trump respondió a una pregunta en la Casa Blanca sobre los últimos anuncios del Departamento de Estado. Sus palabras son antológicas: el magnate dijo que hubo un “gran problema” en Cuba. “Hicieron cosas muy malas”.
Estados Unidos, ha decidido escalar un estrafalario complot que parece sacado de los peores antros de la Guerra Fría, sin otra razón, al parecer, que no sea defenestrar lo alcanzado para unas posibles relaciones de buena vecindad con Cuba.
La AP dio cuenta de que el representante demócrata Jim McGovern afirmó que la medida es el ejemplo más reciente de una Casa Blanca “con una impresionante ignorancia en cuanto a la mejor manera de conducir la política exterior”.
Sin embargo, es lo que hay con esta administración. Este 29 de septiembre el Departamento de Estado anunció el retiro de más de la mitad del personal de la embajada de Estados Unidos en La Habana, la suspensión de la emisión de visas, y recomendó a los ciudadanos estadounidenses no viajar a la Isla.
Tras conocerse la declaración del Departamento de Estado, con lenguaje mesurado y profesional, la diplomática Josefina Vidal Ferreiro afirmó que Estados Unidos se precipita. Asimismo recordó que a solicitud de Cuba se reunieron el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla y el secretario de estado Rex Tillerson, el 26 de septiembre.
Rodríguez Parrilla advirtió sobre no tomar decisiones apresuradas que no se sustentan en evidencias ni en resultados investigativos concluyentes; lo instó a no politizar un asunto de esta naturaleza; y le reiteró la solicitud de cooperación efectiva de las autoridades estadounidenses para llevar a buen término la investigación en curso sobre los alegados incidentes con diplomáticos de EE.UU. en La Habana.
Todo se fue por una cañería, pues tres días después el Departamento de Estado anunció sus nuevas medidas. Al mismo tiempo, siguen sin confirmación de lo que ha sucedido. Tillerson admitió carecer de respuestas definitivas sobre los incidentes reportados por sus funcionarios en La Habana.
“Cuba nos ha dicho que continuará investigando”, agregó el secretario de Estado, quien dijo que continuarán cooperando con la isla en este esfuerzo, y ratificó que las relaciones diplomáticas con el país vecino se mantienen, aunque antes habló de ruptura. Total improvisación.
Según el jefe de la diplomacia norteamericana, el trabajo de la misión diplomática en el país caribeño se guía “por los intereses de seguridad nacional y de política exterior de Estados Unidos”. Ya se sabe que en tales objetivos cada vez están más erráticos. Mientras, con la contumaz prepotencia imperial, el texto indica que esta medida se mantendrá hasta que Estados Unidos considere que Cuba garantiza la seguridad de sus diplomáticos.
¿INCIDENTES? ¿ATAQUES?
Ni siquiera el Departamento de Estado parece saber cómo va a nombrar el insólito affaire que vemos en desarrollo, y con poca esperanza de que esto acabe bien para ambos pueblos.
Para Josefina Vidal, las medidas de ahora afectarán las relaciones bilaterales y en particular la concreción de varios acuerdos en temas de interés mutuo, así como los intercambios entre las dos naciones.
Asimismo, y esto es clave, Vidal ratificó que el Gobierno de Cuba no tiene responsabilidad con esos hechos y cumple de manera responsable con lo establecido por la Convención de Viena de 1961 acerca de la protección de la integridad física de los diplomáticos y sus familiares. Algo de lo cual los propios Estados Unidos no se pueden enorgullecer.
Es muy llamativo que correspondió a CNN develar que se trataba de “ataques sónicos”, siempre con fuentes anónimas y con un seguimiento riguroso a un asunto que los Estados Unidos ni pueden explicar ni pueden culpar a autores, con lo que las especulaciones mediáticas inflan el globo de la desinformación y las sospechas infundadas contra Cuba.
Una revisión de lo publicado por la agencia AP revela que no existe una explicación creíble para la variedad de síntomas que, se dice, tienen los afectados: fuertes dolores de cabeza, mareos y pérdida permanente de la audición, deficiencias cognitivas, lesiones cerebrales, problemas para recordar palabras.
La AP consultó a especialistas. Joseph Pompei, exinvestigador del MIT y experto en sicoacústica, quien dijo que “daño cerebral y conmociones, no es posible. (…). Alguien habría tenido que sumergir la cabeza en una piscina repleta de poderosos transductores ultrasónicos”.
Juergen Altmann, experto en armas acústicas y físico de la Universidad Técnica Dortmund, de Alemania, indicó: “No conozco ningún efecto o dispositivo acústico que pueda producir una lesión cerebral traumática o síntomas similares a una conmoción”.
Para corroborar lo insólito de los hechos, el doctor Toby Heys, jefe de un centro de investigación sobre tecnologías futuristas en la Universidad Metropolitana de Manchester, en Reino Unido, dijo a la revista New Scientist que las ondas sonoras por debajo del rango de audición podrían teóricamente causar daño físico, pero sería necesario utilizar enormes bocinas a grandes volúmenes que serían muy difíciles de esconder.
Sin duda, que “incidentes” o “ataques” se mueven en los dominios de teorías improbables e infundadas, pero lo que sí resulta definitivo es que Donald Trump, a tono con sus extravagancias, ha puesto la política con Cuba en manos de personajes de dudosa moralidad y decididos a entorpecer cualquier mejoría en las relaciones bilaterales, y mantener y profundizar el bloqueo económico, comercial y financiero que daña sustantivamente al pueblo cubano. Y, lamentablemente, una vez más, nada bueno va a salir del desafuero imperial.
Cubahora.cu
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