Las zonas oscuras empiezan en cómo y quiénes obtuvieron los documentos, pues la versión del supuesto "hackeo" a servidores del bufete de abogados Mossack-Fonseca no convence a expertos consultados por Prensa Latina, quienes afirman que por un "hueco de seguridad" resulta muy difícil extraer dos mil 600 gigabits de datos.
Cortinas de humo como la traición de una mujer celosa o el empleado descontento, tampoco resultan creíbles. Pero ante la ausencia de una tesis sustanciosa, cobra fuerza la idea de una operación de inteligencia urdida desde centros de poder.
Revelaciones del gobierno de Estados Unidos de que su Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid) financia al Proyecto Reporte del Crimen Organizado y Corrupción (Occrp), aliado del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), muestra una luz sobre el asunto.
La mayoría del "selecto grupo" que forman el ICIJ son jóvenes con un exitoso currículo en la profesión, a quienes otorgándoles el beneficio de la duda, no pocos los ponen en el papel de los "mensajeros" del escándalo, pero no así a la cabeza de la organización y sus fuentes financieras.
El periodista panameño David Carrasco, director del periódico Bayano Digital, dijo a Prensa Latina que en su opinión los periodistas participantes no tuvieron idea del escándalo mundial y no eran conscientes del desenlace del tema, porque son investigaciones por separado.
Puedo sospechar que hubo cierta manipulación de los elementos que estaban coordinando este trabajo, indicó, y argumentó que un proceso a escala global requiere un financiamiento, cuyo origen habría que rastrearlo. Al analizar el panorama de lo ocurrido, que involucra además a figuras políticas y de otros sectores, da la idea de algo que respalda un proyecto de modificación del escenario global y en la recomposición del mundo, esta campaña viene como anillo al dedo, sentenció.
CONFESIONES DE LOS INVOLUCRADOS
"El mail llegó a las 18:03 del viernes 8 de mayo de 2015. Desde Bruselas, la número dos del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, Marina Walker, me anunció: "Tengo algo con ángulo argentino fuerte. Mucho más que en cualquier otra historia reciente. En unas dos semanas te podré contar".
El texto anterior fue publicado el pasado 6 de abril por Hugo Alconada en el diario La Nación de Buenos Aires, quien en la misma nota señaló que "ICIJ funciona como un club al que sólo se entra por invitación de quienes ya lo integran" y aseguró también: "acceder a los datos conllevó aceptar las condiciones de ICIJ".
Primero estuvo la idea de desacreditar a la expresidenta argentina Cristina Fernández, pero el propio Alconada confiesa que pidió cautela, pues los vínculos de las empresas y los personajes mediante los cuales se intentaba desprestigiarla, serían "falsos positivos".
"El material llegaba por oleadas. Así, nombres que no aparecieron en las primeras búsquedas surgieron después, forzándonos a "peinar" la base una y otra vez", continúa la narración.
"¿Por qué llegaba en oleadas? Porque la fuente anónima del diario alemán enviaba información cruda -correos electrónicos, contratos, recibos, certificados y más- de Mossack-Fonseca. Y luego los técnicos del ICIJ -junto a Brom (Ricardo, informático) desde Buenos Aires- debían procesarla, incorporarla a la base de datos encriptada y abrirla para la búsqueda de los periodistas".
Por esas ironías de la casualidad, el propio diario La Nación está mencionado en los documentos, porque después de la venta de su sección de clasificados apareció como accionista de la compañía creada por el bufete Mossack-Fonseca, lo que se apresuraron a comunicar públicamente.
Prensa Latina habló con uno de los periodistas del ICIJ que participó en la investigación Papeles de Panamá, y que tiene acceso a los documentos bajo estrictas medidas de seguridad.
"Tanto en público, como en privado, dos periodistas del diario alemán Süddeutsche Zeitung explicaron que recibieron los expedientes de alguien cuya identidad no revelaron y decidieron compartirla con el ICIJ, pero todo se ha confundido al explicar esto", dijo el periodista bajo anonimato.
"La forma de trabajar de nosotros es que cada cual busca en los millones de expedientes lo que interesa al medio para el cual labora, rastreando palabras claves, porque la información no está ordenada por categorías, ni países", afirmó la fuente.
La investigación del ICIJ es colectiva y se comparte lo que se encuentra y analiza -dijo-, después cada uno se enfoca a sus intereses; la búsqueda es de manera artesanal y a través de palabras, por ejemplo un nombre, sin una guía preestablecida.
"Tal vez haya cosas que no se vieron ahora y de aquí a cinco años pudiera salir una bomba", explicó y detalló que entre las medidas de seguridad está trabajar sobre una plataforma privada, con reglas de autenticación de usuarios y sus contraseñas.
La fuente anónima reconoció que "tal vez fuese un error ponerle Panamá Papers a la investigación, por las implicaciones que ha tenido sobre la nación.
"Cuando un país determinado es foco de la investigación, hemos usado el nombre de ese país en el título del proyecto", justificó Marina Walker, en declaraciones al diario panameño La Prensa.
"Los documentos son el punto de partida. La gente habla de una filtración, pero es una investigación y por eso este proceso dura un año revisando los documentos", dijo Emilia Díaz-Struck, editora de investigación del proyecto.
PAPELES MANIPULADOS
Es costumbre del periodismo de investigación para ofrecer mayor credibilidad a los hallazgos, presentar fotocopia de algún original, aunque se "tapen" nombres o términos que pudieran comprometer a terceros, o que al menos se reproduzcan textos, pero curiosamente esta vez solo están las versiones de los periodistas.
Conjeturas, afirmaciones y vínculos forzados son parte del escenario actual con dimensiones de escándalo, donde se mezclan supuestos delitos con una organización empresarial y bancaria de vieja data, cuya falta de control aplicado por la escuela liberal primero y la neoliberal después, desordenaron el mundo económico y financiero.
El domingo 4 de abril estalló el show mediático cuya figura principal fue el presidente ruso, Vladimir Putin, quien no está mencionado en ninguno de los documentos extraídos de las arcas de Mossack-Fonseca, según reconocen todos los medios, pero sin duda alguna es una historia forzada de vínculos como retaliación por la popularidad del líder ruso.
Algo similar intentaron con Cristina Fernández, a la cual acusan de vínculos de su fallecido esposo con un empresario argentino que no aparece mencionado, entonces culpan a la firma panameña de abogados de esconder documentos que supuestamente lo comprometen, en un intento por "revelar" lo que no dicen los Papeles de Panamá.
"Llama la atención que los medios argentinos no le hayan dado tanta importancia al caso de Macri teniendo en cuenta la gravedad de la denuncia", publicó el diario alemán Süddeutsche Zeitung, que lidera el escándalo.
Esta publicación criticó que le dieron "más importancia a la denuncia vinculada al secretario de Néstor Kirchner que al propio Mauricio Macri".
Mientras, tuvo poco o casi ninguna difusión el trabajo donde se muestran relaciones de Mossack-Fonseca con empresas creadas por servicios de inteligencia de Estados Unidos y Reino Unido, entre ellas la del iraní Farhad Azima, uno de los protagonistas del escándalo Irán-Contras, que estremeció al gobierno de Ronald Reagan.
Igualmente se hicieron trabajos que reflejaron al menos a 200 estadounidenses vinculados a las sociedades aparecidas en los documentos sustraídos, como para "justificar" que sí se habló de norteamericanos, aunque ninguno con la trascendencia de los "políticos molestos" que ocuparon portadas de la "gran prensa".
El sitio web McClatchyDC, el propio domingo cuando comenzó el escándalo, publicó que en los Papeles aparecía Robert Miracle, acusado en una causa del esquema de fraude llamado Ponzi.
Otros mencionados por un artículo del Washington Post sobre el tema fueron los convictos Bernard Madoff y Allen Stanford, también ligados a sistemas piramidales de estafa, y otros dos condenados en viejos escándalos como Raj Rajaratnam y Paul A. Bilzerian, por abuso de información privilegiada el primero, y fraude de valores el segundo.
Un especialista en paraísos fiscales intentó justificar la falta de personalidades de Estados Unidos en el escándalo por una relación de tratados entre ese país y Panamá con la apertura de cuentas bancarias; pero hasta ahora ningún banco panameño aparece asociado al escándalo.
El revuelo publicitario solo prepara el escenario para el Nuevo Orden Mundial, porque papeles son solo eso: papeles.
*Corresponsal de Prensa Latina en Panamá.
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