La tercera del Frente

Agustín Lewit*.-- Tabaré Vázquez se calzó por segunda vez la banda presidencial, dando comienzo al tercer período consecutivo del Frente Amplio (FA) al frente del gobierno uruguayo. Al final del mandato que comienza, la coalición de centroizquierda completará quince años ininterrumpidos en el poder, algo que no sucedía desde las tres presidencias coloradas previas al golpe de 1973.

A contrapelo del supuesto “desgaste de la gestión”, el FA encara la nueva presidencia con sobrados signos de fortaleza. El abultado porcentaje de votos que catapultó a Tabaré al sillón presidencial –el más alto desde el retorno democrático y la distancia más grande obtenida en un ballottage desde su instalación– hablan del elevado apoyo popular que despierta su figura en particular y la formación que representa en general. Hilando más fino, el triunfo en primera vuelta del FA en catorce de los diecinueve departamentos, incluyendo distritos históricamente opositores como Salto y Rivera, evidencia una hegemonía en franca expansión. Complementando lo anterior, la inclinación mayoritaria del voto joven hacia el frenteamplismo en las últimas elecciones, a pesar de que competía con el candidato más avanzado en edad, refleja una fuerza con buena perspectiva a futuro.

Al igual que la mayoría de los países de la región, la última década uruguaya ha conjugado con un virtuosismo inédito un sostenible crecimiento económico con numerosas mejoras sociales. Desde 2004 hasta la fecha, Uruguay mostró una expansión promedio de su PBI del 5,5 por ciento, evidencia
en la actualidad uno de los índices más bajo de pobreza del continente, ha logrado achicar los niveles de desigualdad y ha puesto en práctica una serie de programas sociales de amplio alcance. Crear las condiciones para que dicha ecuación se mantenga se presenta como el principal y más general desafío para la gestión que comienza. El fuerte respaldo recibido, que no puede sino leerse como una amplia aprobación del rumbo de los dos últimos gobiernos, podría ser el combustible necesario para encarar las reformas estructurales –sobre todo económicas– que aún aguardan ser implantadas.

Al mismo tiempo, y marcando un hecho inédito en Uruguay por tercer período consecutivo, el oficialismo gozará de mayoría parlamentaria en ambas cámaras, lo cual, en principio, le asegurará al flamante presidente un buen margen de gobernabilidad. La clave allí –antes que sortear con éxito los embates de la oposición– radicará en saber congeniar las distintas vertientes que cohabitan dentro del oficialismo, para efectivamente poder sacarle provecho a la mayoría. Puntualmente, habrá que contener las disputas que con seguridad se sucederán entre la fracción liderada por el ahora senador José Mujica, quien controlará la mayoría dentro de la bancada oficial, y los sectores más centristas.

De todas formas, más allá de las numerosas diferencias internas –que se evidenciaron recientemente, por ejemplo, con la conformación del nuevo gabinete—, el Frente Amplio se ha consolidado con el tiempo, más que ninguna otra fuerza de la región, como un experimento exitoso de unidad de distintas tendencias progresistas que supieron privilegiar la unión antes que las contradicciones.

Esa premisa, tan difícil de sostener en política, esconde la clave del crecimiento del FA, el que con el triunfo presidencial de 2004 logró poner fin al monopolio con el que blancos y colorados se prestaron la presidencia por más de un siglo. La irrupción del Frente Amplio enterró así el bipartidismo y sentó las bases de un multipartidismo moderado en el que claramente goza, luego de una década de acumulación política, de una hegemonía indiscutida. El declive de los colorados, quienes obtuvieron en octubre pasado el segundo peor registro de toda su historia, y cierto estancamiento del partido Nacional contribuyeron mucho al escenario político actual.

Cinco años tendrá Tabaré para consolidar lo hecho y avanzar con lo que se adeuda. El escenario interno parece propicio para ello. El externo, en cambio, asoma un poco más turbulento. En consecuencia, estrechar vínculos con la región se torna imprescindible. ¿Será consciente Tabaré de ello? Ojalá.

* Investigador del C. C. de la Cooperación, periodista de Nodal/Publicaciones suyas son habituales en este blog por cortesía del autor

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