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Editorial: La fuga de cerebros en Cuba, cortesía de EE.UU.
El Secretario de Estado John Kerry y la embajadora estadounidense ante Naciones Unidas, Samantha Power, han elogiado la contribución de médicos cubanos que atienden a pacientes con ébola en África occidental. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, una agencia federal norteamericana, recientemente envió a un funcionario a una reunión regional organizada por el Gobierno cubano en La Habana, para coordinar la lucha contra la epidemia. En África, los médicos cubanos están laborando en instalaciones construidas por Estados Unidos. El virus ha tenido el inesperado efecto de inyectarle sentido común a una relación innecesariamente tóxica.
Sin embargo, los médicos que trabajan en África occidental hoy podrían fácilmente abandonar sus obligaciones, tomar un taxi a la embajada estadounidense más cercana y solicitar estatus migratorio, mediante un programa que ha permitido miles de deserciones. De ser aprobados, pueden ingresar a Estados Unidos en cuestión de semanas, a pocos años de convertirse en ciudadanos estadounidenses.
Hay muchos aspectos condenables de las políticas fallidas de Estados Unidos respecto a Cuba y el embargo que impone a la isla desde hace décadas. Pero el programa que incentiva la migración de personal médico durante asignaciones oficiales en el exterior es particularmente difícil de justificar. Durante el recién terminado año fiscal, 1,278 profesionales médicos, un número récord, obtuvieron autorización de inmigrar.
Es incongruente que Estados Unidos valore las contribuciones de los médicos cubanos enviados por el gobierno para asistir en crisis mundiales, como aquella del terremoto en Haití en 2010, mientras procura desestabilizar al estado facilitando las deserciones.
El sistema migratorio estadounidense debe darles prioridad a los refugiados y a las personas perseguidas más vulnerables del mundo. Pero no debe utilizarse para agravar la fuga de cerebros de una nación adversaria, sobre todo, cuando mejorar la relación entre los países es un objetivo viable y sensato.
El programa, diseñado por la rama ejecutiva, comenzó en agosto de 2006, cuando Emilio González, un exiliado cubano, firmemente opuesto al gobierno de la isla, estaba al mando del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos. González describió las condiciones laborales de los médicos como “tráfico de personas sancionado por el Estado”. En esa época, la administración Bush estaba procurando sabotear al Gobierno cubano. Facilitar la defección de médicos que participan en misiones en el exterior representa una oportunidad de atentar contra la principal herramienta diplomática de la isla y humillar al régimen de los Castro.
Cuba lleva varios años usando sus brigadas médicas como su principal fuente de ingresos y poder persuasivo. La isla tiene uno de los índices más altos de médicos per cápita en el mundo, y ofrece becas para cursar estudios de salud a cientos de estudiantes internacionales cada año. Entre ellos, ha habido algunos estadounidenses. Según cifras del Gobierno cubano, más de 440,000 habitantes en la isla de 11 millones están empleados en el sector de la salud.
La Habana obtiene petróleo subsidiado de Venezuela y dinero de varios países como remuneración por la atención médica que brinda. Este año, según el diario estatal Granma, el gobierno espera recibir $8,200 millones de dólares a cambio de la labor médica de su personal en el exterior. La gran mayoría de los que están desplazados actualmente, unos 46,000, trabajan en América Latina y el Caribe. Unos 4,000 están asignados a 32 naciones africanas.
Los profesionales médicos, como la mayoría de cubanos, ganan sueldos bajos. Este año, el gobierno aumentó el salario de los profesionales de la salud. Los médicos ahora ganan aproximadamente $60 dólares por mes y los enfermeros ganan unos $40 dólares por mes. Las asignaciones en el exterior representan una oportunidad de ganar sustancialmente más. Los doctores que trabajan actualmente en Brasil, por ejemplo, reciben aproximadamente $1,200 dólares por mes.
Los 256 profesionales médicos que atienden a pacientes con ébola en África occidental están recibiendo subsidios diarios de aproximadamente $240 dólares por parte de la Organización Mundial de la Salud. José Luis Di Fabio, el jefe de la misión de la OMS en La Habana, dijo que los médicos y enfermeros en África viajaron por voluntad propia. “Son voluntarios”, dijo durante una entrevista. “Hubo algunos que se echaron para atrás y no hubo problema”.
Algunos médicos que han desertado dicen que las asignaciones en el exterior han tenido un elemento implícito de coerción, y se han quejado porque el Gobierno cubano se embolsilla la mayor parte del dinero que genera sus servicios. Sin embargo, el Departamento de Estado dice en su más reciente informe sobre tráfico de personas que la supuesta coerción de profesionales médicos cubanos “no parece reflejar una política uniforme del gobierno”. Aún así, La Habana podría pagarle a su personal en el exterior de manera más generosa si las brigadas médicas van a seguir representando una importante fuente de ingresos.
El año pasado, el gobierno cubano flexibilizó las restricciones migratorias, autorizando que la mayoría de sus ciudadanos, incluso los disidentes, pudieran salir y entrar al país libremente. Los médicos, quienes en el pasado eran sujeto de restricciones más estrictas, también pueden viajar sin mayores problemas actualmente. Estados Unidos reserva 20,000 visas de inmigración para cubanos en la isla cada año. Adicionalmente, quienes logran llegar por vías irregulares, automáticamente adquieren la residencia legal.
El gobierno cubano considera el programa de defección de médicos como un símbolo de duplicidad por parte de Estados Unidos. Inhibe la capacidad de Cuba a la hora de contribuir en crisis internacionales y no ayuda, en lo mínimo, a crear una sociedad más abierta o democrática. Mientras se mantenga esta política incoherente, establecer una relación más saludable entre ambas naciones va a seguir siendo difícil.
Como un creciente número de cubanos, a muchos profesionales médicos seguramente les seguirá interesando la posibilidad de emigrar a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, y están en su derecho de hacerlo. Pero invitarlos a desertar durante misiones en el exterior es excesivo.
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