"Boom" de agentes encubiertos en Estados Unidos

Las operaciones encubiertas eran una prerrogativa del FBI hasta hace poco. Ahora, en cambio, son una práctica que está muy extendida dentro de las agencias federales de Estados Unidos.

Una práctica tan extendida que a veces los agentes secretos se ponen a investigar, sin saberlo, a personas que son a su vez agentes encubiertos de otros organismos gubernamentales: una paradoja que muestra la propagación del fenómeno y que plantea dudas y críticas sobre el cumplimiento de las libertades civiles.

Médicos falsos o falsos manifestantes, agentes del Departamento de Agricultura, de la agencia de Ingresos, de la antidroga y de la anti-armas se 'disfrazan' - informa New York Times, sobre la base de entrevistas y documentos examinados - para desenterrar crímenes utilizando una táctica controvertida, la de las operaciones encubiertas, hecho que a su vez ha creado muchos problemas a la administración Obama. El caso más sorprendente ha sido el de "Fast and Furious" (Rápido y Furioso), la operación encubierta llevada a cabo entre 2009 y 2011 por las autoridades de Estados Unidos contra el narcotráfico, que como único resultado ha obtenido dejar en manos de los criminales mexicanos armas estadounidenses.

A pesar del episodio y la polémica que siguió, un creciente número de agencias federales continúa recurriendo a operaciones encubiertas, que se consideran como una herramienta indispensable para obtener información que, de otra manera, sería difícil, si no imposible, lograr. "Ejecutado de modo correcto, el trabajo encubierto puede ser muy eficaz, pero comporta serios riesgos y debe llevarse a cabo sólo después de un adecuado entrenamiento y bajo la debida supervisión", dijo Michael German, ex agente del FBI, subrayando que la práctica involucra al Gobierno en actividades criminales y por lo tanto se justifica "sólo si es utilizada para resolver los crímenes más graves".

Recientemente, otro caso de agentes encubiertos originó una discusión: un agente del FBI que en 2007 fingió ser un periodista de The Associated Press (AP), en el marco de una investigación para tratar de identificar a quien amenazó en varias ocasiones con alarmas de bomba a una escuela en el Estado de Washington. El caso emergió años después y ha dado lugar a la firme reacción de la agencia AP, que ha pedido públicamente al Director FBI, James Comey, y el Ministro de Justicia, Eric Holder, que el episodio no vuelva a suceder. Las críticas han sido tan acaloradas que Comey, en una carta a New York Times, había tratado de justificar y defender el trabajo del FBI, diciendo que "cada actividad bajo cobertura incluye subterfugios y engaños, que han sido durante mucho tiempo una herramienta esencial en la lucha contra la delincuencia"./ANSA

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