Noam Chomsky.-- Entre todos los horrores desplegados en la ofensiva israelí en Gaza, el objetivo de Tel Aviv es simple: volver a la norma. En Gaza, la norma es una existencia miserable bajo un sitio cruel y destructivo que Israel administra para permitir apenas la subsistencia, pero nada más.
En enero de 2006, los palestinos cometieron un “crimen” grave: votaron por quien no debían en una elección libre cuidadosamente vigilada, y entregaron el control del parlamento a Hamas. Los medios proclaman constantemente que Hamas está dedicado a la destrucción de Israel. En realidad, los líderes de Hamas han dejado en claro en repetidas ocasiones que aceptarían una solución de dos Estados, de conformidad con el consenso internacional que ha sido bloqueado por Estados Unidos e Israel durante cuarenta años. En contraste, Israel, fuera de unas cuantas palabras vanas, está dedicado a la destrucción de Palestina y se esfuerza en ese cometido. El “crimen” de los palestinos en enero de 2006 fue castigado de inmediato. Estados Unidos e Israel, con la vergonzosa adhesión de Europa, impusieron severas sanciones a la población errante e Israel aumentó su violencia.
Rápidamente, Estados Unidos e Israel empezaron planes para un golpe militar que derrocara al gobierno electo. Cuando Hamas tuvo el descaro de revelar los planes, los ataques israelíes y el sitio se volvieron mucho más severos. No debería haber necesidad de revisar el deplorable historial de lo ocurrido desde entonces. El sitio implacable y los salvajes ataques son acentuados por episodios de cortar el césped, para tomar prestada la alegre expresión con que designa Israel sus periódicos ejercicios de tirotear a los peces en el estanque como parte de lo que llama guerra de defensa.
Una vez que cortan el césped y los desesperados pobladores buscan reconstruir algo después de la devastación y los asesinatos, se acuerda un cese del fuego. El más reciente se estableció después del asalto israelí de octubre de 2012, llamada operación Pilar de Defensa.
Aunque Israel mantuvo el sitio, Hamas observó la tregua, como concede Tel Aviv. Las cosas cambiaron en abril de este año, cuando Al Fatah y Hamas forjaron un acuerdo de unidad que instauró un nuevo gobierno de tecnócratas, sin afiliación a ninguno de los dos partidos. Naturalmente, Israel estaba furioso, y más aún cuando hasta el gobierno de Obama se unió a Occidente en indicar aprobación. Algo tenía que hacerse, y la ocasión se presentó el 12 de junio, cuando tres jóvenes israelíes fueron asesinados en Cisjordania. En un principio, el gobierno de Netanyahu sabía que estaban muertos, pero fingió que lo ignoraba, lo cual dio la oportunidad de lanzar una incursión en Cisjordania, con Hamas por objetivo.
El primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó tener cierto conocimiento de que Hamas era el culpable. También resultó mentira. Sin embargo, la escalada de 18 días después del secuestro logró minar el temido gobierno de unidad e incrementó drásticamente la represión israelí. Al final, Hamas reaccionó disparando sus primeros cohetes en 19 meses, lo cual dio pretexto a Israel para lanzar su operación Margen Protector el 8 de julio. Se dio muerte a cientos de palestinos, en su mayoría civiles, entre ellos mujeres y niños. Y a tres civiles israelíes. Grandes áreas de Gaza quedaron reducidas a escombros. Cuatro hospitales fueron atacados; cada ataque fue un crimen de guerra.
Funcionarios israelíes exaltan la humanidad del que llaman el ejército más ético del mundo, que informa a los habitantes de que sus hogares serán bombardeados, práctica que es sadismo disfrazado santurronamente de piedad. De hecho, no hay lugar en la prisión de Gaza que esté a buen resguardo del sadismo israelí, que puede incluso exceder los terribles crímenes de la operación Plomo Fundido de 2008-09. Las terribles revelaciones suscitaron la reacción acostumbrada del presidente más moral del mundo, Barack Obama: gran simpatía por los israelíes, acerba condena de Hamas y llamados a la moderación a ambas partes.
Cuando los ataques actuales se detengan, Israel espera quedar libre para continuar sin interferencia sus políticas criminales en los territorios ocupados, con el apoyo estadounidense que ha disfrutado en el pasado. Y los pobladores de Gaza quedarán en libertad de regresar a la norma en su prisión gobernada por Israel, en tanto en Cisjordania los palestinos podrán observar en paz cómo Israel desmantela lo que quede de sus posesiones.
Tal es el desenlace probable si Estados Unidos mantiene su apoyo decisivo y virtualmente unilateral a los crímenes israelíes. Pero el futuro sería muy distinto si Washington retirara ese apoyo. En ese caso, sería posible avanzar hacia la solución duradera en Gaza a la que ha convocado el secretario de Estado John Kerry, la cual ha suscitado condena histérica en Israel porque la frase podría interpretarse como un llamado a poner fin al sitio y a los ataques constantes israelíes. Y –horror de horrores– la frase podría incluso interpretarse como un exhorto a aplicar el derecho internacional en el resto de los territorios ocupados. Si Estados Unidos decidiera unirse al mundo, el impacto sería grande. Una y otra vez, Israel ha abandonado planes anhelados si Washington se lo demanda. ¿Podría cambiar la política estadounidense? No es imposible. La opinión pública ha tenido un giro considerable en años recientes.
Durante algunos años ha habido buen fundamento para las demandas públicas de que Washington observara sus propias leyes y redujera la ayuda militar a Israel. La ley estadounidense estipula que no se puede brindar asistencia en seguridad a ningún país cuyo gobierno siga una pauta consistente de graves violaciones de los derechos humanos reconocidos internacionalmente. Israel, sin duda, es culpable de esa pauta consistente, y lo ha sido por muchos años.
Eso podría tener un impacto muy significativo por sí mismo y, a la vez, daría una plataforma para acciones ulteriores con el fin de obligar a Washington a volverse parte de la comunidad internacional y observar las normas del derecho internacional. Nada podría ser más significativo para las víctimas de tantos años de violencia en Palestina.
*Profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Extraido del New York Times por Perfil.com
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