Diez años después de que el Congreso de EEUU empezara a hacerse eco de la epidemia de violaciones que azotaba silenciosamente a sus fuerzas armadas, las víctimas empiezan a contárselo a sus superiores. Con todo, si algo queda claro en el informe anual hecho público es que «nos queda un largo camino por recorrer», admitió el secretario de Defensa, Chuck Hagel.
Las 5.061 denuncias presentadas en el año fiscal que acabó en septiembre del 2012 suponen un 50% de aumento sobre las recibidas el año anterior, pero apenas una quinta parte de las 26.000 personas que admitieron anónimamente en una encuesta del Pentágono haber sido víctimas de abusos sexuales en el contexto militar. Es de asumir que muchas de las víctimas ni siquiera se atrevieron a reconocerlo anónimamente, pero esa encuesta, que data del 2012, ha dejado de hacerse, por lo que no es posible establecer comparaciones.
Eso es lo que ocurrirá el año que viene cuando el Pentágono presente su próximo informe. Según denunció ayer la senadora Kirsten Gillibrand, que ha liderado la respuesta del Congreso a la impunidad de los asaltantes militares, la decisión del Pentágono de cambiar la metodología e incluso contratar a una empresa externa para que continúe estos estudios correrá una cortina de humo e impedirá futuras comparaciones.
Desde el Pentágono, Hagel, que hasta el año pasado se sentaba con ella en la Cámara Alta, le ha dado un empuje a la cúpula militar para contraatacar la epidemia. Dos de sus hallazgos son que el alcohol fue un factor en dos tercios de los casos, por lo que ha pedido una revisión de las normas para ese tema. « ¿Es necesario que te sirvan cinco bourbon a las dos de la madrugada? Probablemente no», explicó el mayor general Jeffrey Snow. La intención es trabajar con los bares y tiendas de licores que rodean las bases militares para lograr su colaboración con los programas de prevención.
El otro hallazgo es que, lejos de lo que pudiera parecer, este no es un problema de mujeres, sino mayoritariamente de hombres, que constituyen el grueso de las fuerzas armadas. Por eso más de la mitad de las víctimas son hombres, según las actuales estimaciones del Pentágono, aunque por ahora supongan sólo el 14% de los casos reportados.
«Tenemos que luchar contra el estigma cultural que desalienta las denuncias y dejar claro que el asalto sexual no ocurre porque las víctimas sean débiles, sino porque el agresor desprecia nuestros valores y nuestra ley», se propuso el secretario de Defensa. «La contribución de las víctimas masculinas será crítica para lograrlo».
El hecho de que los hombres silenciaran sus violaciones por temor a convertirse en una diana de nuevos abusos o de ser despreciados por sus compañeros de armas ha hecho pensar a muchos que el problema era la incorporación de las mujeres a una cultura de hombres y su supuesta desventaja física frente a ellos. Los nuevos datos obligan a replantearse la raíz del problema así como la estrategia para enfrentarlo.
Con todo, la impunidad sigue siendo alta. Menos de la mitad de los casos denunciados llegaron a un tribunal militar, donde el 73% recibió algún tipo de castigo y pocos la cárcel. A diferencia de lo que ocurre en el mundo civil, los que sean expulsados volverán a la sociedad sin ningún tipo de expediente que exponga su pasado y podrán rehacer sus vidas. O volver a atacar. /Con texto de La Rioja.com
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