Fariñas en homenaje a terrorista en Miami |
El Premio Sájarov, según sus creadores, “recompensa a personalidades excepcionales que luchan contra la intolerancia, el fanatismo y la opresión”. Doble moral con Marsellesa de fondo, porque si los ocupantes de la nave oficial del Estado Plurinacional ya habían recorrido medio continente, al impedirles ripostar, estos gobiernos demostraron intolerancia y fanatismo, con una recargada dosis de nostalgia por los siglos de infame opresión colonial.
El presidente Daniel Ortega afirmó que ese día “debe quedar para la historia de la ignominia de los países que se han caracterizado por dominar, explotar, esclavizar a los pueblos de África, de Asia y de América latina”. El ALBA, Unasur, el Caribe, y hasta algunos dignos eurodiputados alzaron sus voces de protesta.
La ilustrada Francia, la “Grecia” del Siglo XVIII y sus principios de libertad, igualdad, fraternidad —- toda la ficción jurídica copiada con descuido por los criollos para encabestrar a las nacientes repúblicas americanas —-, estableció junto a las “democracias” del vecindario, que ellos sí pueden exigir el Estado de Derecho en cualquier parte del mundo… y violentarlo si les place.
Y cuando estos gobiernos se unen en una Dictadura Multinacional para demoler, entre otros, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, derivados “de la dignidad inherente a la persona humana” (ONU, 1966), desde su prensa y sus ONG se declaran los superhéroes de la “Institucionalidad”.
El servilismo del latifundio mediático de Nicaragua, nacido de una vetusta mentalidad colonialista, delata su sincronía con la actitud “torpe y estúpida” como llamó un experto español, la agresión contra el presidente Morales: “(él) no puede hacer lo que quiera y menos fuera de Bolivia. Y que siempre habrá algo o alguien más poderoso que él” (?). Si este editorial no es añorar en voz alta las viejas cadenas de “los poderosos” que se llevaban en carretas y a pie a nuestros indios a Perú, durante incontables noches de lamentos -el verdadero trasfondo de la mítica Carreta Nahua-, ¿qué más podría ser?
En contraste, el profesor Antonio Remiro Brotons, catedrático de derecho internacional de la Universidad Autónoma de Madrid, dijo a la BBC que lo ocurrido fue un “abuso clarísimo” contra la soberanía boliviana y “pone de relieve la falta de decoro de muchos gobiernos”.
El experto recordó a la ultraderecha que “un avión presidencial tiene un estatus especial, goza de total inmunidad. Y con mayor razón cuando va a bordo el Jefe de Estado”. En relación al rumor de que Snowden se encontraba en el aparato, calificó de “inaceptable” que resultara “más importante servir a un país, sin importarle la soberanía del otro”.
Al menos, la Europa que “premia” la lucha contra la “intolerancia” hubiese demostrado, en tanto estuviera en escena el show de Fariñas, un mínimo de decencia para dar cierta autenticidad a su “prédica” de “tolerancia”. Y el “galardonado”, en vez de hablar de que solo se trataba de una “estridencia” del ALBA, aprovechar la oportunidad para probar que no era una “personalidad excepcional” mal inventada por la maquinaria mediática.
“Sigo convencido de que mi pecado, mi delito, es ser indígena y antiimperialista”, expresó el mandatario aymara. Y es que no se trató de simple “estridencia” latinoamericana, como inhumanamente minimizó Fariñas: si el presidente de Austria, Heinz Fischer, no abre el aeropuerto al FAB-001, todo hubiera terminado en un magnicidio.
Bien saben la Eurocámara y el “premiado” que Snowden nunca puso en peligro la vida de nadie. Tampoco ha colocado bombas en un avión civil lleno de deportistas, ni siquiera triquitraques y petardos para asustar turistas en los hoteles. Luis Posada Carriles sí asesinó a un turista italiano en Cuba y antes colocó explosivos C-4 en la nave CU-455 de Cubana de Aviación, donde viajaban 73 vidas a bordo, la mayoría jóvenes que retornaban a La Habana con medallas olímpicas.
Si realmente el Parlamento europeo estuviese preocupado por los derechos humanos, debiera solicitar la entrega del terrorista que hoy disfruta de impunidad, para que respondiera por todos sus crímenes de odio contra la humanidad.
Cualquier premio que enaltezca las libertades fundamentales y olvide esa monstruosidad, aunque haya ocurrido el 6 de octubre de 1976, en 1997 contra turistas en Cuba o el 3 de julio de 2013, cuando fueron expuestos a la muerte los ocupantes del avión presidencial, es inmoral. A no ser que el cinismo sea el máximo galardón de la decadencia occidental.
La Voz del Sandinismo -
Tercera Información/Yoanislandia
No hay comentarios.:
Publicar un comentario