Viejos caminos con ropajes nuevos: el negocio se viste de verde

La humanidad transita viejos caminos con ropajes nuevos. El actual modelo civilizatorio, que se presenta como hegemónico pero en realidad corresponde a una minoría del planeta, lo está arrastrando hacia sus límites, enfrentándolo a múltiples crisis.

En la Cumbre de la Tierra, celebrada en Rio de Janeiro, Brasil, en 1992, los gobiernos del mundo reconocieron que el planeta atravesaba una severa crisis ambiental. A partir del famoso informe Brundtland surgió el concepto del “Desarrollo Sustenable”, un tipo de desarrollo según el cual sería posible mantener y aumentar el crecimiento sin poner en riesgo las futuras generaciones. A partir de ese momento se adoptaron una serie de Convenciones sobre Biodiversidad, Desertificación y Cambio Climático que supuestamente estaban dirigidas a frenar la crisis ambiental.

Parecía que el futuro de la humanidad tenía una chance. Sin embargo no se abordó la raíz del problema: el sistema capitalista y su lógica de crecimiento sin fin. Los intereses creados fueron más fuertes y en lugar del cambio necesario la respuesta fue abrazar e impulsar animosamente salidas neoliberales que han significado la mercantilización de la naturaleza.

Ahora, 20 años después, rumbo a otra Cumbre en Río, la crisis ambiental se ha profundizado y el “Desarrollo Sustentable” lleva el rótulo de “Economía Verde”. Incorporada en 2008 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la “Economía Verde” plantea cambiar a combustibles renovables pero continuar con el mismo sistema productivo, comercial, financiero y de consumo, que ha demostrado largamente ser insustentable.

Sin duda que la propuesta beneficia a las principales economías capitalistas que, sumidas en graves crisis financieras y económicas, encuentran en la “economía verde” una salida para que sus empresas puedan nuevamente acumular capital y obtener más ganancias a partir de actividades productivas y también especulativas. Se trata de redireccionar las inversiones hacia la naturaleza – que se transforma en ´capital natural´– además de invertir en nuevas tecnologías supuestamente limpias -como el uso de la biomasa- y en el ´mercado de emisiones de carbono´.

En ese marco el concepto de pago por servicios ambientales está en el centro de la tormenta. “La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad” (TEEB por su sigla en inglés), una propuesta del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha sido instrumental para asignarle valor económico a la biodiversidad – un obstáculo importante para los impulsores del comercio de la naturaleza.

En esa perspectiva, los “servicios ambientales” y su “comercialización” se tornaron un elemento central de la “Economía Verde”. El resultado será, según Silvia Ribeiro del grupo ETC que monitorea e investiga este proceso, una “mayor mercantilización y privatización de la naturaleza y de los ecosistemas, integrando sus funciones (definidas como ‘servicios') a los mercados financieros". 

Los mercados de carbono entran en esta lógica perversa. Si bien su origen es anterior a la difusión actual del concepto de “Economía Verde”, son una muestra de cómo se pretende mercantilizar y por lo tanto privatizar el aire, el agua, los bosques, la diversidad.

Artículo completo Mujeres en alerta ante el negocio vestido de verde

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