O rompemos o nos rompen

Javier Couso.- Quién supiera cómo salir de tanta debacle en la que vivimos. Tener la piedra filosofal, la espada para deshacer el nudo gordiano. Quien pudiera señalar el camino que condujera a la reversión de esta caída por el abismo.

Ya somos más de cinco millones de personas desempleadas, cifra en permanente aumento hacia los seis millones. Tengo la impresión de que esto es una decisión meditada por la élite económica y financiera.

Cerca de un 20% de la población, según previsiones del propio FMI, se las verá y se las deseará para sobrevivir. Los muy ricos pueden (quieren) vivir con esos millones de excluidos. Les funciona.

En África, por supuesto. Los gobernantes corruptos, las guerras para desestabilizar, las hambrunas y las enfermedades paralizan cualquier intento, no solo de liberarse, sino de tener la posibilidad de construir una sociedad mínimamente digna. Modelo que aplican de manera atenuada a sus propios pueblos.

También en EEUU, dónde convive el primer mundo con un cuarto mundo de 49 millones de personas malviviendo en la pobreza (Datos de la Oficina del Censo de EEUU). Contenidas también con un guerra de baja intensidad a través de la delincuencia asociada al tráfico de drogas y la posibilidad de usar, en periodos de desbordamiento social, las tropas del ejército de represión interior de la Guardia Nacional.

En nuestro país, que tras la «Transacción» y los Pactos de la Moncloa, jamás pasamos de un «Estado del medioestar», como caricatura obscena del bienestar que se vivía en el norte de Europa, asistimos al desmantelamiento no solo de este medioestar escuálido, sino al enterramiento de una forma de Estado Nación con voluntad de proteger derechos de su población, derechos que pensábamos eran parte del ADN europeo.

Lo peor, es que no sabemos qué hacer, no tenemos las herramientas para oponernos a esta especie de golpe de estado financiero a nivel mundial. Algunos salen a la calle de vez en cuando, hasta por cientos de miles gritan su indignación y por un tiempo se reúnen, debaten, vuelven a movilizarse , pero ante la falta de concreción o avances, se convierten en minorías paralizantes. El poder político mira, espera, criminaliza y reprime. Al final, nada ha cambiado. Algunos están más quemados, otros tienen que responder ante los tribunales. La calma social regresa.

Estamos atomizados, sin referentes, hemos perdido la batalla cultural y ya no tenemos propuestas de cambio. Pensamos a la par de lo que deciden los grandes medios de comunicación en su vertiente progre. Odiamos a los que nos dicen que odiemos. Vemos la realidad como quieren que la veamos.

Siento envidia de los procesos en Latinoamérica, de los pueblos que luchan al ALBA, de los países que han reconquistado la soberanía, que han arrebatado la hegemonía al neoliberalismo a través de constituyentes, que han usado el Estado de Derecho para crear leyes y constituciones al servicio de la nación y el pueblo. De los que revierten las privatizaciones expropiando y nacionalizando. De los que reparten la riqueza.

Seguimos en medio. Por un lado cuestionando todo pero sin proponer nada y por otro lado en estructuras que viven en movimiento circular, centrifugando sus miserias con el único objetivo de perpetuarse.

Tristes tiempos, con grandes sindicatos que se pliegan y legitiman el modelo neoliberal. Con partidos que viven en el ventilador de las miserias. Con líderes mediocres, sin más ambición que vencer en las batallas de familias o con responsables políticos que travisten su izquierdismo en la corrupción inmobiliaria. Tristes calles sin salida.

Hace falta recuperar la ilusión, dar un golpe de audacia. Pensar en aglutinar a la gente consciente en torno a unos puntos mínimos por los que empezar a movilizarse. Un proyecto que devuelva a la sociedad lo que nos han robado. Una alianza para recuperar nuestros derechos. Un frente que dome a los especuladores financieros. Una marea que sea capaz de poner en jaque a los gobiernos colaboracionistas de la mafia usurera.

Echando un vistazo a las pasadas movilizaciones asociadas al 15-M, está claro que hay gente, mucha gente que quiere luchar contra este golpe de mercado. Si no quieren las cúpulas, deberemos hacerlo desde abajo. Pero sin entelequias, sin sinergias paralizantes, sin adanismo, sin humo.

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