Alan Gross, el terrorismo y los Cinco

Lorenzo Gonzalo.- La Agencia Internacional del Desarrollo (Development Associates Internacional – DAI) le presta servicios a la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos. Esta última fue creada en 1961, exactamente hace once años. Previo a su creación, existían antecedentes de objetivos similares que datan de la época del Plan Marshall, al terminar la Segunda Guerra Mundial. Esta institución es un instrumento oficial del Estado de Estados Unidos de América, por disposición de la llamada Ley de Asistencia Extrajera de 1961.

Es un organismo del Estado y se define a sí mismo como una Agencia para “impulsar la política exterior estadounidense, extendiendo la democracia y el libre mercado y mejorar la vida de los ciudadanos de los países en desarrollo”. El postulado es perfectamente claro: llevar el sistema político y económico estadounidense a otros países.

La definición no deja lugar a dudas sobre la injerencia en los asuntos internos de otras naciones, especialmente aquellas en vías de desarrollo.

Pero marginándonos del propósito enunciado, las confusiones pueden ser infinitas debido a que Estados Unidos adquirió un desarrollo acelerado, sostenible y con una depredación de recursos inferior al de otras regiones desarrolladas, sin excluir aquellas que han procurado un Estado más justo, como los casos de la Rusia soviética y China.

El objetivo de la Agencia, sin el análisis de las condiciones naturales que favorecieron ese apabullante desarrollo en Estados Unidos y sin considerar su historicidad, es obvio que resulta fácilmente atractivo para muchos que sinceramente puedan desear lo mejor para sus pueblos, algunos de ellos misérrimos y peligrosamente hambrientos.

Por diversas razones los hombres, las mujeres y los pueblos en general, han tenido la tendencia a pensar que son portadores de la verdad. Por esta razón se creen que tienen la fórmula del progreso y la felicidad o culpan a un tercero, con carácter absoluto, de ser el impedimento que no les ha permitido ponerla en práctica.
Una vez lograda cierta estabilidad o llegar al convencimiento de haber hallado la ecuación única y salvadora, se dan a la tarea de expandirla.

Estados Unidos nació de esa manera. De un millón de kilómetros cuadrados que tenían las trece colonias, llegaron a diez millones en menos de ochenta años de su independencia. La expansión, en la mentalidad de sus protagonistas, estaba justificada por su verdad y el beneficio que ella significaba para todos.

Los soviéticos inventaron algo parecido. Los grandes propósitos humanos, siempre han ido acompañados de conquistas, expansiones y la imposición por la fuerza, de ciertas ideas. El transcurrir del tiempo se ha encargado de aproximarlos a la realidad, y por esa vía el mundo ha ido encontrando sus verdades y sorteando las dificultades que les han impedido andar a la velocidad de otros.

Lo importante para los países y en particular las personas, es no dejarse confundir por el propósito implícito en la definición de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, cuyo nombre aclara perfectamente que es un instrumento del Departamento de Relaciones Exteriores del país (State Department).
Cualquiera que acepte los beneficios de esta Agencia, se convierte de facto en un empleado del Ministerio de Exteriores de Estados Unidos.

En este punto debemos señalar el último escándalo que cierta prensa internacional, la mayoritaria y más poderosa, intenta levantar alrededor del juicio en Cuba, a un estadounidense llamado Alan Gross.
El señor trabaja para la Agencia Internacional de Desarrollo (DAI) que mencionamos al principio de este artículo, la cual a su vez es financiada por la Agencia que sirve como un tentáculo del Departamento de Estado.

El señor Gross fue a Cuba para entregar medios materiales que favorecieran el tránsito de ese Estado a uno “demócrata”. Ya sabemos que el término se presta a ambigüedades, sobre todo si insistimos en definirlo a partir de ciertas formas específicas de elegir a los administradores del Estado. Este es el caso de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, para el cual solamente existe una manera de satisfacer la alternancia en el poder.

Cuba trabaja denodadamente por desarrollar un sistema que permita la equidad y la justicia en la distribución de los recursos y la manera menos impositiva y más universal de participación de sus ciudadanos en la administración nacional. Los principios básicos son diametralmente opuestos de aquellos que promueve dicha Agencia, por consiguiente cualquier labor que incentive otras formas o intente imponerlas por procedimientos no contemplados en la Ley, es ilegal. Si viene de fuera, como es el caso de Gross o a través de cualquier nacional que acepte su ayuda, entonces el delito lidia con la prestación de servicio a una potencia extrajera, fundamentalmente orientado a la transformación del Estado. Este delito es penado y duramente perseguido en todos los países, porque significa atentar contra la superestructura del poder nacional.

Considero que la aclaración es válida, porque ya la prensa encargada de desinformar respecto a los asuntos cubanos, se afila los colmillos en espera de presentar como una irregularidad y un exceso, el juicio y la posible condena de este ciudadano estadounidense en Cuba.

Sería bueno que esa misma prensa le prestara un poco más de atención al caso de los cinco agente cubanos que buscaban terroristas en Miami.

La prensa debería ser, en la medida de las probabilidades existentes en cada momento, didácticamente informativa. Debe explicar exhaustivamente cada detalle, todos los pormenores y el origen de cada suceso, especialmente si están en juego las vidas de cinco personas que se han dedicado a evitar la comisión de actos terroristas contra su país, el cual ha sido víctima de acciones semejantes en cientos de oportunidades.

http://martianos.ning.com/profiles/blogs/alan-gross-el-terrorismo-y-los

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