Sudán, la cruda realidad detrás de una promesa de futuro

Daniel Stulin.- Los últimos acontecimientos en Sudán, invitan una profunda reflexión sobre la historia de violación de los pueblos africanos por el hombre blanco. En mis años de servicio, pasé dos de los casi tres años y medio en África en Sudán y Zaire, dos países que conozco mejor que el patio de mi casa.

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África es la frontera final de esa batalla de supervivencia. Estados Unidos, China y Francia están metidos hasta las cejas en operaciones secretas en el Sahara Occidental, Sudán, Ruanda, el Congo, Burundi, Angola, el Chad, Etiopía, Somalia y Eritrea. Si superponemos los mapas de los conflictos bélicos con los mapas de las reservas naturales estratégicas del continente africano, comprobaremos que encajan perfectamente. ¿Coincidencia, quizás? Para nada. Entre tantos países Africanos ricos en recursos, Sudán dispone de mayores recursos naturales aún sin explotar. No hay que extrañarse que Sudán se haya convertido en el epicentro de la guerra sin cuartel en el continente oscuro.

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Sudán es el mayor país de África. Con una superficie de 2,5 millones de kilómetros cuadrados, compite con Europa Occidental en cuanto a tamaño. Desde el punto de vista geográfico, se encuentra estratégicamente situado en el mar Rojo, justo al sur de Egipto, y linda con otros siete países africanos: Eritrea, Etiopía, Uganda, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, el Chad, Libia y Egipto. Sudán tiene un inmenso potencial bélico a causa de las rivalidades regionales que existen. A pesar de tener sólo 35 millones de habitantes, Sudán posee una de las poblaciones más diversas del planeta desde del punto de vista étnico. Existen más de 400 grupos étnicos con su propio idioma o dialecto. El árabe es el único idioma que comparten.

El referéndum en enero 2011, supone un grave peligro para no solamente Sudán, sino el continente africano.

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Dividir países siempre ha sido la política de Bilderberg y del Imperio Británico. La razón es fácil de entender – eliminar la soberanía nacional y la identidad nacional. «Divide y vencerás» es una de las estrategias de amplio alcance utilizada también por Israel, otro país con sumo interés en África. Israel adoptó hace mucho tiempo una estrategia que ellos llaman «tirar de las extremidades para después cortarlas». Esta política consiste en tender puentes a grupos minoritarios en varios países, sacarles del contexto nacionalista y «animarles» a independizarse.

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Para aclararnos, las semillas del conflicto actual en Sudán se plantaron en el siglo XIX como consecuencia de la política colonial británica. Esa política se basaba en un país atacando otro país contra su propio interés. Un ejemplo perfecto de esa política es Darfur, donde estamos viendo como han dividido regiones en tribus de micro-identidad, basados en diferencias étnicas, religiones y geografías. Otros ejemplos de esa política genocida son Ruanda, Nigeria y Kenya.

El juego impuesto por los británicos es puramente psicológico: defender a todo coste su pseudo cultura basada en la supuesta etnicidad tribal. De esa forma, loa pueblos Africanos se auto destruyen desde el dentro. Cuando a una masa social se les trata como a unos animales, que es el caso de Africa Sub Sahariana y la gente luchan simplemente para sobrevivir en condiciones sub-humanas de un genocidio impuesto desde fuera, resulta mucho más fácil manipularles que reconocer la cara del verdadero enemigo. A eso juega el Imperio.

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El Imperio Británico nunca ha respetado la soberanía de ningún país Africano porque los oligarcas no ven a los africanos como seres humanos. El trato es básicamente el de un animal en el zoo. Con el apoyo de los medios de comunicación, las campañas publicitarias a través de la CNN, BBC, Fox, etc. se hacen mucho más fáciles de digerir y de promover.

De hecho, en este momento, la crisis de Sudán sigue un patrón tan visto que casi se ha convertido en una rutina. ¿Cómo se articula la campaña de propaganda en los medios de comunicación? Fácil: Saturación de reportajes desde una región en crisis; llamadas de emergencia para ayudar a la retransmisión en los medios de comunicación electrónicos; fotografías de refugiados mostradas en televisión; testimonios espeluznantes de violaciones “en masa”, que seguramente están pensados tanto para provocar como para generar ira; evocaciones de reproche del genocidio de Ruanda; exigencias de que deben tomarse medidas (“¿Cómo nos podemos quedar de brazos cruzados?”, etcétera); artículos en los principales medios de comunicación que exijan el retorno de la época del benévolo imperialismo, y finalmente, el anuncio de que se está planificando una intervención.

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El escenario de la intervención se copia y pega fácilmente a partir de hechos históricos del pasado. Huelga decir que todo se hace de corazón, gracias a ese gran y bondadoso corazón que tiene Estados Unidos. Primero: crear inestabilidad y caos, que dé la impresión de que los árabes se enfrentan a los africanos (esa gente de allí siempre se están matando entre sí). Segundo: emprender una campaña en los medios de comunicación que centre la atención pública, cual puntero láser, en el aumento de la inestabilidad. Tercero: provocar a la opinión pública y desatar la ira entre una población occidental sumamente manipulada que, casi literalmente, se creerá cualquier cosa. Cuarto: asegurarse de que el diablo —esta vez es la milicia Janjaweed— aparezca montado a caballo. Este último punto subraya los argumentos rígidos y constantes sobre la lucha entre el bien y el mal. Quinto: convertir en el demonio al “enemigo” [léase: los asquerosos árabes] y sus socios [las empresas petroleras chinas y los servicios secretos rusos]. Sexto: hacer avanzar a los soldados cristianos y sus ejércitos “humanitarios”; y, ¡tachán!, ha nacido un movimiento. Séptimo: seguir erosionando el poder del enemigo erosionando su credibilidad. Octavo: bajo los estandartes de la aprobación moral y con el total apoyo de un público occidental muy preocupado, derrocar a las fuerzas del mal [del islam y de Oriente] e instilar un gobierno benévolo, pacífico y a favor de la democracia. En último lugar: acabar con las sanciones, que ya no son necesarias, y proporcionar un “desarrollo” muy necesario, a otro país subdesarrollado. Y ahí está: otra misión “civilizadora” para conquistar a esas hordas de árabes bárbaros, y a esos africanos tribales, enfermos de SIDA, analfabetos e indefensos que se mueren de hambre.

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Sin embargo, la realidad del conflicto de Sudán es otro. El conflicto actual de Sudan se ha creado hace un siglo y dado legitimidad a través de los leyes impuestos por los ingleses entre 1922 y 1925, como por ejemplo “Passport & Ordinance Act” que prohibió una integración entre la parte Norte y la parte Sur del país; los dos creados por los británicos, hasta tal punto que si alguien del norte de Sudan viajaba a sur del país, se lo consideraba un acto criminal.

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Aquella creación de dos Sudanes por parte del Imperio Británico es la causa directa del referéndum de ahora. La campaña actual del Imperio es la siguiente: quitar de en medio al Presidente Omar al-Bashir porque las verdaderos intenciones de esa pandilla de degenerados es Balcanizar el país, un Sudán con recursos naturales de gran valor como petróleo y coltan, en proceso creando cuatro países pequeños y absolutamente dependientes de las potencias externas como la ONU, EEUU, OTAN y los ONGs, todos controlados por naciones occidentales: Sudán del sur, Darfur independiente y dos estados lindando con Eritrea y Etiopia. Las consecuencias de la Balcanización de Sudán nos llevaría a una nueva guerra en el cuerno de África entre Sudán, Eritrea, Etiopía, Kenya, Uganda, Chad, Congo, Zaire.

Las fotos que acompañan este artículo es de campos de refugiados en Chad a unos pocos kms de la frontera con Darfur, Sudán

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