
No estoy seguro si andaba por allí (ruego información) el apátrida narcisista devenido en españolazo, Ángel Abreu, apologista de magnicidios y admirador de “bellos marines”, como gusta llamar a las bestias uniformadas que asesinan mujeres y niños en pérfidas tierras musulmanas. Es comprensible que los habitantes de Oriente Medio den las gracias a Alá cada vez que un “bello marine” (cuyo “trabajo” consiste en torturar, violar y masacrar seres humanos), es enviado al otro barrio. Yo también le daría las gracias.
Durante el transcurso de la concentración barcelonesa, los allí concentrados comenzaron a gritar: ¡Todos somos Zapata!. Al hilo de esa declaración me asaltan inquietantes interrogantes: ¿Allanarán domicilios ajenos? ¿Provocarán lesiones menos graves a terceros? ¿Estafarán a ingenuos? ¿Portarán armas blancas? ¿Fracturarán cráneos con machetes?¿ Alterarán el orden público? No afirmo, sólo pregunto. Es que esas eran algunas de las “virtudes” que adornaban al fallecido.
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