El calentamiento global es una tarea, el problema completo es el capitalismo.

No es una, son dos luchas ineludibles: bajar la temperatura del planeta y realizar el socialismo de futuro.

El resultado de la pugna de intereses en Copenhague es vital para animales, plantas, el medio geográfico y miles de millones de personas. Una derrota significaría destrucción, violencia, enormes sufrimientos y muertes.

Es imperioso que se establezcan obligaciones claras de disminución de emisiones de gases de efecto invernadero en los porcentajes y fechas necesarios, y las cantidades que pagará anualmente cada país desarrollado para el financiamiento de las tecnologías limpias a disposición de los países pobres, víctimas sin responsabilidad en la contaminación de la atmósfera.

Los estados deben firmar un acuerdo vinculante no importa los costos económicos, políticos y sociales que tenga el decrecimiento.

La presión ciudadana y de gobiernos por el compromiso debe oponerse, al mismo tiempo, a que las corporaciones hagan negocio experimentando con tecnologías de dudosos o peores resultados. Enfrentar a los que quieren utilizar la situación para vender la energía nuclear, la manipulación genética, el manejo del clima, la sepultura de CO2, la producción de biocombustibles…; traficar falsas soluciones que conducen a nuevos riesgos.

Es necesario advertir a quienes creen que deteniendo el calentamiento podrán seguir disfrutando por siempre el alto consumo de los países desarrollados y las clases acomodadas de los en desarrollo, que están equivocados porque el sistema seguirá siendo insostenible en el futuro.

Fidel escribió al respecto: "… un sistema insostenible y lo que es peor: incompatible ya con la vida de la humanidad."

La verdad es que la única seguridad humanista de largo plazo es la sustitución del capitalismo que marcha hacia una crisis estructural y al fascismo de las corporaciones.

Si se pudiera volver a tener las temperaturas y la calidad del aire que había en 1780 sin cambiar el sistema sería como quedar donde mismo.

Permanecerían la pobreza, el hambre, las muertes evitables, el imperio, las guerras llamadas justas como las de Irak y Afganistán por petróleo y gas, los arsenales de armas nucleares, químicas y biológicas, el cerco a Palestina, las matanzas en el Congo, la expoliación de los recursos de los pueblos del sur, el productivismo, el agotamiento acelerado de los recursos naturales, el consumismo irracional, las especulaciones financieras, la destrucción de selvas, la depredación de los océanos, el atontamiento cultural de los medias, la falta de trabajo, las mafias criminales…

Hay que cambiar la realidad modelada por los intereses de los capitalistas. La tares de los pueblos es luchar por edificar una civilización humanista que suceda a la libertad de lucro.

El Papa Benedicto XVI expresó “… hace falta un cambio en los estilos de vida personales y comunitarios, en el consumo y en las necesidades concretas…”, “La salvaguardia de la creación exige la adopción de estilos de vida sobrios y responsables, sobre todo hacia… las generaciones futuras”.

La historia última está llena de dolores sin relación con el calentamiento. Son los actos de los capitalistas con sus políticos, militares, religiosos, científicos, publicistas, tras sus provechos individuales.

Es fundamental ir más allá de triunfar en Copenhague.

El enfriamiento de la atmósfera debe ir acompañado del fin del imperio, la conservación de recursos para las generaciones venideras, un estilo de vida frugal nuevo, los bienes y servicios básicos para todos, el respeto a los derechos de los niños y las mujeres, el regreso a la vida social, el fin del consumismo, la preservación de las selvas y todas las formas de vida, el desarme nuclear…

A organizarse por el éxito climático y el socialismo solidario y sustentable.

Fuente: Rómulo Pardo Silva (especial para ARGENPRESS.info)

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