Di$identes: paga por pecar o pecar por la paga

(…) El Papa, si ha de solidarizarse con alguien, la caridad lo inclinaría a hacerlo con el verdadero pueblo de Cuba, víctima de un bloqueo económico, comercial y financiero que dura 50 años y que Juan Pablo II tildó, en 1998, de éticamente inaceptable, porque incluso prohíbe la compra de medicinas que contengan una determinada cantidad de componentes norteamericanos. Hace unos días, el vocero de la Santa Sede, Federico Lombardi, expresó el parecer del Vaticano al condenar nuevamente el bloqueo. Pero nadie en Cuba, podrá imponer una agenda al Papa, en viaje pastoral, invitado por la Conferencia de Obispos Católicos y el Gobierno de Cuba.

Los sedicentes disidentes han cometido, con alguna, excepción, varios errores que los invalidan ante su pueblo, si este los reconociera. Primeramente, hablar en nombre de la nación cuya historia y cuyos padeceres a causa del bloqueo, soslayan culposamente. Después, han pretendido ocupar los templos para generar conflictos entre la Iglesia y el Gobierno previamente a la llegada de Benedicto XVI. La Iglesia Católica, en su respuesta, optó por lo más justo: impedir que su actual y creciente papel de interlocutora, y protagonista en diversos momentos de la historia y la cultura cubana -no en cifras sino en hechos-, derivara hacia la intriga marginal de pretender exigir del Gobierno, entre otros puntos, lo que ya hace varios meses Iglesia y Gobierno resolvieron con la amnistía a centenar y medio de reclusos por delitos políticos. ¿La libertad de qué otros presos piden? ¿Creeremos la nunca demostrada noción mediática de que Cuba es una cárcel?

El último error es definitivo. Han olvidado que en nuestra historia el antianexionismo ha sido la estrella de nuestra bandera. No importa que Narciso López la trajera con esos fines a Cárdenas en 1850. Yara y Bayamo la limpiaron con sangre y cenizas en 1868 y 1869. El Padre Félix Varela le trazó, como uno de los precursores, el único camino: la independencia. Incluso reformistas como José Antonio Saco, si enemigo de la separación de España, fue más acérrimo al rechazar la anexión. Quizás pocos como Saco escribieron páginas tan ardientes cuanto patrióticas contra la anexión a los Estados Unidos. Y para su epitafio pidió que se grabaran estas palabras: El más antianexionista de los antianexionistas. Y José Martí sella la voluntad de la nación al escribir unos días antes de morir en combate, la parte más clara de su testamento político: todo cuanto hice fue para impedir a tiempo que los Estados Unidos cayeran sobre Cuba.

Sabido, ¿no? Pero los mal llamados disidentes lo olvidan. Ni Varela, ni Martí pidieron dinero al gobierno de los Estados Unidos para fundar la independencia de Cuba. Les sobró ética, lealtad, capacidad de representar a su pueblo porque procuraban su bien al querer el predominio de la independencia y de la justicia social, a la que, por cierto ningún de los grupos pronorteamericanos en Cuba o fuera de ella, dedica una alusión, ni siquiera una promesa republicana o demócrata.

La ética es práctica extraña entre los disidentes que Washington y sus agencias fabrican, como maniquíes de plástico. Mienten cuando afirman que una pedrada accidental sobre el cristal de una ventanilla de un automóvil diplomático, es la secuela de una batalla a tiros o difunden videos clandestinos tomados en prisiones donde es imposible, increíble, filmar... lo que no existe ni sucede. Y engañaron e instigaron a morir cuando Janisset Rivero, mano adelantada del Directorio Democrático Cubano, instó a Zapata a renunciar a los alimentos hasta fallecer por demandas baladíes como un televisor en la celda. Y mintió después cuando la adolorida madre se marchó a Miami con la promesa de que todo, todo el bienestar le sería dado porque la suerte de su hijo lo había ganado para ella. Reina Luisa ya maldice el momento de aquella decisión. Vive, más bien, muy cerca de la desesperación del que tiene poco en un país donde se necesita mucho para sobrevivir.

Y ese pecado -mentir, engañar, instigar hasta el suicidio- tal vez ni el Santo Padre pueda perdonarlo o quiera perdonarlo. Porque, según Sor Juana Inés de la Cruz, quién es más culpable: el que paga por pecar o peca por la paga. [Fragmento de artículo de Luis Sexto, Dinero maldito y palabras perversas: reflexión ante la visita papal a Cuba]

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