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Gorilas ponen a Washington a quedar bien con dios y con el diablo.
Norelys Morales Aguilera.
Podríamos asumir que en una tarde vaporosa del trópico hondureño el señor embajador de los Estados Unidos de Norteamérica en Tegucigalpa, Hugo Llorens, tras agotadoras charlas con los que conjuraban un golpe a la democracia, expresara a algún allegado, por ejemplo de la USAID, “They're making life tough for me” (me hacen la vida difícil) y bebiera un refrigerio.
Al final, después del golpe, Llorens, acabó forzado a pronunciarse “estoy muy preocupado por la situación actual y considero que hubo un rompimiento del orden constitucional, “y el único presidente que Estados Unidos reconoce en Honduras es el presidente Zelaya y quiero que todo el mundo esté muy claro”.
Debió seguir sudando la gota gorda: “It's tough for me”, si nos atenemos a su intensa actividad pública en los meses próximos al golpe de estado al presidente constitucional Manuel Zelaya y al mismo tiempo sujetando a los que se aprestaban al zarpazo gorila.
Según el experimentado político venezolano y periodista, José Vicente Rangel, "En Honduras se hicieron presentes dos niveles de la política del gobierno norteamericano, una proveniente de la Casa Blanca y otra de la maquinaria que dejó montada la administración de George W. Bush a través de la base militar implantada en la población hondureña de Palmarola".
Rangel explicó que la razón es que en la madrugada del domingo 28 de junio dos importantes funcionarios del Departamento de Estado, James Steimberg y Tom Shannon, contactaron la embajada estadounidense en Tegucigalpa y la base militar de Palmarola para advertir del golpe y disuadir cualquier intento de apoyo.
"En Honduras operaría, además del Departamento de Estado, la línea del Pentágono a través de la base militar cuyo jefe, el general Douglas Fraser, días antes del golpe en ese país, hizo declaraciones contra el presidente (Hugo) Chávez, las cuales asumió de inmediato el gobierno usurpador de (Roberto) Micheletti".
El 22 de junio, el diario La Prensa publicó una noticia en torno a una reunión que se llevó a cabo la noche del 21 de junio, entre los principales líderes políticos del país, jerarcas militares y el embajador de Estados Unidos, Hugo Llorens, para “buscar una salida a la crisis” por la encuesta del domingo.
Se dice que Llorens viajó a Estados Unidos, aunque no es probable que estuviera en dos lugares al mismo tiempo. En las horas previas a la insurrección golpista, funcionarios del Departamento de Estado mantuvieron intensos contactos con altos cargos del gobierno, de las instituciones y del Ejército de Honduras a través de su embajada en Tegucigalpa.
Estados Unidos no convenció a los golpistas de esperar a la constituyente viendo el apoyo popular a las medidas de Zelaya, mientras continuaban intensificando la campaña mediática contra Chávez, el AlBA y cuanto proyecto huela a nuevo cauce democrático en América Latina.
Llorens sería el primero en enfrentarse al difícil dilema de defender a un hombre con el que no coincide políticamente para nada. El Mel que ha ido ganando la confianza y el cariño de su pueblo, también es visto con ojeriza por los jerarcas yanquis, algo que alentó necesariamente a los golpistas y a la cúpula militar de Honduras, pero que por otra parte, de cara a la política de Obama respecto a la región diseñada en la cumbre de Las Américas, no deberían derrocar de modo cruento.
Se la seguían poniendo dura. “¡Oh, they're making it difficult for me!".
Resulta que Llorens fue nombrado embajador de Honduras por George W. Bush, que ostentó en 2002 y 2003 el cargo de “Director de Asuntos Andinos del Consejo Nacional de Seguridad” en Washington, D.C, siendo el principal asesor del Presidente Bush y del Director del Consejo sobre asuntos relacionados con Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú y Ecuador. Se ha mantenido en reuniones con la jerarquía militar y líderes políticos hondureños.
Por lo tanto, la política norteamericana tan hábil para decir una cosa y hacer otra tiene en Llorens un representante al que no han querido retirar de Tegucigalpa, a despecho de lo que han hecho la mayoría de los gobiernos que no reconocen a los golpistas.
¿Qué estará aconsejando ahora a la Clinton para su inminente reunión con Zelaya en Washington, él que alentó a los golpistas contra el Presidente hondureño, pero que trazó una hoja de ruta que los aterrorizó cuando les pidió esperar a la Constituyente?.
Cómo que Hugo Llorens es un diplomático probado para Estados Unidos, y no ha podido encausar a los golpistas, quizás la estrategia de venirse sobre el ALBA desde Honduras se está topando con la resistencia de un pueblo pacífico, desarmado y valiente.
Hasta la mismísima Hillary Clinton estará pensando que está dura la cosa: “they're making life tough for me".
PUBLICADO EN CUBAHORA.CU
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