F. Roque Rivero.- Alguna vez se afirmó que un fantasma recorría Europa, “el fantasma del comunismo”. De esa afirmación emitida por Carlos Marx y Federico Engels en el “Manifiesto Comunista” han transcurrido más de 170 años. Ese “fantasma” fue prolijo en producir grandes cambios en la cultura, en la política, en la economía, también en la Filosofía de la Guerra. Un nuevo enemigo había surgido para las clases dominantes y era menester combatirlo a como diera lugar. Así ocurrió, pero el “fantasma” ya había prendido en las mentes de los proletarios y en 1917 nació el primer Estado Socialista del planeta. Eso no sería olvidado jamás y la factura algún día sería pasada esperando el pago.
Para los Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados, en su ínfula imperial maltrecha, ese momento del cobro, creen ellos, ha llegado y Crimea pareciera ser el pretexto para montar una invasión a Rusia y cobrarse así la afrenta infringida a sus ejércitos cuando en la Segunda Guerra Mundial los soldados soviéticos derrotaron a las fuerzas del fascismo alemán, colocando la bandera del martillo y la hoz en la sede del Bundestag. Tomar Rusia argumentando que así salvan a los ucranianos y preservan su “sistema democrático” es la peor desfachatez que se le puede haber ocurrido a los think tanks gringos. Ya lo intentó Napoleón, y amargado y avergonzado debió regresar a París. Lo intentó Hitler y sus tropas se hundieron en la nieve del frío invierno ruso. Piensan desde el Pentágono que invadiendo a Rusia lograrían aislarla de China. Es el desarrollo de “la estrategia del caos” para así mantener su hegemonía mundial.
La prensa da cuenta a diario de las declaraciones que se producen en Washington y en Moscú. Las Cancillerías de ambos países son especies de ejércitos con artillería pesada vertida en un campo de papeles y micrófonos encendidos. La Administración Biden lleva un hilo conductor con un fin específico: crear pánico, zozobra, hacer de las mentes de los europeos un enorme campo de fútbol donde todos griten a coro de tenores la palabra miedo, ¡vengan a salvarnos de los rusos! En esa campaña han montado una operación de propaganda negra fabricada al estilo Hollywood, creando escenarios cinematográficos con guiones, actores y colocando al presidente Joe Biden como el gran director. Como escribe el politólogo venezolano Manuel Montañez, se trataría de “un falso positivo con camuflaje de indumentaria rusa, utilizada por su ejército invasor o el de los mercenarios (tercerizados) neonazis para justificar el inicio de la Tercera Guerra Mundial y así, mediante su sistema de propaganda de guerra mediática, plasmar ‘su verdad’ ante el mundo y procurar así mantener su hegemonía”.
Moscú también tiene su arsenal mediático y lo emplea para defender sus fronteras y para advertir de la hecatombe planetaria que se produciría en caso de que sea atacada por fuerzas militares de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En efecto, el presidente Vladimir Putin, en declaraciones fechadas el miércoles 9 de febrero de 2022, señaló que: “Por supuesto, el potencial militar de la OTAN y de Rusia es incomparable. Lo entendemos. Pero también entendemos que Rusia es uno de los principales Estados nucleares y por algunos componentes modernos, incluso, supera a muchos. En una guerra no habrá ganadores y ustedes serán arrastrados a este conflicto contra su voluntad. No tendrán tiempo ni para pestañar cuando se ejecute el artículo 5 (defensa colectiva de los miembros de la OTAN), advirtió”. Putin lo tiene claro, un conflicto bélico entre ambas naciones sería el desencadenamiento de la Tercera Guerra Mundial, solo que esta no sería con palillos como alguna vez lo afirmó Albert Einstein. Será con ojivas nucleares de las cuales no se salvaría nadie.
Ucrania, por su parte, ha estado almacenando material militar de última generación suministrado por los EE.UU. Piensa que así puede emparejar la asimetría de su ejército ante el ruso, patada de ahorcado, diría un amigo escritor. Su Cancillería está buscando reunirse con su par ruso para “discutir un reforzamiento y redespliegue de nuestra frontera” señaló el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmitri Kuleba. En todo este entramado, al parecer, poco o nada cuentan los ciudadanos ucranianos, una buena parte de ellos de habla rusa que no desean ningún conflicto y que son partidarios de convivir pacíficamente. Ellos, que son los verdaderos dolientes, parecieran no importarles a sus Gobiernos ni a la comunidad internacional.
¿Algún insensato puede querer esto?, nos preguntamos. Si ya vivió el mundo dos conflagraciones mundiales con un saldo infernal de millones de muertos y de víctimas que aún no se reponen de ese horror, repetimos: ¿puede alguien estar haciendo cálculos financieros para ver cuánto suma a sus bolsillos en caso de que ocurra una lluvia nuclear? Pero no todos parecen padecer de un ataque de locura. Los Gobiernos de Polonia, Alemania y Francia realizan esfuerzos diplomáticos por evitar una guerra. Para ello, ha dicho el canciller alemán Olaf Scholz: “A través de la diplomacia y de mensajes claros, así como de la voluntad común de actuar juntos, hemos de trabajar unidos para preservar la paz en Europa”. Él como nadie sabe de la dependencia de su país y de Europa del gas ruso. El presidente francés Emmanuel Macron llamó tanto a Ucrania como a Rusia a que respeten los acuerdos de Minsk y afirmó que: “No podemos subestimar el momento de tensión que estamos viviendo. No podemos resolver esta crisis en horas de conversaciones. Señaló que el presidente Putin le dio garantías de que “Rusia no sería la causa de la escalada militar”. Esas mismas garantías ha debido pedírselas a Biden. Al parecer, no todos siguen los dictámenes de Washington al pie de la letra. Saben que otro Plan Marshall no está a la vuelta de la esquina.
La tensión ante un eventual conflicto se acrecienta. Varios países europeos y los propios EE.UU. han advertido a sus ciudadanos que se retiren de Ucrania. Algunos han cerrado sus sedes diplomáticas y trasladado sus asuntos a otros lugares. La presencia de un submarino nuclear de USA en aguas territoriales de Rusia es tal vez el incidente más revelador de que algo se está cocinando en alguna estufa y en algún lugar confortable. Según la BBC-Mundo, en despacho de fecha 4 de febrero de 2022, en las conversaciones entre los presidentes Putin y Xi Jinping, sostenidas en Beijing, suscribieron una declaración donde ambos países son contrarios a la expansión de las fuerzas militares de la OTAN, a la que acusaron de “adoptar una ideología de la Guerra Fría” y señalaron estar preocupados “por el Pacto de seguridad de Aukus entre los Estados Unidos, Reino Unido y Australia”. Al parecer, desde Beijing se lanzó un mensaje: Estamos unidos en esto y enfrentaremos por todos los medios una agresión y, como suele decirse por estos lados latinos y caribeños, el que entendió entendió.
Este conflicto sería de dimensiones mundiales y la neutralidad empleada en otros tiempos sería impensable. A los EE.UU. le preocupa la presencia rusa y de otros países en América Latina y en el Caribe con el establecimiento de lazos comerciales fuertes y de cooperación militar, casos Nicaragua, Cuba y Venezuela. El subsecretario para el Hemisferio Occidental de los Estados Unidos, Brian Nichols, expresó en declaraciones dadas al diario colombiano El Tiempo y reproducidas por la agencia rusa Sputnik su preocupación por que “Rusia y otros países traten de introducir conflicto en nuestro hemisferio”. Vuelven a desempolvar la vieja Doctrina Monroe de “América para los americanos”. Por su parte, el papa Francisco instó a los fieles a “… rezar por Ucrania y llamó a los políticos a realizar todos los esfuerzos que estén a su alcance para lograr la paz en el suelo ucraniano”. Agregó que “las noticias que llegan de Ucrania son muy preocupantes. Confío en la intersección de la Virgen María”, dijo su santidad y pidió hacer todos los esfuerzos por la paz.
Independientemente de que el sumo pontífice llame a rezar solo por Ucrania, su llamamiento por el mantenimiento y logro de la paz tiene que ser compartido por el liderazgo mundial. No existen guerras buenas ni malas. Todas las guerras son malas. Un conflicto bélico nuclear sí tiene consecuencias predecibles: la destrucción del planeta y con ello de la especie humana y de cuanto existe. Nadie en su sano juicio desea eso. Como ha dicho el presidente Putin, en un conflicto de estas magnitudes no habría ganadores, todos saldríamos perdiendo. Con su poderío militar ya bastante maltrecho por las derrotas sufridas en los últimos tiempos, el Gobierno de los EE.UU. no tiene ningún derecho de enviar a la muerte a sus soldados en aras de defender “su democracia y su libertad”, como ya lo hicieron en Vietnam con los resultados conocidos por todos. Los Gobiernos de los países europeos han de mirarse en el espejo de la última guerra mundial, cuando fueron pasto fácil de las fuerzas del fascismo alemán e italiano. Deben aprender a vivir de manera autónoma e independiente. Defender a sus pueblos, su cultura. Aprender a ser libres sin imposiciones ni sumisiones ante nadie. Una guerra es posible, nadie la quiere. Todos debemos evitarla.
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