José Martí es un prócer muy especial, muy sui generis, por decirlo de alguna manera. En primer lugar, nos encontramos, sin duda alguna, ante un hombre de proyección independentista en lo que concierne a Cuba, su patria amada, y de un acendrado antimperialismo.
No obstante, su relación con España, la tierra de sus progenitores, y con la cultura española, fue entrañable, a tal punto, que la chilena Gabriela Mistral lo definió alguna vez como el leal insurrecto, porque guardó una lealtad más difícil que la política, que es la del idioma.
Su rebeldía era contra el gobierno colonial español, no contra el español honrado y bondadoso asentado en la Isla.
Concibió la guerra como “amorosa y breve,” su revolución era la del amor, no la de la cólera.
Si se le compara con otros prohombres americanos, salta a la vista otra diferencia: siendo un político de miras amplias, es, al mismo tiempo, un gran poeta, al punto que cabe decir, sin temor a exagerar, que todo lo que escribió fue poesía, desde el verso en el sentido canónico, hasta la crónica, la carta personal, o la proclama revolucionaria.
No debe pasarse por alto que fue uno de los fundadores del Modernismo hispanoamericano. Además, su idea de la emancipación no atañe solo a lo geopolítico, tuvo un marcado énfasis cultural y ético.
Por último, habría que señalar que sus ideales redentores no tienen solo una proyección nacionalista, sino continental y universal.
Conferencia 'José Martí, prócer, de Cuba, de América, de la Humanidad', a cargo de la ensayista e investigadora María Marlene Vázquez, dentro del Ciclo 'Los próceres americanos, dos siglos después. Emociones políticas y lucha por la ciudadanía'.
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