Arnaldo Musa / Cubasí.- Desde época inmemorial quienes gobiernan en Estados Unidos, además de apoyar el robo de riquezas en tierras ajenas, resuelven los problemas económicos domésticos con la inyección de dinero sin que haya valores que lo sostengan, provocando una mayor inflación, lo cual a la postre deviene en desigualdades y un “sálvese quien pueda” para evitar la ruina.
Con Joe Biden esto tampoco ha sido ajeno, y así conocemos que en este sentido ayudará con mil millones de dólares a los productores independientes de carne con el objetivo de reducir el control del mercado por los grandes consorcios y frenar el alza de precios.
Como esto se resuelve con la introducción de más dinero en la circulación, lo cierto es que en vez de rebajar los precios hay una gran posibilidad de que se vuelvan a elevar, nada extraño cuando EFE recuerda que la decisión de Biden se dio a conocer en medio de las crecientes presiones que encara su gobierno ante la elevada inflación que vive el país, que cerró en noviembre en una tasa interanual del 6,8%, la mayor en cuatro décadas.
"El capitalismo sin competición no es capitalismo, es explotación. Eso es lo que estamos viendo ahora en las industrias de la carne y las aves de corral", dijo Biden en una mesa redonda virtual con productores y granjeros independientes, a quienes arguyó que ese mercado está "distorsionado por una falta de competición", ya que apenas cuatro grandes conglomerados controlan el 85% del mercado de la carne vacuna, el 57 % de la avícola y el 70% de la porcina, según la Casa Blanca.
Esos cuatro gigantes son Tyson Foods, Cargill, National Beef Packing Company y JBS, estas dos últimas controladas por empresarios de Brasil.
Pero lo cierto es que esa decisión del presidente norteamericano de inyectar más dinero en la circulación no podrá evitar que este 2022 se produzca lo que algunos economistas periodistas denominan caricaturescamente de “arrastraflación” y se vuelva a aquellos tiempos en que la gente se volcaba anárquicamente a las calles al estilo de “Ocupa Wall Street”, al no existir la necesaria organización.
Esa “arrastraflación” es, según Keiser Report, una versión actualizada de la estanflación de los años 70 del pasado siglo, en la que se daban cita más impresión de dinero, más confinamientos, más acallamiento en las redes sociales y más sindicalización.
FILOSOFÍA FALLIDA
Y es que, como exponíamos en el título, la actual filosofía gubernamental de EE.UU. establece que puede emitir toda la moneda que le dé la gana y entregarlo a los ciudadanos.
James Howard Kunstler, autor de “La larga emergencia”, explica al efecto el por qué han acabado tan espantosamente mal utopías progresistas como la de San Francisco, donde las calles están plagadas de heces. También habla del abandono de los combustibles fósiles y de la iniciativa que tendrán que tomar las administraciones estatales y locales para compensar la ineficacia del Gobierno federal: una apuesta por la sencillez. Y ello sucede cuando hay un gobernador demócrata que tiene gran popularidad y ha combatido acertadamente la epidemia del nuevo coronavirus, reconocido por el ex gobernador republicano y actor de cine Arnold Schwarzenegger
Pese a las buenas intenciones de las actuales autoridades, el estado de California se ha convertido en un infierno, un territorio plagado de saqueos, personas sin hogar, drogadictos e infraestructura en declive.
Howard Kunstler opina que existe "poca predisposición" de las autoridades para "afrontar la realidad tal y como es", mientras adoptan "políticas absurdas como la descriminalización del crimen". Además, agrega que en la costa este de EE.UU. principalmente en los estados de Washington y Oregón, la situación es peor.
"Da la sensación de que se trata de un intento sistemático por acabar con la economía y otros elementos culturales y sociales”, agrega, para luego estimar que la actual filosofía gubernamental de Washington en cuanto a la inflación "establece que el gobierno puede emitir toda la moneda que le dé la gana y entregarles ese dinero a los ciudadanos sin que pase nada, a pesar de la relación que existe entre el dinero y la riqueza real, que consiste en producir cosas que tengan valor".
Y es que el problema es que, si se despoja al dinero de ese atributo, acaba perdiendo todo su sentido, que es precisamente lo que está haciendo la inflación: llevando al dinero a la insignificancia.
Aclaremos que los citados anteriormente no son precisamente partidarios de Trump, no están en discordia política con los demócratas, aunque sí con esta economía alimentada por la Casa Blanca, de tal modo que el Premio Nobel Paul Krugman, de 'The New York Times, llega incluso a sostener que la inflación no perjudica a las clases más desfavorecidas, por lo cual algunos consideran que ha dejado de ser un economista para convertirse en el portavoz de los peores terroristas financieros estadounidenses.
NO ES ALGO NUEVO
Otro economista, John Rubino, afirma que EE.UU. lleva "muchos años sumido en una espiral inflacionista" que hasta ahora se había manifestado fundamentalmente en la Bolsa, el mercado de deuda y la vivienda.
"El problema es que ahora la inflación se está extendiendo a otros ámbitos, y el ciudadano de a pie empieza a darse cuenta del aumento del costo de la vida", argumenta, para luego sostener que la Reserva Federal estadounidense "está en serios aprietos, porque si permite que la inflación siga campando a sus anchas, la gente acabará asumiendo que nos encontramos en un entorno inflacionista", y se pondrá a comprar compulsivamente disparando aún más los precios. Pero si opta por tratar de controlar la inflación, devolviendo los intereses a niveles normales, entonces "el sistema financiero saltará por los aires", prevé.
"Las dos posibilidades entrañan un gran riesgo", y por eso la Reserva Federal "parece tan dubitativa, porque no sabe cuál de las dos opciones elegir, consciente de que, como se equivoque, las consecuencias pueden ser nefastas", y sostiene lacónicamente que "el abanico de posibilidades termina ahí".
Diversos periodistas han criticado a la secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, y demás autoridades que responsabilizan a la población estadounidense de la inflación y de los problemas de la cadena de suministro.
El problema es que la inflación, subrayamos, lleva ya muchos años, por lo cual hay que recordar el discurso oficial de Yellen hace seis meses, cuando aseguró que la economía estaba en un proceso de deflación, pero no era así, sino al contrario, por una inflación que se produce por un motivo muy simple: cuando se imprime el 40% o 50% de la oferta monetaria del país en los doce meses anteriores.
Por otro lado, el doctor Michael Hudson apunta que parte de la hegemonía del dólar estadounidense y del control de Washington sobre otras economías se basa en su capacidad de emitir moneda. "No hay límite en el número de dólares y lo más importante es que pueden emitirlos gratuitamente", explica.
También sostiene que EE.UU. "no quiere que otras naciones sean independientes", por lo que busca que inviertan sus ahorros en bonos del Tesoro o acciones estadounidenses, puesto que estos títulos están bajo su control.
A Washington, "si no le gusta los titulares de esa deuda, puede deshacerse de sus participaciones o congelarlas. De cualquier modo, no hay forma de que estos dólares de la deuda de Estados Unidos se devuelvan", concluye Hudson, quien es autor del clásico 'Superimperialismo', sobre el gran timo del sistema del dólar estadounidense.
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