Desde supuestas posiciones culturales se pretende boicotear la más importante convocatoria del arte cubano, internacionalmente reconocida desde hace años.
Si se lee el llamamiento salta a la vista que las demandas no son artísticas (asumiendo incluso la relación entre arte y política). Están relacionadas con las ilegales manifestaciones del mes de julio o con los procesos judiciales que enfrentan algunos ciudadanos por sus acciones desestabilizadoras. Se argumenta que artistas cubanos han estado o están en prisión. No entraremos a valorar la contundencia de la obra artística de esos individuos (si la tuvieran); solo podemos asegurar que ninguno de ellos ha sido arrestado por hacer su arte. Han sido arrestados por violar la ley. Y la condición de artista no exime a ningún ciudadano del cumplimiento de esa ley.
Ojalá que los artistas invitados a boicotear la Bienal se informaran. Averiguaran, una por una, las razones por las que algunos ciudadanos deben responder ante la justicia. Ojalá no se sumaran a campañas oportunistas o a burdas manipulaciones de la verdad.
Lo cierto es que no es primera vez que se hace campaña contra la Bienal de La Habana. En la edición anterior la razón esgrimida fue que a ciertos creadores no se les permitía participar en la convocatoria… ignorando que la práctica internacional es que las bienales inviten a los artistas participantes, partiendo de un eje temático.
Algunos creadores relevantes han firmado el llamamiento. Es su derecho. Y es una pena. Otros que se autodenominan artistas (aunque no tengan obra relevante) también lo han hecho. La Bienal puede pasar perfectamente sin ellos.
Pero tendría que quedar claro que la Bienal que atacan, organizada como tantas bienales del mundo por las instituciones culturales del Estado, no es una fiesta del gobierno para regodeo del gobierno. Es una fiesta de los artistas y su público. Es una plataforma para el pensamiento crítico (convendría acercarse a las propuestas: ahí no se socializa arte “complaciente”). Es un espacio privilegiado para la confluencia de creadores y poéticas. Es una vitrina abierta a la gente, para que asuma al arte como parte de sus rutinas cotidianas.
Las autoridades culturales que son atacadas por estos “trabajadores de la cultura” entienden el arte y la literatura como entes emancipadores, como realización espiritual de un pueblo… jamás como moneda de cambio o como burda justificación para maniobras intervencionistas.
Grandes artistas (incluso, artistas muy críticos) no han firmado el llamamiento. Ni lo firmarán. Saben del verdadero rol de la cultura en la sociedad, particularmente notable en los tiempos que corren. La Bienal de La Habana será un éxito, pese a los clamores de los que quieren hacerla rehén de intereses extraartísticos.
Editorial CubaSí
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