Texto sobre Composición de David Maris |
Acusaciones de supuestos ataques sónicos fueron -en esta ocasión- el motivo para retirar a la mayor parte de los diplomáticos norteamericanos de la nación caribeña, y paralizar el procesamiento de visados en La Habana.
Sin embargo, las medidas unilaterales de este tipo por parte de Washington no son noticia nueva. Según expertos cubanos, se trata de otra justificación para enrarecer el buen desenvolvimiento de las relaciones entre ambos países, que tomaron un segundo aire a partir del 17 de diciembre de 2014.
Así lo cree Olga Rosa González, subdirectora del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (Cehseu).
'Históricamente la política de Washington hacia Cuba ha sido una política de Estado, la cual se ha ido ajustando en función de los intereses de las diferentes administraciones que llegan a la Casa Blanca', señaló la especialista en entrevista exclusiva concedida a Prensa Latina.
La investigadora explicó que después del triunfo de la Revolución Cubana hubo cuatro grandes justificaciones que encabezan todas las leyes del Congreso norteamericano con relación a la nación antillana.
Tenemos en primer lugar la expropiación a compañías estadounidenses en Cuba; y le sigue la presencia de este territorio como país comunista, que es la base de la Ley de Asistencia al Desarrollo del año 1961, precisó.
En tercer lugar aparece el nombramiento de Cuba como país terrorista a partir del año 1982, hasta su exclusión de la lista en 2015; y, por último, la violación de los derechos humanos y la necesidad de una transición hacia la democracia en el país, detalló González.
La académica del Cehseu apuntó que los supuestos ataques sónicos contra 22 diplomáticos estadounidenses constituyen una estrategia muy similar a la que utilizaron en el siglo XIX, cuando el famoso caso de Evangelina Cisneros, pretexto que utilizaron para justificar la intervención de Estados Unidos en Cuba.
En aquel momento, la Casa Blanca se sirvió de esa joven figura femenina para exponer que había que civilizar a Cuba y liberarlo de España, pues la Isla -por su incapacidad- no había podido hacerlo por sí sola, añadió González.
La experta recalcó que, por lo tanto, los alegados ataques sónicos son una justificación más para llegar al mismo objetivo, que es obstaculizar las buenas relaciones bilaterales.
Nuestro país ha sido bastante claro en demostrar la falsedad de esas acusaciones. No existen evidencias sólidas de que el Estado cubano haya hecho algo en contra de los diplomáticos estadounidenses acreditados en el país, comentó.
Cuba le abrió incluso las puertas a Estados Unidos para que investigara en territorio nacional, y vinieron equipos del Buró Federal de Investigaciones (FBI), los que no llegaron a ninguna conclusión precisa, por lo que no se ha podido demostrar ninguna acción directa, sostuvo.
Para la nueva administración de la Casa Blanca era muy difícil ponerle fin a lo que se desató a partir del 17 de diciembre de 2014, cuando se anunció el comienzo de un acercamiento para normalizar las relaciones.
A la llegada de Trump a la presidencia, 93 compañías estadounidenses habían exportado productos a Cuba desde el 2001; 45 empresas del país norteño tenían presencia en la isla; siete aerolíneas realizaban vuelos directos a La Habana y otras provincias; cinco líneas de cruceros tocaban puertos cubanos; y cuatro compañías de telecomunicaciones brindaban servicio de roaming.
Todo ello sin incluir la fuerte actividad de los agentes de viajes y turoperadores, que han sido los más críticos de las políticas de Trump hacia Cuba, debido a las afectaciones directas desde el punto de vista comercial.
Sobre el tema, González declaró que con ese nivel de intercambio Cuba podía de alguna manera obviar los efectos, o sobreponerse de manera más rápida a las consecuencias del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington durante más de medio siglo.
Estaba fluyendo capital y había posibilidades de mejoría económica para el país. Era imposible ponerle fin a aquello, en un momento incluso en el que existe una polarización muy grande en el propio sistema político estadounidense, explicó.
De acuerdo con la profesora, uno de los temas recurrentes en el Congreso es el de Cuba, porque hay una buena cantidad de legisladores de ambos partidos que están de acuerdo en la necesidad de mantener las buenas relaciones bilaterales, aunque los en contra de esos nexos también se mantienen muy activos.
Por tanto, había que buscar una justificación para poder emitir posteriormente la advertencia del Departamento de Estado de no viajar hacia Cuba, y esa justificación fueron los supuestos ataques sónicos. Después tuvieron que bajarle el nivel a dicha advertencia, ya que fue muy fuerte la reacción de los turoperadores de las compañías que están viajando a Cuba, concluyó.
En enero pasado, el senador republicano Jeff Flake aseguró que las autoridades de Estados Unidos no hallaron pruebas de que los diplomáticos estadounidenses en La Habana hayan sido víctimas de ataques con un arma desconocida.
'No hay pruebas de que alguien trató intencionalmente de hacer mal a alguien. Nadie dice que esta gente no experimentó algún trastorno, pero no hay pruebas de que fue un ataque deliberado por parte de alguien, fueran los cubanos o algún otro', sentenció.
Según el senador, el FBI informó que después de cuatro viajes a la isla, sus agentes no hallaron evidencia de que las misteriosas enfermedades sufridas por los diplomáticos estadounidenses sean el resultado de ataques.
Aun así, los servicios consulares de la Embajada de Estados Unidos en la capital cubana sufrieron cambios drásticos. Además, las restricciones impuestas en noviembre último por la administración Trump para viajar a Cuba, acentúan hoy una agresiva política de Estado que se extiende ya por más de 50 años.
* Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina.
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