Quien no vea que esto ha tenido fines propagandísticos para desprestigiar al Gobierno cubano, está completamente ciego. El Jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones, Roeland de Wilde, caracterizaba la emigración cubana como netamente económica (5), idéntica a la de Jamaica o El Salvador, países, por cierto, que tienen mayores porcentajes de emigración a EEUU que Cuba (6).
Pero, en la prensa corporativa internacional, no solo están ciegos. Además, aceptan de muy mal grado la victoria del sentido común.
Estos días, en muchos diarios, seguíamos leyendo términos como “huir” o “escapar”, para politizan la emigración –económica, repetimos- cubana, y que jamás se aplican a la de otros países. “Obama suprime los privilegios a los cubanos que huyen de la isla”, era titular de “La Voz de Galicia” (7). La República, de Ecuador, titulaba “Obama termina política “pie mojado, pie seco” que beneficia a cubanos que huyen de Castro” (8).
En un editorial, el diario español “El Mundo” criticaba duramente a Obama, por haber hecho “uno de los regalos más esperados por el régimen castrista” (9). Y defendía la política derogada porque “lo que diferencia a los inmigrantes cubanos de los del resto de países de la región es que son los únicos que viven en una feroz dictadura”.
Pero estos medios no solo defendían, mediante burda propaganda, esta política que ha causado miles de víctimas en el Estrecho de la Florida (10). También justificaban el llamado “Cuban Medical Professional Parole”, igualmente suprimido por Obama. Este programa fue creado en 2006 por George W. Bush y otorgaba asilo a todo cooperante médico de Cuba (11). Su objetivo era destruir las misiones de solidaridad sanitaria cubana que existen en 66 países de Asia, África y América Latina y, de paso, realizar una operación de robo de cerebros a gran escala (12).
El diario El Mundo definía este escándalo moral como un “programa refugio para médicos cubanos” (13), y el ABC lo defendía al “aceptar a médicos cubanos en su huida hacia un futuro más prometedor” (14).
Pero si el cinismo viene, no ya de Europa, sino de América Latina, adquiere tintes ridículos. En el diario “El Tiempo” nos contaban que la emigración cubana es una “válvula de escape de la dramática situación dentro de la isla” (15). Esto lo dice el mayor periódico de Colombia, un país en el que, según Unicef, uno de cada diez menores sufre desnutrición crónica (16) y un millón no asiste a la escuela (17); y donde –según ACNUR- hay más de 400 mil solicitantes de asilo por persecución política (18). Un ejemplo, sin duda, frente a la “dramática situación” de Cuba, único país de la región –por cierto- sin desnutrición infantil y con escolarización al 100 % (19).
En “El Universal”, uno de los grandes diarios de México, leíamos un artículo del profesor Carlos F. Matute González, quien aseguraba que “casi el 18 % de los cubanos viven fuera de su país exiliados o huyendo de la pobreza y la represión política”, mientras México “se encuentra en un proceso de integración avanzado en la globalización y vive una intensa pluralidad política, con un orden jurídico orientado al respeto de los derechos humanos” (20). Lo más grave no es que sea falsa la cifra de la emigración cubana, que no es el 18 sino el 11,6 %, según datos de la CEPAL (21). Lo alucinante es este intelectual del sistema presente a México como el modelo de éxito frente a Cuba, cuando, según UNICEF, más de la mitad de los 40 millones de sus niños, niñas y adolescentes se encuentran en la pobreza (22) y 3,6 millones trabajan (23). Quizá el país petrolero que vive –como nos dice- un “proceso de integración avanzado en la globalización” tenga algo que aprender de Cuba, un país bloqueado y sin recursos que, sin embargo, ha logrado erradicar tanto la desnutrición como el trabajo infantil.
Por otro lado, la alusión al ejemplo de “derechos humanos” en México, más parece un chiste, en un país donde hay un cuadro sistemático de “impunidad”, de “tortura y malos tratos” y de “ejecuciones extrajudiciales”, con más de “27.000 personas (...) desaparecidas”, según Amnistía Internacional (24).
Y es que, definitivamente, nos quieren tomar por idiotas.
Notas
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