Frivolidad mediática y manipulación intelectual

José Steinsleger.-- Cierto masoquismo del oficio (ineludible) me llevó a revisar un artículo muy difundido y comentado sobre Venezuela, escrito por el corresponsal del New York Times Nicholas Casey. Texto que, así como se deja leer, confirma las advertencias del polaco Ryszard Kapuscinski en Los cínicos no sirven para este oficio (Anagrama, 2000, entrevista sobre el buen periodismo).

Leyendo a Casey, recordé la observación de Gregorio Selser en su introducción a Democracia y tiranías en el Caribe, el legendario libro de crónicas del canadiense William Krehm, enviado de la revista Time a los países de América Central, a finales del decenio de 1940.

Publicado en México por la Unión De­mocrática Centroamericana (1949), con prólogo y apuntes del costarricense Vicente Sánez, traducido por Lya Kostakowski (esposa de Luis Cardoza de Aragón) y agotado en varias ediciones piratas en América Latina, el libro de Krehm tuvo que esperar hasta 1984 para su primera edición en inglés.

Sin restar méritos a Krehm, Selser dice de su estilo: “…pasa por alto lo evidente, recalca lo innecesario, no descubre lo obvio y gusta, muy a lo periodista estadunidense, de incidir más en lo superficial y anecdótico, en lo preponderante y profundo”. Pero al mismo tiempo, destaca algo que ayuda a diferenciar el estilo de Krehm del ensayado por Casey en el artículo de marras: la honestidad intelectual.

Krehm, quien en 2013 cumplió cien años (y creo que aún vive), era uno de esos periodistas ilusionados con la política de buena vecindad de Franklin D. Roosevelt. Mientras el estilo del otro cierra con la insidiosa guerra mediática de Washington contra la revolución bolivariana y los países de América Latina.

La revista Time publicó un par de crónicas de Krehm, y luego le dijo: “ you’re fired” (estás despedido). En cambio, el artículo de Casey (superficial, anodino, apto para el consumo) fue colmado de elogios por los canallas del intelecto que en nuestros países posan de sensatos.

¿Qué ha cambiado en el periodismo estadunidense desde los tiempos de Joseph Pulitzer y Randolph Hearst? Tecnológicamente todo, éticamente nada.

Kapuscinski (quien así como Krehm andaba políticamente descolocado, pero escribía como los dioses) dijo en su entrevista algunas verdades sobre el oficio:

“No se trata de repetir obviedades, como que cada uno ve la historia y el mundo de forma distinta… Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Es necesario diferenciar: una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Esto es absolutamente necesario, de otro modo no se podría hacer ­periodismo…

“El cinismo es una actitud inhumana… En el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, hay también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico. Encontramos el relato del mero hecho, pero no conocemos ni las causas ni los ­precedentes…

“Omitir es un modo de mentir…Los patronos de los grandes grupos televisivos deciden por ellos qué deben pensar. Determinan las listas de las cosas en que pensar y qué pensar sobre ellas… Estos medios no están interesados en reflejar la realidad del mundo, sino en competir entre ellos… La noticia no existe si no se tiene preparada la respuesta sobre las causas…”

Por consiguiente, no hay diferencias entre el periodismo de cloaca de Fox News y Rupert Murdoch, y el intelectualmente más refinado del New York Times o The Economist. Los unos van dirigidos al vulgo, y los otros a los intelectuales sensatos que relativizan y justifican las infamias de este mundo.

A diferencia de otras épocas, la comunicación tiene que vérselas con el vértigo de flujos informativos instantáneos que desafían la capacidad de abstracción y reflexión del sapiens-sapiens.

¿Que si el periodismo cubano o venezolano son mejores que los del New York Times? Asignatura inexplicablemente pendiente, el pe­riodismo cubano y el venezolano dejan mucho que desear. Pero a pesar de su pobreza de estilo y de recursos ideologistas o tediosos, es un periodismo responsable porque en ambos países la información no es tratada como moneda de cambio, ni es usada para mentir y engañar.

Por el contrario, en los países capitalistas la concentración de los grandes medios acabó con la antigua idea que investía a la prensa como cuarto poder. Hoy los medios operan por encima y al margen del Estado, dictando, legislando, interpretando a modo las leyes y la Constitución. Y cuando un político o funcionario disiente, es desacreditado, difamado y escarnecido con recursos demoledores.

Kapuscinski, one more time: Si el futuro ha sido abolido en los pensamientos de la gente, es imposible ver o escribir la historia. El futuro es un eje absolutamente indispensable para escribir la historia. Si es abolido, la historia ya no existe, y los medios de comunicación sustituyen la historia verdadera.

Fuente original: La Jornada de México


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