Fidel: una ronda y dos cantos

Ronda de la fortuna

(Nancy Morejón)
 Fidel tiene fortuna,

una sola fortuna:

 estar,

entre nosotros,

por un mundo mejor.


Qué fortuna mayor.


 Fidel,

sin odio y sin hiel,

abre muros

y ventanas.


Fidel


Fidel tiene fortuna,

una sola fortuna,

la fortuna de ser


Fidel



Canto a Fidel

(Carilda Oliver Labra)

No voy a nombrar a Oriente,

no voy a nombrar la Sierra,

no voy a nombrar la guerra

–penosa luz diferente–,

no voy a nombrar la frente,

la frente sin un cordel,

la frente para el laurel,

la frente de plomo y uva:

voy a nombrar toda Cuba:

voy a nombrar a Fidel.



Ése que para en la tierra

aunque la luna lo hinca,

ese de sangre que brinca

y esperanza que se aferra;

ese clavel en la guerra,

ese que en valor se baña,

ese que allá en la montaña

es un tigre repetido

y dondequiera ha crecido

como si fuese de caña.



Ese Fidel insurrecto

respetado por las piñas,

novio de todas las niñas

que tienen el sueño recto.

Ese Fidel –sol directo

sobre el café y las palmeras–;

ese Fidel con ojeras

vigilante en el Turquino

como un ciclón repentino,

como un montón de banderas.



Por su insomnio y sus pesares

por su puño que no veis,

por su amor al veintiséis,

por todos sus malestares,

por su paso entre espinares

de tarde y de madrugada,

por la sangre del Moncada

y por la lágrima aquella

que habrá dejado una estrella

en su pupila guardada.



Por el botón sin coser

que le falta sobre el pecho,

por su barba, por su lecho

sin sábana ni mujer

y hasta por su amanecer

con gallos tibios de horror

yo empuño también mi honor

y le sigo a la batalla

en este verso que estalla

como granada de amor.



Gracias por ser de verdad,

gracias por hacernos hombres,

gracias por cuidar los nombres

que tiene la libertad.



Gracias por tu dignidad,

gracias por tu rifle fiel,

por tu pluma y tu papel,

por tu ingle de varón.

Gracias por tu corazón.

Gracias por todo, Fidel.



Canto a Fidel Castro

(Ernesto Che Guevara)

Vámonos,

ardiente profeta de la aurora,

por recónditos senderos inalámbricos,

a liberar el verde caimán que tanto amas.

Vámonos.

Derrotando afrentas con la frente

–Plena  de martianas estrellas insurrectas–

juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.

Cuando suene el primer disparo y se despierte,

en virginal asombro, la manigua entera,

allí a tu lado, serenos combatientes,

nos tendrás.

Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos:

Reforma Agraria, justicia, pan, libertad,

allí a tu lado, con idénticos acentos,

nos tendrás.

Y cuando se llegue al final de la jornada

(la sanitaria operación contra el tirano),

allí a tu lado, aguardando la postrer batalla,

nos tendrás.

El día que la fiera se lama el flanco herido

donde el dardo nacionalizador le dé,

allí a tu lado, con el corazón altivo,

nos tendrás.

(No pienses que puedan menguar nuestra entereza

las decoradas pulgas armadas de regalos;

perdimos un fusil, sus balas y una peña.

Nada más).

Y si en nuestro camino se interpone el hierro,

pedimos un sudario de cubanas lágrimas

para que se cubran los guerrilleros huesos

en el tránsito a la historia americana.

Nada más.

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