Potencial con energías renovables. Foto: Desmond Brown/IPS |
También tendrán que atender otro desafío relacionado, como mejorar el acceso a la energía sostenible, un instrumento clave para garantizar y obtener logros en materia social, económica y ambiental.
Eso es más importante que nunca para América Latina y el Caribe. Esta región es responsable de una relativamente baja proporción de los gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera, 12 por ciento según cifras de la ONU.
Pero, en contrapartida, será una de las más severamente afectadas por el aumento de la temperatura global, señala el Informe del Banco Mundial.
En el Caribe, en particular, la fuerte dependencia de los combustibles fósiles importados atenta contra la estabilidad de la balanza de pagos y aumenta la vulnerabilidad de ecosistemas clave que sostienen importantes sectores productivos, como el turismo.
Además, la región afronta nuevos desafíos. La demanda de energía podría duplicarse para 2030, al tiempo que aumenta el ingreso por habitante y los países se industrializan y se urbanizan.
La matriz energética es limpia, con 60 por ciento de la electricidad generada a partir de fuentes hidroeléctricas. Sin embargo, la participación de los combustibles fósiles aumentó sustancialmente en los últimos 10 años, principalmente por el gas natural.
Es hora de que los gobiernos y el sector privado inviertan en alternativas de energía sostenible, no solo para incentivar el crecimiento mientras se reducen los gases contaminantes, sino también para asegurar el acceso a fuentes limpias para las alrededor de 24 millones de personas que siguen a oscuras.
Es importante señalar que 68 millones de latinoamericanos siguen usando leña para cocinar, lo que genera problemas de salud graves, en especial a mujeres, niñas y niños pequeños, lo que arraiga los ciclos de pobreza y contribuye a la degradación ambiental y la deforestación.
Las ciudades también deben estar en el centro de la solución. Esto es particularmente importante en América Latina y el Caribe, que es la región en desarrollo más urbanizada del planeta.
La urbanización trepó de 68 por ciento, en 1980, a 80 por ciento, en 2012. Para 2050, se prevé que 90 por ciento de la población viva en las ciudades. Esto plantea una serie de desafíos diferentes, en especial en relación al transporte y a los servicios públicos.
La cuestión es si la región explotará su vasto potencial en materia de recursos renovables para cubrir la demanda o se volcará a los combustibles fósiles.
En este contexto, las políticas energéticas que se concentran no solo en el crecimiento económico, sino también en los beneficios sociales y ambientales a largo plazo serán esenciales para construir el futuro.
Por lo tanto, además de disminuir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono), la región debe favorecer las alternativas renovables. ¿Por qué? Porque América Latina y el Caribe es una “superpotencia de la biodiversidad”, como se llama un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Por un lado, el vasto capital natural puede verse seriamente afectado por el cambio climático. La variabilidad climática también desestabiliza a los sistemas agrícolas y a la producción de alimentos, que son clave para incentivar el crecimiento económico en la región.
Pero por otro lado, si se maneja con cuidado, puede, de hecho, ayudar en la adaptación al cambio climático y aumentar la resiliencia.
Además, en la mayoría de los países, la abundancia de recursos renovables crea una oportunidad para aumentar la dependencia en las fuentes domésticas de energía, en vez de depender del gas y el petróleo importados, disminuyendo así la vulnerabilidad a las crisis cambiarias relacionadas con los cambios de precio en los mercados mundiales.
En este contexto, los países ya comenzaron a promover políticas innovadoras. Varios países de la región producen biocombustibles de forma sostenible. Un ejemplo es el programa de Brasil para producir etanol para automóviles que se considera uno de los más efectivos del mundo.
Invertir en el acceso a la energía es una acción transformadora, pues se iluminan escuelas, funcionan los centros de salud y las bombas de agua y saneamiento, se obtiene un aire más limpio y se acelera el procesamiento de alimentos, además de crear más oportunidades para generar ingresos.
También significa liberar a las mujeres y a las niñas de tareas que insumen mucho tiempo, como buscar agua, golpear granos y acarrear agua, dejándoles tiempo para su educación y realizar trabajos remunerados.
El PNUD trabaja con países de América Latina y el Caribe para mejorar el acceso a la energía sostenible y disminuir la dependencia en los combustibles fósiles.
En Nicaragua, por ejemplo, casi 50.000 personas de ocho comunidades rurales recibieron electricidad tras la inauguración de un nuevo microsistema de energía hidráulica de 300 kilovatios, en 2012.
La iniciativa se logró mediante la asociación de autoridades locales y nacionales, el PNUD y los gobiernos de Suiza y Noruega, y mejoró la vida de la población y transformó el sector energético.
Además de promover una nueva ley para incentivar la generación eléctrica a partir de fuentes renovables, aparecieron microempresas y se crearon puestos de trabajo, tanto para hombres como para mujeres.
El acceso universal a servicios modernos de energía se puede lograr para 2030, y América Latina y el Caribe están avanzando en esa dirección. Esto alentará el desarrollo y transformará la vida de las personas.
En una comunidad nicaragüense que ya no está a oscuras, Maribel Ubeda, con tres hijos, contó que ellos son los que más se benefician de la electricidad recién adquirida. “Ahora tienen Internet y descubren el mundo más allá de nuestra comunidad”, afirmó.
IPS/Editado por Kitty Stapp / Traducido por Verónica Firme
*Susan McDade es subdirectora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe. www.latinamerica.undp.org @UNDPLAC
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