Norelys Morales Aguilera.- Si se repasan los documentos desclasificados de la actividad de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos contra Cuba, resulta asombroso cómo actuaron y pensaron los más altos directivos de las sucesivas administraciones norteamericanas y las acciones encubiertas que elaboraron y ejecutaron, llevándonos inexorablemente a la actualidad. Muchas de ellas van a ser recordadas en próximas entregas de este blog.
Aquí ofrezco lo relativo al triunfo de la Revolución cubana en 1959 y la invasión por Playa Girón o Bahía de Cochinos. Asimismo es develado el escenario en el que fue concebida la llamada hoy disidencia, mencionada por oposición, creada a imagen y semejanza de la inteligencia estadounidense.
La llegada de Fidel
David Barrett divulgó un texto de la CIA que debería estar aún oculto bajo las palabras "Top Secret". Se trata de una parte de la historia oficial del desastre de Bahía de Cochinos, escrita por un miembro de los servicios de inteligencia. Esta clase de revisiones de acontecimientos pasados para consumo interno no suelen difundirse al público.
Como en este texto hay referencias a la política oficial de EEUU sobre el asesinato de líderes extranjeros, al parecer fue incluido entre los documentos desclasificados a raíz de la investigación del asesinato de JFK. Barrett lo descubrió en los archivos y lo colocó en la web de la Universidad de Villanova.
Se trata del capítulo tercero: "The Official History of the Bay of Pigs Operation, volume III: Evolution of CIA's Anti-Castro Policies, 1951-January 1961". Su autor es Jack Pfeiffer.
En total, son 295 páginas escritas en los años setenta e incluyen la transcripción de documentos secretos y las valoraciones de algunos de los protagonistas, que reseña el blog de Iñigo Sáenz de Ugarte.
En 1957, estaba claro que los días de Batista en el poder estaban contados. Entre los informes reseñados, aparece uno de un alto cargo de la CIA que apoyaba una transferencia pacífica del poder de Batista a un sucesor democráticamente elegido y una amnistía para Castro y los rebeldes.
A principios de 1958, la CIA ya estaba muy preocupada por la orientación procomunista de las fuerzas revolucionarias, y consiguió infiltrarse en sus filas, aunque no entre los dirigentes. Un espía logró infiltrarse durante dos semanas entre los guerrilleros para comprobar su organización interna.
Un alto cargo de la CIA propone llegar a un pacto secreto con Castro, porque Batista está acabado. Cree que EEUU podría facilitar a los rebeldes armas y dinero.
En diciembre de 1958, representantes norteamericanos visitan La Habana para proponer a Batista que dimita y nombre a una junta militar que deberá preparar unas elecciones. Batista se opone y sostiene que entregará el poder a Rivero Agüero, que había ganado unas elecciones amañadas.
Un representante del arzobispo de La Habana propone al cónsul norteamericano en Santiago que EEUU entable negociaciones discretas con Castro. La oficina de la CIA en Cuba apoya la idea.
Las propuestas políticas no son incompatibles con decisiones de tipo militar. Se ordena buscar un emplazamiento en Cuba para lanzar desde el aire ayuda a alguna fuerza antibatista y anticastrista que pueda impedir la llegada al poder de Fidel.
En la última semana de diciembre de 1958, Dwight Eisenhower comienza a interesarse por primera vez en la situación de Cuba.
Tras el triunfo revolucionario, la CIA y la embajada de EEUU mantienen una intensa actividad para intentar saber qué ocurrirá con el nuevo Gobierno. En sus análisis, se da por hecho que Fidel lo tendrá difícil para consolidar su poder y que, al final, se verá obligado a mantener buenas relaciones con EEUU.
Sobre Guantánamo, se dice que Castro se conformará con un aumento de los fondos norteamericanos por el alquiler de la base y mayores facilidades para la contratación de trabajadores cubanos en las instalaciones militares.
Ante el anuncio en la primavera de 1959 de que Fidel quiere visitar EEUU, la CIA informa que el viaje puede ser decisivo para el futuro de su Gobierno: "A menos que reciba una clara ayuda de EEUU, muchos observadores creen que su régimen sufrirá un colapso en cuestión de meses". Sus informes sostienen que Castro no tiene mucho apoyo en la clase alta y media, pero que también es "un ídolo de masas".
El pronóstico de la CIA sobre el viaje es acertado: se dice que intentará enviar su mensaje no a los políticos o los periodistas sino directamente a los trabajadores y la opinión pública de EEUU para que defiendan a la nueva revolución.
Tras la visita, un alto cargo del Departamento de Estado advierte contra la tentación de no tomar en serio al líder cubano: "Sería un grave error subestimar a este hombre. A pesar de su aparente ingenuidad, un carácter poco sofisticado y su ignorancia en muchos asuntos, está claro que tiene una fuerte personalidad y es un líder nato de valor y de fuertes convicciones". El informe admite que Castro sigue siendo "un enigma" para el Gobierno de EEUU.
Algunas declaraciones anticomunistas que aparecen en la prensa cubana hacen pensar a la CIA, al principio, que sólo se trata de un ardid de Castro para contentar a EEUU. Pero muy pronto, la Agencia llega a la conclusión de que hay una lucha interna entre los sectores moderados y radicales afines a la Revolución.
La detención de Hubert Matos y las primeras dimisiones en la revolción triunfante empujan a la CIA a intentar aumentar el número de agentes infiltrados en la dirigencia cubana. Aunque consideran que Raúl Castro es un comunista radical, no creen que su hermano tenga la misma ideología, a pesar de la abundante presencia de miembros del partido en la cúpula del régimen.
En una comparecencia en el Congreso en diciembre de 1959, el director adjunto de la CIA dice: "Nuestra información revela que los comunistas cubanos no le consideran un miembro del partido comunista o incluso un procomunista.
Por otro lado, están encantados con la naturaleza de su Gobierno, que les ha dado la oportunidad de organizarse, hacer propaganda e infiltrarse. Sabemos que los comunistas consideran a Castro un representante de la burguesía. Nuestra conclusión, por lo tanto, es que "Castro no es comunista, aunque ciertamente tampoco es anticomunista".
De forma oficial, la CIA informa a su personal que deben partir del supuesto de que el Gobierno cubano no es comunista y que tiene algunos planes de reforma que son legítimos y que merecen "el respeto y el apoyo de EEUU".
Sin embargo, también deja claro que si se demostrara que el Gobierno está dominado por los comunistas, "la cuestión de los ataques directos contra Castro sería revisada". Por ello, cualquier cubano que sea captado por la CIA debe ser valorado en relación a una "posible utilización futura desde un punto de vista paramilitar".
En la sede central de la CIA, se hacen planes más radicales para el futuro. El 11 de diciembre de 1959, un jefe de división presenta al director de la Agencia un plan que tiene como prioridad "el derrocamiento de Castro en un plazo de un año y su sustitución por una junta, favorable a EEUU, que convocará elecciones en un plazo de seis meses después de asumir el poder". Las propuestas concretas del plan son:
1- Emisiones clandestinas de radio sobre Cuba desde los países vecinos.
2- Operaciones contra la radio y la TV de Castro desde dentro de Cuba.
3- Formación de grupos de oposición pronorteamericanos para que por la fuerza controlen una zona del interior de Cuba.
El asesinato de Fidel es una de las opciones: "Debe considerarse la posibilidad de la eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los que le rodean, como su hermano Raúl o su compañero Che Guevarra (sic), disfrutan del mismo apoyo apasionado de las masas. Mucha gente informada cree que la desaparición de Fidel aceleraría la caída del actual Gobierno". El director de la CIA tachó a mano la palabra "eliminación" y la sustituyó por "expulsión de Cuba".
Antes de que acabe 1959, una Estimación Nacional de Inteligencia establece que Castro se mantendrá en el poder, que no existe una amenaza seria a su poder, y que si se produce una intervención militar directa de EEUU, "la mayoría de los cubanos, incluido el Ejército, se opondría violentamente".
El 8 de enero de 1960, el director adjunto de la CIA informa al Departamento de Estado y la Junta de Jefes de Estado Mayor de la situación en Cuba. Se refiere a la progresiva intervención de los comunistas en el Gobierno de la isla y plantea la necesidad de poner en marcha operaciones secretas contra Castro: "guerra psicológica, acción política, acción económica y acción paramilitar".
Jack Pfeiffer considera esta reunión como el arranque real de las operaciones de la CIA contra Castro que culminarían con Bahía de Cochinos.
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