El impresentable Álvaro Uribe cumple tareas en Paraguay

José Antonio Vera.- Al ex Presidente de Colombia, a quien el popular capo mafioso Pablo Escobar Gaviria solía llamar “Dr. Varito” y también “Uvito”, agradecido por los permisos de vuelos en las pistas de Medellín, que le facilitaba Uribe cuando era funcionario de la Aviación Civil de esa ciudad, la ultraderecha hispanoparlante lo ha designado para representarla en Paraguay en su cruzada ideológica en la región.

Visitante habitué, sirviendo a los sectores más rancios del país y del continente, Uribe ha llegado en su primera visita anual a Asunción, con la misión de hablar sobre los principios
democráticos y humanistas, en salones de la mayor lujuria, esa que tanto ofende a los tres millones de paraguayos, la mitad del país, que arañan todos los días para solucionar los problemas de subsistencia y no perder esperanzas. La mitad de esa mitad, ni arañando come y no espera nada de nadie.

En la parte publicitada de su agenda, destaca la recepción del doctorado Honoris Causa que este jueves 19 le otorgó el Rector de la Uninorte, Juan Manuel Marcos, poderoso empresario de la enseñanza privada, en un acto sin el mínimo decoro que, por sí solo devela inmoralidad, al galardonar a un hombre imputado en su país por innúmeros delitos, que ha cultivado el deshonor en toda su trayectoria política.

Impúdico, como siempre, y con melosa voz, despotricó contra el diálogo de paz que prosigue el gobierno colombiano con las FARC en La Habana, calificando ese esfuerzo como la apertura hacia lo peor, “el castro-chavismo”, al tiempo de depositar consejos para el Presidente Horacio Cartes, sobre la forma que debe utilizar para aniquilar al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), una nebulosa idea de guerrilla, explotada al máximo por los medios comerciales de prensa.

Lo inaudito, y que confirma toda la desvergüenza que concentra Uribe, es que habla de política social para combatir el terrorismo y la inseguridad, mediante la inversión de capitales privados, y hasta se permite dar líneas para aplastar la guerrilla, viniendo de un país con medio siglo de fracasos de una decena de gobiernos contra la insurrección popular armada, tema que, junto con el paramilitarismo y los nexos con el narcotráfico, ha sido uno de sus amores en los últimos 25 años.

Este personaje, recibido como un demócrata por el sector de la derecha paraguaya que destila ínfulas de ilustración, es investigado por el Tribunal Superior de Medellín, por promover, auspiciar y apoyar grupos paramilitares en las dos últimas décadas, amén de figurar su nombre en más de doscientas acusaciones por traspasar la legalidad, en procesos inconclusos entre el 2004 y 2010, y se le sindica en diversos medios colombianos de desviar y malversar fondos públicos y de cooperativas.

Un admirador suyo, el exjefe paramilitar Pablo Hernán Sierra, lo define como la cabeza del paramilitarismo en Colombia, “un hombre de guerra, no de paz, que no ha soltado nunca el fusil, que tiene mucho poder y dinero y además es bandido”, afirma quien está acusado de dar muerte a 100 campesinos, como jefe del Bloque Cacique Pipintá, y formar escuadrones de la muerte en el Bloque Metro, todos comprometidos con el espanto de la fosa común descubierta hace tres años en el pueblito Macarena, a 200 kilómetros al sur de Bogotá, con unos dos mil cadáveres.

Otro pretexto de esta nueva visita de Uribe a Asunción, fue la presentación del libro “La pasión de Lucrecia”, cuyo autor es Carlos Mateo Balmelli, un destronado pretendiente a la presidencia de la República por el decadente Partido Liberal, quien dirimió ambiciones de poder con Federico Franco, en unas internas que el perdedor calificó de ausentes de legitimidad.

La coherencia del devenido literato, se reveló cuatro años después, al convertirse en Secretario Privado de Franco, cuando éste, graduado de felón, encabezó desde su puesto de Vicepresidente, el Golpe de Estado del 22 de junio del 2012, contra el proceso de cambios que presidía Fernando Lugo desde agosto del 2008, y quien lo había designado Director Paraguayo de la binacional Itaipú, con un salario mensual de unos 25 mil dólares.

En ese manotazo traidor actuó mucha escoria política, que en sólo 14 meses ha dejado el tendal de deudas del Estado, en salarios, jubilaciones, sobrefacturaciones en obras nunca iniciadas y otro montón de yerbas que conformar una documentación voluminosa sobre uno de los períodos de mayor corrupción gubernamental, acusación que está haciendo el equipo del Presidente Cartes, denunciando que las arcas del Estado han sido vaciadas. Los tribunales de justicia, si quieren, tienen mucho trabajo.

Lo cierto es que, quizás, ha hecho bien Mateo Balmelli en ponerse a escribir novelas, dado sus reiterados fracasos políticos, en particular su derrota ante un Franco que, sin legitimidad ni méritos, ha llegado a ocupar cargos de Intendente, Gobernador, parlamentario y Vicepresidente de la República, gracias a la politiquería nacional, desbordada por las trampas y negociados que alimenta la oligarquía agro-vacuna sin patria, dependiente de las grandes potencias extranjeras.

Para rematar tanta contribución a este país, que ha parido al ingenioso Roa Bastos en la segunda mitad del siglo pasado, y que supo nutrirse intelectualmente, hace poco más de cien años, con las ideas revolucionarias del inconmensurable esteta Rafael Barrett, Mateo Balmelli ha llegado a insultar la cultura y la decencia nacional haciéndose prologar por Uribe, es decir, por la antítesis de la moral y la ética.

Número 82 en la galería de narcotraficantes peligrosos elaborada en 1991 por Estados Unidos, Uribe gobernó Colombia durante dos períodos y ahora se postula a Senador, buscando impunidad para evitar cualquier decisión en su contra de la Corte Suprema de Justicia, con la cual ha tenido fuertes enfrentamientos cuando ocupaba el Palacio Nariño, defendiendo su engendro de los comandos paramilitares y a muchos capos mafiosos, según numerosos analistas de su tenebrosa trayectoria política.

Los vínculos de Uribe con Pablo Escobar, están documentados en varios libros que comenzaron a difundirse hace unos 20 años, cuando el futuro presidente aparecía en la lista de narcos, la misma que incluía a los generales paraguayos Andrés Rodríguez y Lino Oviedo. El primero también llegó a presidente, algo similar al panameño Manuel Antonio Noriega, todos sacrificados en cierto momento, tras cumplir su misión, en una de las tantas quemas de archivos que acostumbran los organismos norteamericanos.

“El es uno de los nuestros”, habría dicho un día Escobar sobre el Dr. Varito, con cuyo padre, Alberto Uribe Sierra, estaba vinculado con el Clan Ochoa, el segundo mayor narcotraficante de la historia colombiana, se lee en “Los jinetes de la corona”, escrito por Fabio Castillo, quien debió exiliarse para salvar su vida, cuando Alvaro Uribe Vélez era Senador por Antioquía.

Le ha seguido “Una biografía no autorizada”, obra de Joseph Contreras, editor regional para Latinoamérica de Newsweek, y “El señor de las sombras”, de Fernando Garavito, columnista de El Espectador, quien también partió al exilio, al denunciar que Uribe y la DEA norteamericana, conformaban una cofradía mafiosa.

En “Amando a Pablo, Odiando a Escobar”, Virginia Vallejo, quien habría sido la última amante del capo, formando la pareja “de la Coca-Cola”, como la llamaba el pueblo humilde, al que mucho benefició Escobar, y a quien visitaba en su bunker clandestino, viajando desde Medellín en aviones propiedad de Pablo, ella cuenta que al término de uno de esos vuelos, le comentó a su amor que, al pie de la nave, la había atendido “con mucha gentileza, un joven de gafas blancas, quien te envía saludos”. ¡¡Ah!!, ese es Uvito, a quien le debo mucho, porque gracias a él, nuestra mercadería se mueve sin problemas en Medellín, pues me ha suministrado numerosos permisos de vuelo.

Desde 1948, cuando fue asesinado el líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, en lo que se conoce como el “Bogotazo”, es de conocimiento general que todos los gobiernos que se han sucedido hasta el día de hoy con Juan Manuel Santos incluido, fungen de instrumentos políticos de la mafia internacional del narcotráfico, cuya sede central estaría en el propio territorio de Estados Unidos, desde donde se ejerce el control planetario sobre el suculento mercado de todo tipo de estupefacientes.

Uribe, en sus ocho años al frente del Palacio Nariño, lanzó a los criminales escuadrones paramilitares para sembrar la muerte en el inmensamente rico territorio colombiano, arrasando con los poblados de cinco millones de campesinos e indígenas, desplazados a zonas estériles sin los mínimos recursos de subsistencia, para de inmediato vender sus tierras ancestrales a las corporaciones transnacionales de los cultivos transgénicos y de la gran minería.

Durante los dos gobiernos de Uribe, cientos de dirigentes políticos, sociales y campesinos han sido asesinados en toda Colombia, y unos cinco mil inundan las cárceles, torturados y hambreados, en aplicación de la política humanista y social de quien intenta trasladar a Paraguay y a toda la región, la estrategia imperial de sometimiento, con la ayuda de funcionario de alto rango en los cargos estatales mejor pagados, y de los sectores de más rancia ideología, travestidos en abanderados de la prensa y el comercio libre, de la literatura y de centros universitarios.

A todas luces, Uribe es parte del pacto desestabilizador de Suramérica, ideado por estrategas de la gobernante Corporation Class norteamericana, que en Asunción está instalando bases sionistas al mejor estilo de Centroamérica, y cuyos objetivos de ocupación tendrían dos comandos de espionaje, control y explotación de los recursos naturales. Uno es el Chaco en el norte, y otro la Patagonia al sur, con Malvinas en las preferencias de los planes de recolonización.

Después de cinco años, y de poner su suntuosa propiedad a la venta, Inglaterra ha reabierto su Embajada y Paraguay vuelve a interesar a Londres como en la mejor época del estronismo, aprovechando que muchos cipayos han recuperado cargos importantes en el nuevo gobierno./Tomado de ARGENPRESS.info

No hay comentarios.:

AddToAny