La humanidad enfrenta actualmente dos
retos que requieren una firme voluntad política y social para ser
superados: por una parte el cambio climático y por la otra, la creciente
demanda de energía en un contexto global de reducción de fuentes
baratas y de fácil acceso (pico de petróleo). Frente a este contexto de
crisis climática y energética, los yacimientos no convencionales han
sido perfilados como la solución debido al gran volumen de reservas
globales estimadas y a la idea de que el gas natural emite menos dióxido
de carbono (CO2) que otros combustibles fósiles, como el
petróleo o el carbón.
Sin embargo, estudios recientes han llamado la
atención sobre los problemas derivados de su explotación. Por una
parte, por los riesgos socioambientales que conlleva a nivel local y,
por la otra, por las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que
serían mayores que las registradas durante la extracción de gas natural
de yacimientos convencionales e, incluso, que el carbón. Si la
reducción de las emisiones es el objetivo al que debemos apuntar para
paliar la catástrofe del cambio climático global, parece evidente que la
explotación de shale gas no es la mejor alternativa.
No sólo por su mayor incidencia en las emisiones de GEI sino porque
invertir en la extracción de no convencionales retrasa la transición
energética a una matriz 100% renovable y sustentable.
El efecto invernadero, el termostato del planeta
El efecto invernadero es un proceso
natural imprescindible para la vida en la tierra. Los gases presentes en
la atmósfera impiden que parte del calor del sol vuelva a salir de la
atmósfera, manteniendo el clima terrestre en un valor medio de 15º C.
Sin la presencia de estos gases, la temperatura sería de -18º C. Estos
gases naturales son: vapor de agua (H2O), dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O), metano (CH4) y ozono (O3);
además, existen otros que afectan el equilibrio térmico del planeta y
que han sido creados por el ser humano como los halocarbonos (HCFC) y
otras sustancias que contienen cloro y bromuro (1).
Sin embargo, el equilibrio térmico es
frágil. La actividad humana está alterando este proceso que funciona
como termostato del planeta, generando un cambio de clima sin
precedentes en la historia de la Tierra. Lo que distingue al actual
cambio climático de otros que se han dado a lo largo de la vida del
planeta es, por un lado, la velocidad a la que se está produciendo y,
por el otro, que estas alteraciones se deben fundamentalmente a causas
antropogénicas, es decir, ocasionadas por la actividad humana y no por
procesos naturales.
Estamos emitiendo gases en proporciones
mucho mayores a las que existen naturalmente (2). Este enorme volumen de
emisiones acentúa el efecto invernadero, ya que la gran concentración
de gases no deja que el calor escape fuera de la atmósfera,
incrementando así la temperatura media de la Tierra. Los expertos
aseguran que un aumento global de 2ºC supondría el colapso de varios
ecosistemas, que se verían alterados completamente. A la hora de
entender cómo funciona un ecosistema se puede recurrir a la metáfora de
un castillo de naipes: si una de las cartas de la base cae, ocasiona
indefectiblemente el derrumbe del resto. Estos efectos se irían sumando,
ocasionando un efecto en cadena que generaría el aumento de los
refugiados climáticos -por desplazamiento forzado frente a cambios en el
hábitat tradicional-, la desaparición de cientos de especies,
incremento de la acidez de los mares, efectos meteorológicos
imprevisibles y virulentos -como los huracanes, inundaciones, etc. (3)
Pero, ¿qué actividad humana está
ocasionando estas emisiones? Encontramos en el modelo industrial y
social vinculado a los hidrocarburos la respuesta. Un 56,6% del CO2 que
se emite a la atmósfera proviene del uso de hidrocarburos (IPCC, 2007).
Parece evidente, entonces, que sin detener las causas directas de este
exceso de emisiones será imposible reducirlas para evitar el aumento de
la temperatura media terrestre.
La promesa del shale gas como puente
Evolución del suministro de cada una
de las fuentes de energía primaria sobre el total del consumo mundial
de 1971 a 2003 en millones de toneladas equivalentes de petróleo
(MTpes). Se indican los porcentajes aportados por cada una de ellas en
el año 2000.Fuente: Agencia Internacional de la Energía (AIE)
La necesidad de encontrar una fuente de
energía que a su vez reduzca las emisiones de gases de efecto
invernadero, se postula como un desafío global impostergable. Esta
búsqueda se ve agravada por elpeak oil o pico del petróleo,
según el cual, las reservas mundiales de petróleo de acceso fácil y
barato se están reduciendo paulatinamente en todo el mundo, mientras que
la demanda continúa su vertiginoso crecimiento. En este marco, los
yacimientos de gas no convencionales son promovidos como la alternativa,
debido a que el gas natural posee una huella de carbono (4) menor que
la de otros fósiles (petróleo y carbón). La industria presenta al shale gas como
la piedra angular que permitiría facilitar la transición hacia energías
no agotables y limpias (5). Sin embargo, recientes estudios sobre las
emisiones de gases de efecto invernadero de la explotación de esquistos
apuntan en sentido contrario: no sólo emite más GEI que el gas
proveniente de yacimientos convencionales, si no que el cómputo total de
las emisiones podría ser incluso peor que el del carbón.
Las emisiones de metano de los no convencionales
Tomando al dióxido de carbono como referencia se establece el denominado dióxido de carbono equivalente (CO2eq),
una unidad de medida que ayuda a crear indicadores como el Potencial de
Calentamiento Global (PTC) (6) o la Huella de Carbono de cada
uno de los gases de efecto invernadero. Respecto al metano, se calcula
que tendría un potencial de alrededor de 21 veces superior al del CO2.
Esto significa que en una media de tiempo de 100 años, cada kilogramo
de metano calienta el planeta 21 veces más que un kilogramo de CO2.
Las emisiones del gas no convencional
-compuesto en un 90% por metano- se centran fundamentalmente en el
dióxido de carbono proveniente de su combustión y los escapes de metano
durante la explotación de los pozos. Según el estudio de los
investigadores de la Universidad de Cornwell (EE.UU.), El metano y la huella de carbono del gas natural procedente de formaciones de pizarra,
“entre el 3,6% y el 7,9% del metano de las producciones de esquisto o
pizarra escapan a la atmósfera a través de los respiraderos y grietas
durante la vida de un pozo. Estas emisiones de metano son superiores en
un 30%, o quizás más del doble, que las del gas natural convencional”
(Howarth et. al, 2011). Por otra parte, el Centro Tyndall para el Cambio
Climático –de Gran Bretaña- realizó un completo informe en 2011 que
subraya que la extracción de gas no convencional “llevaría a un
incremento de 11 partes por millón de volumen [ppmv] de CO2 sobre
los niveles previstos sin gas de esquisto – una cifra que podría crecer
si fuera explotado más gas de esquisto que el imaginado en los
escenarios”.
Asimismo, el informe del Parlamento Europeo, Repercusiones de la extracción de gas y petróleo de esquisto en el medio ambiente y la salud humana,
realizado por la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad
Alimentaria (2011), no reduce únicamente la emisión de GEI a la etapa de
extracción sino que llama la atención con respecto a otro tipo de
emisiones relacionadas con compuestos contaminantes altamente tóxicos.
Estas emisiones son provocadas tanto en el uso de camiones y equipos de
perforación -en las que se liberan dióxido de azufre, óxido de
nitrógeno, compuestos orgánicos volátiles distintos del metano (COVNM) y
monóxido de carbono- como en el procesamiento y transporte del propio
gas.
Muchas de las emisiones de compuestos
contaminantes se derivan del nulo o mal tratamiento del agua residual
que se emplea para la fractura que, una vez que regresa a la superficie,
se acumula en piletas al aire libre. Los desechos líquidos –
denominado flowback- contienen agua, los químicos utilizados,
componentes orgánicos tóxicos, metales pesados y materiales radioactivos
(en inglés NORMs:Naturally Ocurring Radioactive Materials)
-tales como uranio, radón, torio, etc. (7) Para facilitar su
evaporación, el agua de las balsas se pulveriza bajo el sol y con ella
se evaporan además estos compuestos contaminando el aire (8).
Un mundo energéticamente dependiente
Fuentes oficiales de EE.UU. destacan que
desde 2005 las emisiones domésticas energéticas han disminuido en un
8,6%, el equivalente a 1,4% por año, debido al surgimiento masivo de shale gas.
Sin embargo, un informe del Centro Tyndall, publicado en octubre de
2012, discute la metodología empleada: no se incluyen las emisiones
indirectas.(9) Además, el Centro Tyndall afirma que no se pueden obtener
datos cuantitativos fiables de la huella de carbono del gas producido
mediante fractura hidráulica debido a que alrededor de los no
convencionales hay muchos intereses en juego que dificultan su
recolección. Sin embargo, los datos que sí que se pueden analizar de
forma precisa para tener una idea del impacto del shale gas son los relativos a las cantidades absolutas de CO2 procedentes
de la combustión y también las repercusiones que el auge del gas de
esquisto ha tenido en el mercado energético global.
Bajo
este último punto es importante considerar el hecho de que el
surgimiento del gas de esquisto para consumo interno estadounidense no
ha significado que el carbón sea desatendido. Al contrario, en el
periodo de 2008 a 2011 el país aumentó sustancialmente las exportaciones
del fósil, por lo que las emisiones que en teoría se habían reducido
por la sustitución sólo lo hicieron en términos de las cuentas
nacionales y no globalmente; ese carbón se quemó y consumió en otra
parte. En este sentido, los últimos datos arrojados por el Grupo
Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU han mostrado
cómo la crisis internacional y un aumento del precio del gas respecto al
carbón, han incrementado el volumen total de emisiones globales (10),
lo que ejemplifica cómo irónicamente, la reducción de emisiones por una
parte, termina siendo incrementada por la otra.
El informe publicado por el Centro
Tyndall en 2011 concluía que sin un recorte significativo de las
emisiones a nivel global, la explotación de las reservas de gas de
esquisto aumentarían el cómputo total de las mismas (Broderick, J. et
al., 2011). En el informe de este año profundiza este punto.
“Al tener en cuenta el continuo
incremento de los mercados globales de fósiles y la dependencia sobre
estos para el crecimiento de la economía mundial, la extracción de un
nuevo combustible fósil probablemente provocará la baja de todos los
precios (11) y, por definición, incrementará la demanda; catalizando e
incrementando las emisiones absolutas. En este sentido, y ante la
ausencia de significativos topes de emisión, la extracción de shale gas
bajo reglas de mercado conducirá un incremento absoluto en las
emisiones.” (Tyndall Centre, 2012: 24).
Notas
1. El uso de sustancias compuestas por
cloros y bromuros (CFC’s), fundamentalmente en aerosoles, que ocasionan
el deterioro de la capa de ozono, fue regulado en 1987 por el Protocolo
de Montreal. Paulatinamente se ha sustituido el uso de estos compuestos
por hidrofluorocarburos (HFC’s) que, a pesar de tener un efecto menor en
la destrucción de la capa de ozono, poseen mayor potencial de
calentamiento global (IPCC, 2007).
2. La mayor parte de las emisiones se
derivan de las actividades agrícolas y ganaderas (21%, liberando metano
principalmente), las emisiones de los residuos humanos -basura- (16%) y
de la explotación de hidrocarburos (37%). (EPA, 2012).
3. Se define al “punto de no retorno”
cuando el aumento de la temperatura generaría repercusiones
exponenciales, acentuando el recalentamiento de forma imprevisible. Esto
es lo que los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio
Climático (IPCC) denominan “cambio climático abrupto”, que vendría a ser
“cambios rápidos o cambios sorpresa” en el clima. Jonathan Neale, en su
libro “Detener el calentamiento global, cambiar el mundo” (2012),
explica como este cambio climático abrupto e incontrolable ocasionaría
la elevación del nivel de los océanos, el incremento de las
temperaturas, una veloz modificación ecológica, la inestabilidad
climática con eventos extremos -como tormentas, inundaciones, olas de
calor y sequías- se harían más frecuentes e intensos y se generarían
huracanes de gran envergadura. Varios de estos sucesos extremos, y en
ese punto irreversibles, generarían un aumento exponencial de las
emisiones de metano a la atmósfera; se destaca el deshielo del
permafrost -capa de hielo que contiene la vegetación congelada desde la
última edad de hielo-, que ocupa cerca del 16% de la superficie
terrestre del planeta y contiene 1,672 Tt (teratoneladas, o billones de
toneladas) de carbono. Una cantidad similar a todo el carbono contenido
actualmente presente en la atmósfera. Para conocer más sobre el deshielo
del permafrost y el aumento exponencial de emisiones de metano a la
atmósfera leer el post del blog de Ferrán P. Vilar, Usted no se lo cree.
4. La huella de carbono se
utiliza para calcular las emisiones de todos los gases de efecto
invernadero asociados a actividades o al ciclo de vida de un producto a
fin de determinar su contribución al cambio climático.
5. Para más información sobre la propaganda gubernamental y empresaria sobre el gas como combustible puente ver la nota ‘Regulando los mercados globales: EEUU y la promoción del shale’.
6. El potencial de calentamiento global (PTC
o PCG) define el efecto de calentamiento integrado a lo largo del
tiempo que produce hoy una liberación instantánea de 1kg de un gas de
efecto invernadero, en comparación con el causado por el CO2.
De esta forma, se pueden tener en cuenta los efectos radiactivos de
cada gas, así como sus diferentes períodos de permanencia en la
atmósfera.
7. Fabio López, Materiales radiactivos de procedencia natural en la industria minera: Un problema a futuro en una industria con un gran presente, Revista de Ciencia y Tecnología Nº 7, Universidad de Palermo.
8. El caso paradigmático de
contaminación ha sido el de la ciudad de Dish, en Texas donde se
encuentra la formación Barnett Shale, en las que se halló benceno en una
cantidad 55 veces mayor a la permitida por la Comisión de Calidad
Ambiental de Texas (TCEQ). También encontraron: xileno, disulfuro de
carbono, naftaleno y piridina (un potencial cancerígeno); todos excedían
los límites establecidos por el TCEQ, alcanzando niveles de hasta 384
veces el permitido (Rudnik. H, et al: 2011).
9. Cuando se habla de emisiones de GEI
muchas veces se tiende a pensar en la fase de extracción y las fugas
posibles que puedan derivarse de la misma; sin embargo, el problema va
mucho más allá. Debemos considerar que las emisiones no son simplemente
las directas ocasionadas por la explotación y el consumo del gas sino
también indirectas, que son definidas por el Greenhouse Gas Protocolcomo
aquellas que no ocasiona la entidad emisora en sí sino que son producto
de otras actividades relacionadas, como por ejemplo, las procedentes
del consumo de electricidad, el consumo de papel, el transporte público,
etc. (The Green House Protocol. World Business Council for Sustainable
Development & World Resources Institute)
10. Público, Madrid, 5/11/2012. “La crisis no consigue frenar la emisión de gases contaminantes”
11. Si bien los yacimientos no
convencionales conllevan una inversión mayor, y por ende la suba del
precio final, aumentar la producción significaría dotar al mercado las
cantidades de energía necesaria. Esto reduciría el temor de los
operadores a un desabastecimiento y la competencia de una mayor cantidad
de oferentes energéticos ayudaría a reducir el precio.
Bibliografía
Neale, J. (2012) Detener el calentamiento global, cambiar el mundo. Editorial El Viejo Topo.
Artículos e informes:
Broderick, J., Wood, R., Gilbert, P. (2011) Shale gas: an updated assessment of environmental and climate change impacts, Tyndall Center, University of Manchester.
Broderick, J., and K. Anderson (2012). Has US Shale Gas Reduced CO2 Emissions? Tyndall Center, University of Manchester.
Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo (2011) ‘Repercusiones de la extracción de gas y petróleo de esquisto en el medio ambiente y la salud humana’.
Howarth, R., Santoro, R., Ingraffea, A. (2011).Methane and the Greenhouse Gas Footprint of Natural Gas from Shale Formations ,Climatic Change Letters.
Rudnick, H. (2011), La revolución del Shale gas Escuela de ingeniería. Pontificia Universidad Católica de Chile.
Fuente: OPSur
No hay comentarios.:
Publicar un comentario