Lázaro Fariñas -Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- Es
normal que las agencias de inteligencia de los estados busquen
informaciones en otros países. Es lógico que busquen informaciones que
puedan servirle para realizar sus labores eficazmente.
Desde el surgimiento de los países, han existido los espías que
buscan datos de inteligencia para reportárselos a sus gobiernos. No hay
nada raro en eso, es una práctica comúnmente aceptada por la comunidad
de naciones. El enviar espías a otros países le da a la nación que los
exporta los mejores medios para obtener lo que ellos quieren saber. Por
supuesto que los espías extranjeros necesitan reclutar locales para
poder desarrollar sus funciones y poder obtener los datos. Esos locales,
aunque con pocas excepciones, generalmente trabajan por el dinero que
les pagan. En la mayor parte de los casos, son mercenarios que venden
sus almas al diablo por unas pocas monedas. Son traidores a sus
países. Lo único que les interesa es lucrar por sus servicios. Le hacen
daño consciente al país donde nacieron, solo para sentirse remunerados
económicamente.
La labor de los espías que se infiltran en otros países para
buscar informaciones para ayudar a sus naciones es altamente
respetable. Demuestran su valentía al ir a otro lugar extraño a buscar
los datos que sus gobiernos necesitan para su defensa. En muchos casos,
se juegan la vida, en otros, largos años de prisión.
El caso de los cubanos enviados por el gobierno de Cuba para
que se infiltraran en las organizaciones terroristas de Miami es un caso
típico de valentía y patriotismo. Llegaron aquí y se enrolaron en
distintas organizaciones contrarrevolucionarias para buscar datos que
ayudaran a las autoridades de la isla a detectar las acciones
terroristas que se estaban llevando a cabo en las ciudades cubanas. Su
misión era, sencillamente, una labor patriótica, labor que les ha
costado largos años de prisión y sufrimientos. El gobierno de este país
utilizó las informaciones que las autoridades cubanas le proporcionaron y
que habían sido recopiladas por los jóvenes cubanos, no para detener a
los terroristas, sino para detenerlos a ellos y llevarlos a juicio.
En el juicio quedó demostrado que los cinco cubanos acusados de
espionaje en ningún momento hicieron nada para perjudicar a los Estados
Unidos. Quedó demostrado que su labor se realizó dentro de las
organizaciones terroristas de Miami. No espiaban las bases militares
norteamericanas sino buscaban informaciones que pudieran evitar acciones
terroristas en Cuba. Trabajaban para proteger a sus compatriotas en la
isla de las acciones criminales de sus coterráneos residentes en Miami.
Ya que las autoridades de los Estados Unidos no hacían nada
para evitar que los anticubanos de Miami siguieran en sus actividades
criminales contra Cuba, el gobierno cubano tenía el derecho de enviar a
sus propios agentes para recopilar las informaciones que necesitaban
para evitarlos.
Lo que no pensaron las autoridades cubanas fue que el gobierno
de este país iba a utilizar esas informaciones para hacer un juicio
político contra los que las habían obtenido. Creo que el gobierno cubano
actúo de buena fe pensando que las autoridades norteamericanas iban a
tomar medidas contra los terroristas. Pero todos sabemos lo que pasó
después: los terroristas paseándose por las calles de Miami, los
antiterroristas cumpliendo grandes condenas, repartidos en diferentes
cárceles de la nación.
Aquí, sencillamente son nombrados como espías comunistas, en
Cuba, como lo que son, héroes patriotas condenados injustamente. Ellos
no buscaban datos para vendérselos a un país extranjero, sino para
defender su país. El norteamericano de la CIA que se infiltra en
cualquier organización terroristas en defensa de su país merece respeto
por su valentía, el nacional que le suministra los datos por dinero
merece el desprecio y la condena por su traición.
Hay una gran diferencia entre unos y otros. No veo nada extraño
que la Sección de Intereses de EE.UU. en el malecón habanero busque
datos de inteligencia. Eso es natural dentro de la política agresiva
que este país lleva contra Cuba. No hay nada extraño en que trate de
organizar acciones para crear desórdenes internos, eso es coherente con
las directrices que envían desde Washington. A los que sí veo
despreciables es a los que les hacen el juego, los que le proporcionan
lo necesario para sus campañas de desestabilización dentro de la isla,
los que se venden y traicionan a su patria por unas cuantas monedas.
Los cubanos presos en EE.UU. merecen respeto, los que venden su alma al diablo, allá o aquí, solo merecen desprecio.
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