Hernando Calvo Ospina, periodista colombiano residente en
Francia fue impedido de volar en un avión de la compañía española Air Europa. Un
funcionario de la Embajada de EEUU en España le impedía subir a la nave.
El argumento: que en ese vuelo –curiosamente, a Cuba- se iba
a sobrevolar durante unos minutos territorio de EEUU, y que él está en una
lista de personas peligrosas para la seguridad norteamericana. Recordemos su
condición de periodista de izquierdas, colaborador de Le Monde Diplomatique y
solidario con la Revolución cubana.
Cubainformacion.TV conversó con Hernando Calvo, también
sobre un incidente anterior, cuando su vuelo a Nicaragua fue desviado a México por
presión del Gobierno de EEUU, y de la negativa del Gobierno de Francia a
otorgarle la nacionalidad francesa por sus posiciones políticas y su apoyo a
Cuba.
Así lo contó Calvo Ospina en su web
Nuevamente se me prohíbe subir
a un avión, ¿Y la soberanía de España?
Hernando
Calvo Ospina.- El domingo 6
de mayo pasado, al registrarme en el aeropuerto de Paris me dijeron que había
un problema informático con el vuelo de Air Europa, que cubría Madrid-La
Habana. Por tanto, apenas llegara a la capital española se me entregaría la
tarjeta para abordar.
Llegué al
aeropuerto de Madrid, Terminal 3. Fui al punto de información de Air Europa.
Ahí, después de una llamada, me dijeron que debía ir hasta la Terminal 1, donde
me darían la tarjeta. Caminé hasta allá. Me presenté a una taquilla. Me
enviaron donde una joven, la cual realizó dos llamadas. Faltaban 40 minutos
para las tres de la tarde. El mismo tiempo para que el avión partiera. Al
insistirle a la mujer por mi tarjeta de embarque, me dijo que yo debía “esperar
a la persona de la embajada”. Extrañado, le pregunté que cuál persona, de qué
embajada. Sin mirarme y sin amabilidad, me repitió que debía esperar “a la
persona de la embajada”. Esperé.
Al fin la vi
llegar con un hombre alto, de lentes, un poco grueso, trigueño, con más de
cincuenta años. Me dijo, él, en voz baja, que le permitiera el pasaporte. Al
creerlo parte de Air Europa se lo entregué. Pero inmediatamente noté que
tenía acento latino, y le pregunté: “¿quién es usted? ¿Se puede identificar?”.
Me mostró rápidamente un carnet que llevaba agarrado en la cintura, pero que
una especie de chaqueta escondía. El nombre que me dio era castellano. “Soy de
la embajada de Estados Unidos de América”, me precisó.
Sorprendido
ante esa frase, le dije que me devolviera mi documento porque él no tenía ese
derecho estando en España. Con una voz calmada, me pidió el favor de no
discutirle, o hacerle un escándalo porque yo podía crearme un problema
innecesario. La mujer de Air Europa se había retirado desde un comienzo.
Sabiendo en
qué arena me estaba moviendo, lo dejé ver y re-ver mi pasaporte. Se hizo
aparte, llamó y, en inglés, dio mis datos. Luego, amablemente, me llamó para
preguntarme en donde estaba mi pasaporte colombiano. Le respondí que hacía 30
años no viajaba con un documento de mi país de origen. Y que si ese documento
que tenía en sus manos era francés, era porque Francia me lo había otorgado.
Seguidamente quiso saber cuántos años tenía de casado, el nombre de mi esposa e
hijos. Le contesté, con mucha cortesía, que él no tenía autoridad para que yo
le respondiera eso. Que no se olvidara que él estaba en España. Y que lo mejor
era que llamara a su embajada en París, donde sabían más de mi vida que yo
mismo.
Después de
hablar otros minutos más por teléfono, escribir algo en el mismo, y hacer
anotaciones en un viejo cuaderno, vino hacia mí. Poniendo cara de apenado, me
dijo que no podía irme en ese vuelo porque el avión sobrevolaría, por unos
minutos, territorio estadounidense. Y yo estaba “en una lista de personas
peligrosas para la seguridad de su país". Sencillamente, y con una
sonrisa, le agradecí la información y hasta la decisión. Aunque poco de
novedosas tenían. [1]
Quise
preguntarle por qué su gran impero siente temor ante mí, un simple periodista y
escritor, cuando ni una escopeta de caza se manejar y le tengo temor al
estallido de un “buscapiés”. Pero preferí volverlo a mirar a los ojos y seguir
con mi sonrisa en los labios. ¡El no podía imaginar cómo su gobierno me hace
sentir de importante!
Seguidamente,
con gentileza, me preguntó si yo tenía una tarjeta de presentación para que se
la diera. Le respondí que no tenía problema para ello, pues ya se la había
entregado a colegas suyos en Paris. Y que, como esos colegas habían hecho,
podía llamarme algún día para invitarme a tomar vino, y entre copas volverme a
proponer de trabajar para su gobierno. “Me encanta conversar con ustedes.
Aprendo mucho”, le dije antes de verlo partir como cualquier otro visitante de
ese aeropuerto.
Después
realicé los reclamos pertinentes a la empresa Air Europa, en particular
para que se solucionara mi viaje a Cuba. Atónito, les escuché decir que era mi
responsabilidad por ¡no saber el trayecto de ese vuelo! De nada sirvió decirles
que en octubre 2011 no había tenido problema.
Uno de ellos
me dijo, casi en confesión, que ese paso de “unos minutos” sobre el espacio
estadounidense hacia Cuba, se había hecho por presión de Washington: así se
obtenía la lista de pasajeros que iban a la Isla, en tiempo real.
Aunque traté
de no demostrarlo, sentí rabia e impotencia. Más lo segundo. ¿Cómo era posible
que un funcionario de la seguridad estadounidense pudiera pedirme el pasaporte,
confiscármelo e interrogarme en pleno territorio español? ¿Quién le entregó ese
derecho soberano? ¿Por qué no se envió a un aduanero o a un humilde agente de
tránsito, pero de nacionalidad española?
Y, ¿por qué
me dejaron ir hasta Madrid, cuando, muy seguramente, desde el momento que
compré el pasaje, diez días antes, los servicios de seguridad de Estados Unidos
y Francia supieron mi recorrido? Estoy casi convencido que ellos lo sabían:
unos y otros me han dicho que mis teléfonos, computadoras y pasos, regularmente
se escudriñan. Algunas veces lo he comprobado.
Durante el
vuelo de regreso a Paris, pensé en mis tantas amistades españolas. Como son
personas dignas, se asombrarán al saber de esto, pues no logran acostumbrarse a
que la soberanía del país siga cayendo tan bajo.
Ah, y la
única alternativa que me dejan para viajar a Cuba, desde Europa, es Cubana de
Aviación. Ahí tienen dignidad!
[1] "El
día que Estados Unidos me prohibió sobrevolar su territorio". http://hcalvospina.free.fr/spip.php...
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