Cuba, lo sagrado

Norelys Morales Aguilera.- Ni soy cristiana ni concurro a los templos, pero admito que hay un dios real y omnipresente: lo sagrado. Y, con lo sagrado se convive siempre: en el alma, en las venas y lo que nos rodea. Isla pequeña, isla grande. Isla a secas. Cuba. Patria.

Toda una nación, en estos días, en tantos días. En ¿qué está pasando? y ¿qué pasará?: lo pequeño y lo grande. En una casa, una calle, un barrio, la totalidad del entorno. En el devenir y en el instante detenido. ¿Dónde estoy y dónde estaré? De lo que sucede hoy, qué vendrá mañana.

Las mismas preguntas que forjaron y que forjan. La libertad esencial y compartida, la que está en peligro y vuela por lo más recóndito de las voluntades.

El Papa Benedicto XVI vino, vio, le contaron. Dijo cuánto entendió atinado. Fue escuchado. Me quedo con la caridad hacia todos los habitantes de esta tierra cuando condena lo impuesto desde fuera, esencia que derrumba la moral de quienes nos adversan.

Que “la luz del Señor, que ha brillado con fulgor en estos días, no se apague en quienes la han acogido y ayude a todos a estrechar la concordia y a hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada”.

“Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales. Situación que se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del País pesan negativamente sobre la población”.

La Iglesia católica hace lo suyo, no hay que olvidarlo, asumiéndole buenas intenciones, espacio ganado, pero la tarea supera a la Iglesia. El cambio proclamado en libérrima decisión nacional camina a contrapelo de nuestras propias incapacidades y a cada tanto se borra el límite de la hostilidad externa con lo propio humano y corregible. Paradojal tantas veces.

Nadie con más violación de sus libertades individuales que cinco de nosotros que fueron a Estados Unidos para impedir acciones terroristas o, como los que aquí han sufrido, pérdidas de seres queridos, mutilaciones por ataques, secuelas psicológicas, enfermedades, la carencia de algún medicamento.

El Papa pidió diálogo, no rendición, no renuncia a ser, que es lo que demandan quienes vociferan, los autoexcluidos. Los que pagan por pecar o pecan por cobrar, dentro y fuera, sin límite.

Al acecho y en los corrillos agresores se gestaba nadie sabe cuánto, de payasadas a terrorismo, para al final quedar desmentidos en colosales concurrencias y concordias indescriptibles.

Pero, sentí en estos días una ralentización, cierta bruma, que de pronto tuvieron Santiago de Cuba, el Santuario de El Cobre y La Habana,… en espera del Pontífice, caminando a los lugares, trasladándose a las plazas, en comunidades eclesiales o haciendo del vecino el compañero de ruta, que preludiaban la necesidad de alzar una voz juntos.

Y fue hecho, como seguiremos haciendo posibles e imposibles, en esta Cuba, la Isla pequeña, la nuestra, construida totalidad sobre ríos de sangre. La del sol moral, no la de ridículos bienes y egoísmos. Isla tan solo del alma cubana: lo sagrado, innegociable, por la vida nuestra y de nuestros hijos cada día. [Especial para Cubahora.cu]


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