Las carencias de Cuba en derechos humanos [2/2]

Cuba debe aprender a reventar a opositores al régimen, como hiciera la democrática policía de Pinochet y la propia CIA nos ilustrara con el asesinato de Letelier y de su secretaria estadounidense a un par de cuadras de la mismísima Casa Blanca. Cuba debe aprender a desaparecer no sólo las quejas de los inconformes disidentes sino también los disidentes, considerando las sabias experiencias de las democracias militares de Argentina, Chile y Uruguay y sus operaciones Cóndor, que en el mar nunca van a descubrirse fosas comunes inconvenientes; a seguir neutralizando a algún que otro Colosio opositor, al igual que en México, y a proceder a nutridas matanzas de negros, como en la democracia estadounidense en los años sesenta o, más recientemente, en Los Angeles, luego de los desórdenes ocurridos tras el democrático apaleamiento de un supuesto ciudadano negro.

Y para mejor iniciar estas reformas, Cuba debe proceder a volar por los aires algún que otro avión de pasajeros, tal y como hicieran milicianos anticastristas y agentes de la CIA como Posada Carriles y Orlando Bosch.

Ni siquiera ha sido Cuba capaz, a pesar del tiempo transcurrido, de aprender a cometer errores como el que recientemente reconocía la CIA al mandar derribar un avión cargado de misioneros estadounidenses a los que confundieron con narcotraficantes, o a los tantos y tan sangrientos errores que en sus guerras humanitarias implementan las fuerzas de paz de la OTAN y los Estados Unidos en los países que ocupan.

Y no son éstos los únicos cambios que Cuba debe afrontar.

En materia de educación debe proceder inmediatamente a una masiva campaña de animalización que devuelva al pueblo cubano a la feliz ignorancia en que vivía antes de la llegada de la revolución; debe erradicar de las escuelas costumbres tan obscenas y perniciosas como la del desayuno escolar, sustituyendo la leche y el pan por la inhalación de cemento y gasolina; debe estimular en sus estudiantes conductas civilistas y democráticas como las que se dan en los Estados Unidos, para que sus colegiales de primaria y kinder logren protagonizar matanzas escolares dignas de encomio. Semejante atraso podría contrarrestarse sometiendo a sus estudiantes a permanentes exposiciones de cine y televisión genuinamente "americanas" que sustituyan los caducos y trasnochados principios de la educación cubana por los competitivos y cristianos valores de la estadounidense.

También debe Cuba establecer el masivo cierre de escuelas e institutos para que pueda su infancia deambular desnuda y descalza por las calles del país, recogiendo botellas, prostituyéndose y ejerciendo otras sanas actividades comerciales y mercantiles que le ayuden a comprender las características de la sociedad a la que Cuba tiene la necesidad de parecerse.

Ocasionalmente, como ocurre en otras democracias latinoamericanas a las que Cuba debe abrirse, tal y como pidiera su santidad Pablo VI, debe procederse a una ordenada y meticulosa neutralización de los excedentes infantiles en las calles del país, para lo que la policía cubana debiera asesorarse por expertos mandos policiales de Colombia, Guatemala, El Salvador y Brasil.

En relación a la salud Cuba debe suprimir su ineficaz sistema de hospitales públicos y laboratorios, estableciendo modernos consultorios de curanderos. En los centros médicos que no puedan transformarse todavía, se impondrá el cobro compulsivo, como previa garantía al internamiento del paciente, incluidas las urgencias. Quienes no estén en condiciones de afrontar los pagos siempre podrán ser reenviados democráticamente a la democrática calle. En los centros de maternidad, como ocurre en otras democracias vecinas, cada cama será ocupada por dos y tres parturientas para que puedan compartir tan hermosa experiencia, ayudarse en el conteo de las dilataciones y pujar juntas. La injusta distribución de vástagos será sustituida por la permuta de bebés y los secuestros de recién nacidos, tal y como ocurre en países vecinos. De manera inmediata Cuba debe igualmente proceder al cierre del Hospital Pediátrico de Tarará, a 20 kilómetros de La Habana, donde el Estado cubano ha venido atendiendo, absolutamente gratis, a 25.000 niños y niñas de Chernobil y otros países del tercer mundo, para poder dedicar ese despilfarro a la inversión en Bolsa. Por la misma razón debe ser cerrada la Universidad Internacional de Medicina, donde miles de estudiantes latinoamericanos sin recursos estudian esa carrera, para dedicar esos bienes y terrenos a la construcción de campos de golf.

Koldo Campos Sagaseta

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