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Los buitres, la noticia, las fuentes y las partes
Buitres...
“Muere un disidente cubano tras recibir una paliza de la policía“, titulaba el diario El País un despacho de su corresponsal en La Habana, mientras su asociado en Miami, El Nuevo Herald, encabezaba su sección dedicada a Cuba con un cable de AFP: “Muere disidente cubano tras golpiza policial”, y así, todos los grandes medios -uno tras otro- reprodujeron la misma historia sin contrastar con médicos ni familiares del fallecido. Iroel Sánchez
La noticia, las fuentes y las partes
Jorge Ángel Hernández.- La noticia se levanta a partir de lo que un determinado disidente afirma. No hay fotos que lo testimonien ni voces de los implicados. Carlos Serpa Maceira, periodista infiltrado en la contrarrevolución, demostró ante las cámaras lo sencillo que resulta fabricar un informe totalmente falso y lanzarlo al ruedo de la reproducción internacional de información. No es necesario comprobar las fuentes, acudir a elementos de garantía de lo dicho, más bien es recomendable evadir este paso, para evitar las dudas que esas fuentes censuran con rigor y venganza. Lo hecho viola códigos éticos y legales, pero tampoco importa, siempre que cumpla con el manual establecido: construir la realidad cubana para la opinión pública global. Esta, desde luego, debe ser caótica, demostrativa de que solo falta una chispa para la rebelión. La contigüidad de la saturación informativa del momento viene pintada para la reproducción mecánica: revueltas en el mundo árabe (magnificadas por la cobertura informativa), protestas en EEUU y Europa (domeñadas por esa misma cobertura) y el confuso panorama alrededor de la muerte (en tercera temporada) de Bin Laden.
Las agencias creadas para la subversión en Cuba redactan de inmediato, valiéndose de mensajes elaborados por quienes no han sido testigos. En el apuro, los periodistas acreditados no se toman el trabajo de confrontar las fuentes: las de la disidencia, estandarizadas en sus reiterados tópicos, les son del todo útiles. Y son preciosamente tautológicas. Las grandes agencias reproducen el fardo, escudándose en el anonimato y la propia confusión que destila de lo dicho. Convierten el rumor en noticia, tanto desde el punto de vista del suceso en sí, como desde el punto de vista de las estructuras informativas mundiales.
Un lector común puede darse cuenta de la reserva con que fue asumido en caso Soto García por la BBC, relegando al ámbito de lo dudoso lo que de algún modo se da por confirmado. Lo coloca y se cubre, o se tapa, como los apostadores. El diario El País, por su parte, cumple con su misión opositora y coloca en plana principal de su edición online las aseveraciones sucesivas y hasta localiza telefónicamente a Sanchez Santacruz para forzar a una investigación “que depure responsabilidades”. Nada informa de haber intentado contactar telefónicamente con otras fuentes oficiales, pues, a fin de cuentas, está fuera de manual concederle opinión. Llega incluso a dar por contigua la muerte de este enfermo crónico con la de Zapata, tras la huelga de hambre, obedeciendo al carácter de lo reportado por la consuetudinaria falsificadora de informes Marta Beatriz Roque. En la edición siguiente, traslada la noticia a la primera plana de América Latina. Tampoco aporta fotos probatorias, solo la del fallecido, a quien no dice haber entrevistado, médium mediante acaso.
La periodista Norelys Morales Aguilera, en su blog Islamía, ofrece el mismo domingo 8 información acerca de las enfermedades que le causarían la muerte a Soto: pancreatitis aguda, insuficiencia renal, diabetes, hipertensión y miocardiopatía dilatada. No es poco, que digamos.
Yohandry Fontana, en su blog, asegura unas horas más tarde haber consultado un familiar del fallecido y una fuente policial, ambos negando el ejercicio de violencia. La fuente de Morales Aguilera es una entrevista con el doctor Rubén Aneiro Medina, especialista de la Sala de Terapia Intermedia del Hospital Arnaldo Milián, donde Soto fue atendido. O sea, la profesional del periodismo acude, como corresponde, a una información de primera mano, especializada y con conocimiento directo del asunto.
(Fue atendido, me disocio un instante, de modo gratuito y sin tener en cuenta el costo de los medicamentos ni que el paciente carece de la necesidad de tener seguro médico u otro fetiche de la atención médica capitalista, pero eso queda en lo obvio para la construcción global de la noticia. Si, pongamos, alguien del personal asistente le hubiese pedido diez CUC por alguna medicina que estaba en falta, ¡ah, qué notición!, Fariñas, desdecuba.com (o sea, desde Miami) y demás fuentes y voceros, con la complicidad de las agencias acreditadas, la hubieran recargado de lo lindo. Y sin mencionar el bloqueo para lo más mínimo.)
Ninguna de las fuentes pergeñadas para la subversión, que de inmediatez se ufanan, aluden a los detalles de primera mano aportados por Norelys Morales Aguilera, o por Yohandry Fontana.
La mayoría de los comentaristas de El País, a pie de nota, dan por cierto el paquete. En la polarización de opiniones, los defensores de la Revolución optan por comparar los niveles de violencia en las diferentes sociedades. Es decir, se ha conseguido en alta medida el objetivo: la idea de la represión y el asesinato ha prendido en la opinión global.
Cuando las comprobaciones lleguen… a otra cosa, Mariposa, que no conviene marcar que se asumieron fuentes de nula confianza (recuérdese cómo Yoani Sánchez construyó su “golpiza”, en el más burdo teatro de pantalla de móvil y cómo Marta Beatriz fabricó un acto subversivo alrededor de la protesta de los estafados en el cine Camilo Cienfuegos, de Santa Clara). La parte subversiva concluye, desde luego, en el rumor, en la construcción espuria y direccionada de una supuesta realidad. Y el arduo trabajo de limpieza se deja a la ciudadanía, estafada por las mismas agencias a las cuales confían su derecho a informarse con objetividad, abrumada por nuevos subterfugios, para que siempre quede un rescoldo de posibilidad alrededor de la mentira lanzada.
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