Entre junio de 2008 y agosto de 2010, diferentes tribunales han absuelto o rebajado sustancialmente las condenas solicitadas a 30 comuneros mapuche que habían pasado años en prisión a causa de los montajes político-policiales armados por el ministerio público y los fiskales ad-hoc contra la causa mapuche, dato que la prensa "seria" ignora. Habla Héctor Llaitul.
A la entrada de la cárcel de El Manzano una señora bajita espera con paciencia su ingreso al penal. Pronto será mediodía, pero ella llegó en la madrugada desde Osorno. En el Instituto Médico Legal, unos 250 metros más allá, un padre, también mapuche, inicia una larga y dolorosa espera por el cuerpo de su hijo de 19 años, Richard Ñegüey, que se suicidó tres días después de asistir a la apertura del juicio oral en Cañete, donde se les juzgaría a ambos, y a otros 20 comuneros.
La señora mapuche no viene desde una comunidad porque ella, la madre de Héctor Llaitul, uno de los cinco presos políticos mapuche en huelga de hambre en ese penal, no tiene tierra y ha debido trabajar con su marido toda su vida en la ciudad. La fiscalía espera que Llaitul pase 103 años presos, eso es lo que demanda en la acusación al tribunal.
Antes de abrazar a su hijo cuando llega del control de peso que realiza gendarmería, la señora me dice: “Yo lo que más hago es darle mi apoyo y lo haré mientras pueda y mientras viva”. Héctor ha perdido más de 17 kilos en 52 días de ayuno, tomando sólo agua y mate.
Un total de 34 presos políticos mapuche están en huelga al 2 de septiembre, y dos de ellos son menores. Todos demandan un juicio justo y el fin de la ley antiterrorista. El pasado 23 de agosto en El Manzano los cinco estaban animados con las visitas de familiares y ellos mismos cebaron el mate para las visitas. Héctor atendió a su madre y luego se dispuso a responder.
—¿Qué pueden conseguir con esta acción, que puede verse desde fuera como desesperada? No conozco otros casos en que vayan a declarar en su mismo juicio presos políticos en huelga de hambre, como está ocurriendo aquí.
—Pareciera contradictorio, pero nosotros buscamos oxigenación para seguir luchando. Nos alimentamos de nehuen, de fuerza. Nos gusta mucho que la gente —y no sólo los mapuche— se movilice. Además, uno no es imprescindible. La moral es fuerte y la consecuencia importa harto. Nos da mucha fuerza saber que nuestra gente nos reivindica como sus presos, como sus weichafe. Lo que no nos gusta es el inmovilismo, la falta de conciencia.
"Buscamos el fin de los procesamientos por ley antiterrorista, y dos huelguistas han salido libres desde el inicio de la huelga. Los jueces y el poder político se sienten presionados. Si no pasara nada, el poder no se enteraría de nada… Pueden tener mil presos en el país, y nada. Pero con la huelga de hambre, hay un efecto nacional e internacional . Estamos logrando algo, en el juicio esperamos tener más logros. Se van a desvirtuar las acusaciones. Va a quedar claro que sólo hay montajes, y la gente va a salir mejor parada, vamos a lograr libertad al máximo. Cuántas libertades logremos, dependerá de nuestra fuerza. Pero no vamos más todos a la prisión".
—¿Qué analogía hacen respecto de la situación de los mineros?
—Los mineros al principio, no tenían cómo salir del entierro en el socavón. Y nosotros, ¿cómo podemos salir del encierro si entramos con los dos procesos encima, por la justicia civil y la militar? ¿Quién podrá afirmar lo contrario, que no somos violentos, cuando existe una campaña mediática compacta y uniforme, como la que enfrentamos? La televisión es tendenciosa. Los fiscales dicen lo preciso y los medios les dan cobertura.
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