El doble rasero.
Fernando Ravsberg (Corresponsal del servicio latinoamericano de la BBC en la Habana)
El fin de semana pasado participé en Santander, España, en el Congreso del Nuevo Periodismo, organizado por el grupo Diariocrítico con motivo del bicentenario del inicio de las luchas por la independencia latinoamericana.
Periodistas y académicos de las dos orillas del Atlántico nos reunimos para intercambiar puntos de vista sobre el acontecimiento, la importancia del idioma, las actuales relaciones bilaterales, las nuevas tecnologías y los enfoques de futuro.
El trabajo de las mesas fue bastante armónico hasta que tocamos el tema de Cuba. Las pasiones que se desataron fueron tantas que incluso un periodista español de uno de los grandes medios interrumpió las ponencias sin pedir la palabra.
En mi exposición planteé la necesidad de decir la verdad, dar el contexto en que se producen las noticias, utilizar un mismo rasero para medir a todos y expresar las críticas sin soberbia, porque nadie tiene la verdad absoluta.
Hablé sobre historias falsas, entre ellas una extensa crónica publicada este año por unos de los más grandes periódicos españoles, donde se aseguraba que en Cuba están prohibidos los dibujos animados estadounidenses.
En realidad la gran mayoría de los dibujos animados que trasmite la televisión cubana vienen de su vecino del norte, igual que ocurre con las películas y documentales. La razón es sencilla, gracias al embargo de los EE.UU. no tienen que pagar derechos de autor.
Más adelante intenté explicar que si los medios apostamos por universalizar conceptos como los de democracia, libertades políticas o derechos humanos la única vía para lograrlo pasa por aplicar a todos los países el mismo rasero.
La falta de libertades políticas debería tener tanta cobertura mediática en Arabia Saudita como en Irán, mientras que los prisioneros sin juicio que EE.UU. mantiene en Guantánamo merecen la misma atención que los presos de conciencia cubanos.
Mi comentario fue como una chispa en un barril de pólvora, un colega de un gran medio madrileño, me interrumpió para expresar delante de todos que para él "es más importante la vida de un cubano que la de 100 negros".
Otro, directivo de un periódico perteneciente a la más rancia derecha española, insistió en que la mayor cobertura se debía a la cercanía, explicó que su abuelo está enterrado en Cuba y que Fidel Castro le arrebató todas las propiedades a su familia.
Un rumor recorrió el Congreso y en su página de internet se dijo que el tema Cuba había roto el consenso. Sin embargo, colegas de Paraguay, Panamá, Uruguay, Chile, Brasil, México, Colombia y Venezuela se acercaron para apoyar mi ponencia.
Cuba estuvo presente incluso cuando hablamos con funcionarios de alto rango, a pesar de que había temas locales tan importantes como el anuncio de un fuerte plan de ajuste económico con reducción de salarios y congelación de las pensiones.
La vicepresidenta del gobierno español María Teresa de la Vega y el Secretario de Estado para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia, fueron cuestionados por la política de dialogo que mantiene Madrid hacia La Habana.
De Laiglesia explicó que "España propone una reflexión en Europa sobre la efectividad de esta política después de 14 años de aplicación" y retó a los periodistas a que traten de encontrar algún beneficio que se haya logrado por esa vía.
Paradójicamente también criticó el doble rasero: "Cuba es el único país para el que la UE tiene una posición común a pesar de que existen otros que dejan mucho que desear en cuanto al cumplimiento de las normas democráticas o del respeto de los derechos humanos".
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