Claudia Regina Martínez (ACTA)
Nunca escribí una columna de opinión en mi vida. No creo ser nadie cuya opinión pueda importar a más personas que unos cuantos amigos. Pero hoy siento que quiero opinar luego de ver el domingo a la noche a Patricia Janiot en la CNN hablando unos veinte minutos con Manuel Zelaya en directo.
De hecho, tengo serios problemas con la proliferación de “opinólogos”, porque creo que sólo muy pocas personas tienen autoridad para opinar sobre cosas en un medio de comunicación masivo. Me parece una gran responsabilidad.
Desde que salí de la escuela de periodismo, siempre intenté ser lo más objetiva posible. Incuso cuando empecé a interesarme particularmente por el cine, intenté evitar que se colara mi particular devoción por algún director o película en mis notas. Soy muy meticulosa con las fuentes. Tengo especial cuidado con la vida privada de la gente. Aunque venda mucho ventilar los escándalos personales, creo que hasta Britney Spears tiene derecho a hacer lo que le de la gana.
Pero hoy siento que quiero opinar. El domingo a la noche vi a Patricia Janiot en la CNN hablando unos veinte minutos con Manuel Zelaya en directo. A Patricia Janiot la llevo viendo en la tele tantos años como llevo ejerciendo el periodismo, o sea, quince. Es una de las estrellas de la CNN en español, una periodista a la que ven y escuchan cientos de miles de personas en toda Latinoamérica. Una latinoamericana. Colombiana, en concreto.
Y Patricia Janiot le dijo a Manuel Zelaya, un presidente elegido democráticamente y derrocado por un golpe militar en Honduras, cosas como éstas:
“Permitame, presidente, preguntarle primero si usted reconoce que perdió al llamar a la población a la abstención cuando se ha confirmado que la participación aumentó del 55 por ciento en las elecciones que ganó usted al 61, 3 por ciento (…) ¿Podemos decir que el pueblo concurrió a las urnas en libertad y transparencia?”
Y mientras Zelaya decía que no fueron observadores de la OEA, la ONU o de la Fundación Carter, por lo que lo decir que la gente había acudido a las urnas en libertad era bastante cuestionable, y destacaba que la mayor parte de los candidatos que participaron en los comicios estuvieron involucrados en el golpe de estado, y afirmaba que, según sus datos, la participación había sido sólo del 40 por ciento, la Janiot seguía:
“Yo siento que su voz está un poco ahogada por la contundencia de los hechos. Aquí hemos visto un proceso en el que ha concurrido la gente de forma masiva. Hemos hablado con observadores de todos los países. (…) Hemos constatado que aquí en el día de hoy la gente ha podido salir a votar y hacerlo en unas elecciones organizadas (….) Se ha presentado un problema técnico en la verificación, pero eso no significa que los observadores no hayan podido constatar la veracidad de los datos (…) Lo que yo le quisiera preguntar, lo que he recogido de algunos hondureños, me preguntan:
¿Por qué usted no aprovecha este momento para demostrarle al mundo que usted quiere a Honduras, que con sus declaraciones le está haciendo un daño al país?”
¿Le dijo que demostrara que quiere a Honduras?
Y Zelaya, tranquilo, le preguntaba por qué la CNN no había transmitido nada sobre la represión en San Pedro Sula. “Todos los canales del mundo transmitieron los hechos. Menos CNN”, dijo. Y Janiot no pudo decir mucho. Pero siguió con lo suyo:
“Los hechos demuestran que la gente salió a votar. Usted me está hablando de una participación del 40 por ciento, mientras la cifra oficial habla del 61,3 por ciento. Usted dice que los datos oficiales no tienen ninguna credibilidad porque los datos oficiales provienen de un tribunal contaminado con los hechos del 28 de junio.
Pero yo, con ese mismo argumento, podría decir que sus datos no tienen ninguna credibilidad porque provienen de un hombre que desacató órdenes judiciales”.
¿Ella puede juzgar la credibilidad de un señor elegido democráticamente en las urnas?
Sentí que estaban faltando el respeto a toda la profesión pero, sobre todo, a todos los televidentes. A todos los latinoamericanos que ven la CNN en español en todos los rincones del continente, que se rompen el alma trabajando por dos mangos para dar de comer a sus hijos y defender los derechos que les corresponde tener y no tienen. A todos los que lograron, por ejemplo, que no hubiera más dictaduras en Latinoamérica.
Éramos varios en la redacción escuchando a la Janiot. Y alguien dijo al principio de la entrevista: “Se volvió loca. La van a echar”.
Pero no. Nadie cortó la transmisión. Mientras Zelaya, sin perder la calma, llamaba la atención sobre el peligroso precedente para América Latina de esta primera vez que se convoca a unas elecciones sin un acuerdo nacional, que, de hecho, no van a ser ni fueron reconocidas por muchos países del mundo por haber sido desarrolladas en un régimen de facto, ella decía esto:
“No hay duda de que las autoridades judiciales, la fiscalía especializada en los derechos humanos, ha reconocido un deterioro de la situación de derechos humanos en las semanas y los meses posteriores al golpe de estado, pero eso no ha contaminado el proceso electoral en el día de hoy, no hemos visto ninguna restricción mayor para que la gente salga a votar”.
¿Cómo?
“Yo le quiero transmitir que hay muchos observadores de muchos paises y muchos personajes internacionales (…) que dicen que no vale la pena, que no es justo con Honduras seguirle haciendo el daño que ha sufrido, aparte de todos sus desafíos en materia social, seguir castigando a este país con un aislamiento. Ya es uno de los países más pobres del hemisferio. Y parece que la tranquilidad con que se observó la elección le va a dar la razón a muchos de estos personajes, presidente”.
Y luego le preguntó qué le diría a Porfirio Lobo, el supuesto ganador de los comicios, si lo iba a visitar a la embajada de Brasil. A lo que Zelaya respondió que si Lobo es un demócrata, “debería ir a verme a la casa presidencial, no a la embajada de Brasil, donde me tiene encerrado Micheletti”.
Ella no se cansaba: “Muchos lo consideran a usted el gran perdedor de la noche. ¿Qué tiene que decir?”
Y terminó con esta pregunta: “¿Es cierto que ha solicitado asilo político en Nicaragua?”
Zelaya se rió: “Es absolutamete falso. Es el tercer mandato del manual de golpes de estado que hay en el Departamento de Estado. Desprestigiar al oponente, para poder justificar cualquier acción”.
Busco en Google a ver si alguien se indignó y comentó algo. Y leo en un medio nicaragüense: La asistencia de votantes fue masiva y “sin precedentes”, según reportó Patricia Janiot, destacada en Tegucigalpa por CNN en español.
¿La fuente sobre la participación en las elecciones es Patricia Janiot? ¿En calidad de qué dice ella que la asistencia fue masiva y sin precedentes? ¿Contó a los votantes?
¿Patricia Janiot da legitimidad a unas elecciones que muchísimos países no reconocen?
Poco después el portavoz del Departamento de Estado salió a decir: “Elogiamos al pueblo hondureño por ejercer pacíficamente su derecho democrático a elegir a sus líderes en un proceso electoral que comenzó hace más de un año, bastante antes del golpe de estado del 28 de junio. La participación parece haber sido más elevada que en la última elección presidencial. Eso demuestra que, dada la oportunidad de expresarse, el pueblo hondureño entendió la elección como una parte importante de la solución a la crisis política que atraviesa su país. Esperamos continuar trabajando con todos los hondureños y alentamos a otros en América a seguir el ejemplo del pueblo hondureño en ayudar a avanzar la reconciliación nacional y la implementación del Acuerdo de Tegucigalpa-San José. Aún queda trabajo importante por hacer para restaurar el orden democrático y constitucional en Honduras, pero hoy el pueblo hondureño dio un paso necesario e importante hacia adelante”.
Claro. Ahora cierra todo.
Lo curioso es que tienen toda la entrevista colgada en la web de la CNN en español. O sea que les parece bien. No les da vergüenza. (Son los videos Honduras voto 2009 11, 12 y 13) Claro, la Janiot es una de las cien personalidades hispanas más influyentes de Estados Unidos.
Cuando empezábamos a estudiar, teniamos todos grandes referentes. Todos teníamos los libros de Rodolfo Walsh y lo considerábamos nuestro maestro. Después nos fuimos perdiendo. Ninguno de nosotros pasó nada parecido a lo de Walsh. Ninguno de nosotros se comprometió tanto. Ninguno se entregó al “violento oficio de escribir”. Y ahora tenemos a Patricia Janiot como jueza de la democracia en Latinoamérica. ¿Y qué hacemos? ¿Lo debatimos en Facebook?
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